Por Daniel Briguet . - .
1 – No el zurdaje sino la historia (subt)
En el cúmulo de interpretaciones y comentarios generados por la muerte de Néstor Kirchner quedó algo relegada una marca de su gestión pública que, a la postre, podría servir para unificar los distintos aspectos de una imagen cambiante a través de casi ocho años de gestión. Esta marca aparece en el mismo discurso de asunción, en mayo de 2003, cuando el presidente electo declara su pertenencia a “una generación” golpeada y en parte inmolada durante los años de plomo. La pregunta en ese momento es: ¿por qué Kirchner elige nombrar a viva voz lo que otros prefieren ocultar? ¿Cuál es el motivo de que declare su extracción y su procedencia política? La respuesta está en el conjunto de su discurso que, lejos de limitarse a una retórica protocolar, enuncia las líneas principales de su plan de gobierno, dentro del cual la reivindicación de la memoria histórica y la lucha contra el olvido constituyen una pieza maestra. Pronto será nítido que el nuevo gobierno se propone ir más lejos que los demás en los actos de justicia y el esclarecimiento de violaciones a los derechos humanos, empañados o bloqueados por las leyes de perdón e indulto a los militares. Lo que tal vez no reluce con la misma claridad es que no se trata solo de una apuesta ética sino de una opción política irrenunciable en la búsqueda de un nuevo modelo de país. Del mismo modo que la represión y el genocidio perpetrados por la última dictadura militar tuvieron como objetivo la liquidación de cualquier vestigio de populismo y la implantación de un plan socioeconómico basado en la exclusión y la concentración del capital, la reversión de esas tendencias requiere, para Kirchner, de un proceso a fondo de los crímenes de lesa humanidad y una puesta a punto del aparato judicial, reafirmada con la creación de una nueva Corte Suprema. Esto es como decir que la democracia, sin un saneamiento de sus cuentas pendientes con las víctimas del terror de estado, es una democracia fallida. A la vez recupera la historia de una generación, zarandeada a menudo entre los vaivenes y aprensiones desatadas por la acción de la guerrilla y la irrupción de la lucha armada, para darle un papel dinámico en el desarrollo de una política que tienda a reciclar valores perdurables insertándolos en una visión actual. Lo hace a través no solo de decisiones francas sino de gestos simbólicos de indudable peso: la orden de descolgar los retratos de Videla y Bignone y la limpieza definitiva del edificio del ESMA traducen un clima de “nunca más” comparable al generado por la edición del libro de la CONADEP. Estos pasos no resultarán gratuitos. Desde el comienzo, el hombre casi desconocido que vino del sur, enfrentará un doble desafío: legitimarse ante sus pares del movimiento que integra y ante un sector considerable de la sociedad que mira con desconfianza sus medidas más audaces. El Hada Madrina del sentido común de la clase media, la señora Legrand, resumirá algunas de estas inquietudes en una pregunta directa formulada al presidente ante cámara, cuyos ecos fascistoides aún resuenan: “¿Se viene el zurdaje?”.
2 – El lenguaje de los hechos
El recurso utilizado por Kirchner para lidiar con las presiones de sus adversarios a la vez que construye su espacio de poder es la restitución de un lugar central para la política, desgarrada por los sucesos del 200l y el 2002y la caída del gobierno de la Alianza. La política es el lenguaje y el modo de comunicarse de la democracia y no hay sistema que prospere sin este sustento. Debe además contar con un margen de gobernabilidad que Kirchner asegura dejando en claro de dónde surge el mando en su gobierno. Frente a la figura del superministro, abonada por los tristes casos de Martínez de Hoz y Cavallo, sostiene la idea de que es el presidente y no un grupo de tecnócratas quien fija la política económica. Y lo hará al precio de desprenderse de un colaborador de relieve como el ex ministro Lavagna. Tiende además un puente hacia otros sectores del espectro político con su proyecto de transversalidad. Su propósito es no quedar pegado al aparato partidario del PJ y si bien la convocatoria no encuentra muchas respuestas, no está demás citarla ya que serán algunos de los que rehuyeron el convite los que acusarán más tarde al estilo K de sectarista y poco participativo.
Un crecimiento económico sostenido y una imagen informal, cercana a la gente sin ser carismática, sostienen los cuatros años de Kirchner en el gobierno. El dato de que se trataba de un hombre formalmente desprolijo, que rehuía por igual de los requisitos del marketing y las reglas de protocolo, ya aparece en el acto de asunción cuando Kirchner parece jugar o no terminar de agarrar el bastón de mando que le entrega Duhalde. Se reitera en sus acercamientos al público que lo aguarda, dejando atrás los dispositivos de seguridad, y en sus cruces nada convencionales con reporteros de la tele. Es el tiempo de Lupo, tal como lo llaman sus amigos en el Sur por su parecido con el personaje del aviador Lupín y de un consenso que, al terminar su mandato, lo ubica con casi la mitad del electorado a su favor y un setenta por ciento de imagen positiva. Lupo no es gran orador ni posee una verba florida pero ha logrado comunicar, por la vía de los hechos, parte de lo que quiere hacer. Falta saber si contará con similar apoyo cuando muestre el resto de sus cartas. Porque, obvio es decirlo, Lupo K. no llega al tembladeral de la Casa de Gobierno y sobrevive a los embates de su cargo para retirarse después a cuarteles de invierno.
