Por María Angélica Scotti .-.
Esta novela indudablemente atractiva (como lo confirma su éxito de ventas) es el último libro que Tomás Eloy Martínez llegó a publicar antes de su reciente muerte, ocurrida en enero de 2010. La historia de amor de dos jóvenes cartógrafos, Emilia y Simón, entretejida con los horrores de la dictadura militar argentina de los ’70, atrapa al lector (y lo inquieta) desde el comienzo mismo: “Hacía 30 años que Simón Cardoso había muerto cuando Emilia Dupuy, su esposa, lo encontró a la hora del almuerzo en el salón reservado de Trudy Tuesday”. Tal situación, anómala o aparentemente irreal (Simón es uno de los miles de “desaparecidos” de esa cruenta época), entraña el riesgo de naufragar en un trillado relato fantasmagórico o de aparecidos, pero el autor sortea sabiamente el cliché e interna a sus lectores en un territorio extraño o semionírico (el Purgatorio de Dante, precisamente) que supera las fronteras de la razón y de la realidad. La novela gira alrededor de Emilia, la protagonista (con un eficaz manejo de la perspectiva femenina), cuya espera o tenaz esperanza de reencontrar al marido, su deseo insaciable de verlo y recuperarlo, su búsqueda empecinada a través de varios países de América, su fe inquebrantable, en fin, son recompensados con la aparición del hombre amado. (Esta fe y esta búsqueda puede decirse que reflejan sesgadamente la obstinación esperanzada de otras mujeres argentinas: las madres o abuelas de desaparecidos.) La omnipresencia de la muerte (e incluso el presentimiento de una ultrarrealidad) es un motivo recurrente en los distintos libros de TEM y también en sus admirables notas periodísticas. Otro leitmotiv de PURGATORIO es el cuestionamiento de lo que llamamos “realidad” y de sus límites. Dice Emilia, a propósito de su certeza de reencontrar vivo a su marido: “Si el tiempo es la cuarta dimensión del espacio, quién sabe cuántas cosas que no vemos caben en el espacio del tiempo, cuántas realidades invisibles”. Justamente, la cartografía a que se dedican los dos protagonistas (oficio antiguo, de ribetes casi misteriosos, terreno fértil de leyendas y mitos) constituye uno de los muchos hallazgos de la construcción novelística: el trazado de mapas permite cambiar la realidad o bien inventarla; la cartografía “puede torcer, si quiere, el rumbo del mundo”, “crear ilusiones allí donde más invencible parecía la realidad”. Otro acierto narrativo es la incorporación (ya muy avanzada la trama) de un personaje-narrador, un álter ego de TEM que aporta su propia perspectiva para describir a Emilia y su “realidad” y que suma, a la vez, un estilo diferente, cercano a la crónica, lo que confiere riqueza y verosimilitud al relato. En cuanto a la estructura novelística, no se ajusta al tiempo lineal, cronológico, sino que se despliega en forma quebrada, sinuosa, con frecuentes avances y retrocesos. Los cortes de la acción crean un efecto de intriga, como sucede en el primer capítulo, donde el enigmático reencuentro de Emilia y su marido queda en vilo durante más de 50 páginas. El estilo abunda en citas y resonancias de diferentes escritores, en especial de Dante, que da título y subtítulos a las 5 partes de la novela. Algunos pasajes o capítulos en que se hacen presentes los responsables de la dictadura militar (incluido el padre de Emilia, estrecho colaborador y cómplice de aquéllos) apelan a la sátira o el grotesco y resultan demasiado explícitos, de trazos gruesos, lejos de la sutileza y la atmósfera que envuelven el transcurrir amoroso de Emilia y Simón. PURGATORIO no es quizá el mayor legado de T. E. Martínez, un escritor fundamental que, más allá de lo histórico-político, supo hurgar como pocos en las cuestiones primordiales del ser humano. Pero ciertamente, a medida que nos adentramos en este Purgatorio, no se puede soslayar la emoción de sentir al autor acosado ya por su enfermedad terminal, como él mismo lo refiere con singular belleza: “sé que los sentidos se me están yendo”, que ellos “nos van alimentando la memoria, y fuera de esa memoria no hay realidad. El cuerpo entra en un presente continuo por el que pasan, una a una, todas las estaciones de las felicidades que no se pudieron vivir.”
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