Por Carlos E. Galli . - .
Hace exactamente un mes, el 27 de octubre de 2010, “El Vecino”, entraba a imprenta, para ganar las calles tres días después.
Repasemos. La editorial de la pasada edición estaba dedicada al que consideramos el suceso más relevante por esos días y que es objeto de investigación: el asesinato de Mariano Ferreira, joven militante del PO, masacrado por patotas sindicales en connivencia con empresarios inescrupulosos. Matrimonio conocido a lo largo de nuestra joven historia. Prácticas de un gremialismo nutrido de matones, barras, que lejos están de desaparecer dentro de la CGT, con la cual el gobierno estableció una alianza -según se escucha-, estratégica, para mantener a raya a la derecha. El fin es loable, pero seguir admitiendo estas metodologías de ninguna manera contribuye a un proyecto transformador. Nadie desconoce el poder sindical, pero no desprenderse de sus exponentes más retrógrados, con el tiempo, se paga. Resta más de lo que suma. La depuración es tarea ardua, y se precisa de decisiones políticas firmes que apunten en esa dirección. Concretamente, ir pergeñando con la activa participación del conjunto de la sociedad, un modelo sindical que represente genuinamente a los trabajadores y no se perpetúe como grupo de presión aliado al interés de los poderosos en desmedro de quienes simulan representar. Sin un cambio profundo, sin una verdadera democratización del sindicalismo vigente, la concreción de un proyecto de cambio real, se vislumbra seriamente amenazado. Hoy, el castigo a los culpables de este crimen político es imprescindible, y el gobierno no debería escatimar esfuerzos, que invite a pensar que en el futuro cercano la mugre no seguirá bajo la alfombra.
Asimismo no debe obviarse: ¿Por qué se movilizaba el pibe masacrado? Que el árbol no tape el bosque. La precariedad laboral es una asignatura pendiente. Una buena oportunidad para señalar el camino a esta masa nueva, que irrumpió en el escenario: los jóvenes que por miles, han vuelto a entusiasmarse con la militancia. Su participación activa, desde el territorio que cada cual escoja será vital para que los Pedraza no se reproduzcan en el sindicalismo del futuro.
En este concepto se basaba la editorial anterior, cuando era impensable que el día después, la mañana del 28, día del Censo Nacional, nos despertáramos con una infausta noticia: acababa de fallecer, Néstor Kirchner. Conmovedor.
El peso pesado, que ocupaba el centro del ring, de la política nacional en los últimos años, expiraba en la provincia que lo catapultó a la presidencia de la nación. Hace exactamente un mes. Posteriormente, sus funerales se convertirían en un acto político sin precedentes.
Un desfile incesante de asistentes de heterogeneidad manifiesta, donde sorprendió la masiva presencia de jóvenes -vale reiterarlo-, que ofrendaba su despedida a Lupo, con evidentes muestras de dolor y la promesa frente a su féretro, de compromiso futuro. Una nueva militancia, que subyacía, cuasi anónima, se hizo visible para demostrar que cuando se crean las condiciones, aún con las contradicciones lógicas de todo proceso nuevo, ganan las calles, se expresan, se entusiasman, y se comprometen a diseñar un nuevo país.
Luego de los episodios de 2001, donde la gente repudiaba a la clase dirigente, la muerte de Kirchner, resignifica la política como cosa pública y la pone de pie. Impedir un nuevo desmoronamiento, es tarea de todos. Cada cual, involucrándose desde su área específica, a sabiendas que los obstáculos no serán menores. Estado de deliberación, discusiones -no estériles- para crecer en calidad institucional, e ir desbaratando cualquier intento -los habrá- de “apaciguar los ánimos-, de la vuelta al “no te metas”, y de que hacer política es patrimonio sólo de minorías calificadas. He aquí el legado de Néstor Kirchner, que obvio, no tiene ni tendrá una sola mirada.
En este número y en los que vendrán, ya les brindamos a nuestro lectores algunas reflexiones sobre tamaño suceso. El ex presidente ya ocupa un lugar en nuestra historia, sabiendo de antemano que no será al lado de los vendepatrias, su verdadera dimensión la dará el tiempo.
La ausencia de Kichner deja un enorme vacío, y llenarlo será el eje de disputas, en sentidos antagónicos.
Habrá quienes luchen por seguir modelando un país inclusivo y más justo, y quienes nada quieren saber con esto suceda.
En la antesala de nuevas elecciones, habrá que seguir con atención el desarrollo de los acontecimientos.... y posicionarse.
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