3 – Invierno y contraofensiva
El invierno de Kirchner estará en el campo, esa expresión ambigua que lo mismo designa una extensión de tierra cultivada que a sus propietarios o beneficiarios. El proyecto de ley que propone un aumento en bloque de las retenciones agropecuarias, a poco de asumido el gobierno de Cristina Fernández, es un boomerang que golpea el rostro de sus impulsores. Durante meses el país permanece embretado en una movida rural sin antecedentes, fogoneada sin reparos por los principales medios, donde la incipiente tendencia K. parece perder buena parte del capital político acumulado. ¿Se equivocó el líder en los modos de implementación? ¿Subestimó la capacidad de reacción del adversario? ¿Equivocó el blanco al colocar a todos los productores en la misma bolsa? Cualquiera sea la respuesta, lo cierto es que el gobierno llega a la histórica votación donde la aviesa mano de Cobos define la disputa con un desgaste de proporciones, que permite a más de un observador agorero aventurar dudas sobre su llegada al puerto del 20ll. A la vez, la desmesurada protesta otorga una nueva visibilidad a los sectores más primitivos de la sociedad nacional. De la mano del arrendatario De Angelis y el patrón Biolcatti, amas de casas y cuentapropistas, izquierda proletaria y sesudos economistas, confirman que el fantasma del medio pelo argentino entrevisto por Jauretche sigue gozando de buena salud, aún a despecho de la posición social.
Lo interesante es la contraofensiva pergeñada por K para este clima de derrota, consagrado en las siguientes elecciones legislativas. Lejos de replegarse o arrojar la toalla, el gobierno y su base política recuperan la iniciativa con una serie de propuestas que lo ubican sin duda dentro de la línea reivindicatoria del movimiento y a la izquierda de sus expresiones centristas o retardatarias. Es en esta fase donde asoman el pulso y la dimensión política de Kirchner, en su doble condición de tejedor y conductor, secundando las dotes intelectuales de una mandataria que mantiene su tono de voz aunque la tilinguería nativa la impugne en conjunto.
Con la sanción de la Ley de Medios, nadie puede decir que la suerte de K está echada a pesar del juego en contra que sigue aguantando.
Y más allá de que aquel Lupo campechano se convirtiera, usinas de información mediante, en un Rasputín ávido de dinero y de poder, privado de escrúpulos cuando se trata de hundir al adversario. Pocas veces se asistió a una campaña de rumores y versiones tan cargada para deteriorar la imagen de quien, sin perjuicio de sus aciertos y sus errores( los tuvo y varios), podía reclamar el título de ser el mandatario más eficaz de la democracia abierta en l983.
Este aluvión de descrédito condensa en un término, crispación, suerte de maleficio que la cúpula K arroja sobre un manantial sereno convirtiéndolo en un mar encrespado. Lo que se busca es encapsular las causas de los conflictos partiendo de la base de que, para que existan, deben ser nombrados. El régimen vigente es responsable de abrir frentes beligerantes contra las empresas mediáticas, el periodismo, la Iglesia, el campo, el empresariado y, si nos corremos un poco, contra las mismas fuerzas Armadas. Lo más legitimo de su gestión corre el riesgo de ser borrado por el plumazo de una virtual política consensual que deje atrás rencores y enfrentamientos. Poco importa que los genuinos profetas del odio estén alojados en algunos casilleros de la oposición, partidaria o de otro género, y que sus carteles de “no innovar” constituyan una apuesta a dejar las cosas como están. Lo que inquieta de la “crispación” es que de modo casi inevitable tiende al diseño de un nuevo cuadro de situación.
4 – Una pasión argentina
La noticia es difícil de creer y conmueve a quien la escucha. Néstor Kirchner acaba de morir en Calafate, adonde había viajado junto a su mujer para ser censado. Ese miércoles 27 de octubre es un día particular dado que casi todo el mundo se encuentra en su casa. La pantalla del tele es el primer sitio de referencia para buscar más información. Largas tomas fijas muestran a los primeros concurrentes a la Plaza de Mayo que, con el correr de las horas, se convertirán en miles. Es el comienzo de un hecho inédito, con algo de mediático y mucho de manifestación espontánea, que significará el relanzamiento de la figura de Néstor Kirchner a partir de su muerte.
Un acontecimiento así es capaz de abrir un intervalo en el diario acontecer donde muchas cosas se revalúan, incluso con efectos reparadores. Ocurrió con Raúl Alfonsín, quien tuvo que pasar a mejor vida para recuperar el cetro de paladín de la democracia. La diferencia es que Kirchner fallece en plena actividad mientras se baraja su nombre como uno de los candidatos a las elecciones del 20ll. Tal vez ello explique la intensidad de la respuesta popular, magnificada cuando el cuerpo del ex presidente sea velado en casa de gobierno. Un desfile incesante que, si por un lado recuerda los grandes actos de la liturgia peronista, por el otro aporta imágenes de vigorosa actualidad. El ritmo moroso del registro audiovisual permite que algunas escenas se conviertan en estampas que hablan del reencuentro de la masa con su líder y su elevación a un nivel de adhesión que tal vez no ostentó antes.
A la vez, si impresionan la presencia de los mandatarios del continente, de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, de estrellas del deporte y del ambiente artístico, alcanza un perfil singular la presencia doliente de Cristina Fernández junto al féretro como el testimonio de una pasión argentina que involucró por igual política y sentimientos.
La imagen del monje negro, ávido de poder y de riquezas, se decolora para dar lugar a otros matices, que pintan al guerrero capaz de inmolarse en aras de una causa. No en el campo de batalla sino en la entrega sin tregua a su rol militante. Es allí donde asoma la cantidad de jóvenes presentes en la plaza y en el adiós definitivo. Sin que esto suponga un pronóstico de nada, son ellos los primeros destinatarios de quien llegó al gobierno para transmitir el legado de su generación.
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