Por Carlos Galli . Un día de setiembre de 1984, nos llegó desde la ciudad de Esperanza, la primer edición de “El Vecino”, impresa en esa ciudad, merced a la gestión de un notable escritor y amigo, Tomás Hynes, que ya no está entre nosotros. No fue la única baja. Impresa en los talleres de un diario de esa localidad santafesina, con tinta de periódico -los costos no daban por aquí-, el producto recibido fue paupérrimo. Lo pueden corroborar ustedes en la Hemeroteca de la Biblioteca Argentina, donde se halla la colección completa de estos 26 años.
Más allá de la precariedad de elementos -comparados con los que hoy disponemos- la puesta en escena de ese número fundacional, fue una invitación al desaliento, de cara al futuro.
Sin embargo, el deseo de un puñado -por entonces-, de estudiantes de Comunicación Social, de expresarnos, de crear un espacio para escuchar, ver y decir, luego de haber sobrevivido a la más cruenta de las dictaduras, le ganó al desánimo. La recuperación de la democracia era un convite y la catarsis un imperativo.
La segunda edición, hecha ya en Rosario, en impresiones Módulo, -imprenta de amigos-, con la cual seguimos trabajando, parecía de lujo comparada con la anterior. A partir de ese momento, y a pesar de las breves interrupciones producto de los tramos de alta inestabilidad que transitó nuestro país en períodos significativos de su historia, “El Vecino”, -sangre, sudor, lágrimas y corazón-, persiste e insiste hasta hoy.
Año tras año es redundante señalar el por qué de su perdurabilidad, acerca de la de la cual somos interrogados, pero no tenemos la receta. Sin embargo, sí se puede aseverar que fueron confluyendo una multiplicidad de elementos que moldearon y le dieron identidad a esta publicación.
En primer lugar el objetivo de crear un medio de comunicación alternativo, que pudiese reflejar, allá por 1984, cuando despuntaba una débil y jaqueada democracia, cómo estábamos, qué sentíamos, cómo sería el reencuentro de una sociedad acallada por el terrorismo de Estado. Dictadura que, con la complicidad de una porción de civilidad -día a día se va relevando quiénes-, instauró un modelo económico que generó extrema desigualdad y por ende, riqueza para pocos y pobreza extrema.
El rito iniciativo era animado por la idea de pergeñar un medio que exprese pluralidad de voces, homogeneidad de contenidos y heterogeneidad de formas. Concepto que seguimos sosteniendo.
El paso siguiente, era ver cómo hacer un producto digno, en una época donde salvo la extraordinaria revista “Humor”, no había demasiado para referenciarse. Es en este punto donde comienza a revelarse el secreto. Contando desde el inicio con la colaboración de nuestro querido Negro Fontanarrosa y el aporte recibido por parte de quienes ya habían transitado experiencias anteriores en publicaciones, principalmente locales, como “Risario”, “la Cebra a Lunares” y otras, comenzó la aventura.
El tiempo sumó experiencia, y muchos jóvenes en su mayoría, tuvieron la posibilidad en esta revista de comenzar a tejer historia, individual y colectiva. Es por ellos, su compromiso, su honestidad intelectual, que unida a la experiencia brindada por quienes ya habían librado otras batallas fueron jerarquizando el producto.
No cabe el espacio para nombrar a todos los que enaltecieron desde sus notas, fotos, humor, diseño, ilustraciones u otra área específica, la realización, mes a mes, (cuando se pudo), de “El Vecino”. Muchos de ellos no están con nosotros físicamente, pero siguen escribiendo esta apasionante historia desde sus duendes.
El proyecto se fue afianzando y ganando en credibilidad, más allá de concordar o no con el material exhibido, y eso nos valió el apoyo de anunciantes, que se fueron sumando al desafío, y sin los cuales la continuidad hubiese sido imposible.
“El Vecino”, cumple 26 primaveras, y al revés de “El Principito”, siempre bregamos para que lo esencial sea visible a los ojos.
La cadena de agradecimientos es de la longitud de nuestra existencia como medio de comunicación. 26 años. La utopía continúa, con el mismo anhelo que nos vio nacer: un país justo, inclusivo, igualitario, que deje de ser el paraíso de pocos y el infierno de muchos. Gracias.
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