martes, 2 de noviembre de 2010

Editorial. Posicionamientos

Por Carlos Galli . - .
El asesinato de Mariano Ferreyra, joven militante del Partido Obrero, ocurrido en un lugar cercano, donde años atrás, fueron masacrados Kosteki y Santillán- no son pocos los analistas que encuentran similitudes en los hechos-, nos devuelve en este presente, parte vital de una historia reciente y pasada, signada por la violencia. Violencia engendrada desde sitiales de poder -en este caso sindical- para sostener posiciones de privilegio, que cuando se ven amenazadas, no escatiman balas para sostenerla.
Una historia de crímenes que parece mermar en épocas de recuperación de las instituciones -como la actual- pero que subyacen latentes en las conciencias mafiosas y conspirativas que abrevaron en las aguas del neoliberalismo salvaje. Amparados bien vale decirlo, (en dictadura obvio), por buena parte del poder político de turno que obraba como garante de impunidad. Se urdió así una trama mafiosa, de la cual el menemismo es una gigantografía.
“Un zurdito menos”, escuchó decir un reportero gráfico de Clarín, de boca de uno de los integrantes de la patota agresora. Una expresión miserable, que nos remonta a décadas dolorosas, que parecían no corresponderse con la actualidad, pero que demuestra que el concepto de “aniquilación” del que piensa diferente sigue vivo. En palabras y en actos. No sólo es propiedad de pandillas sindicales, barrabravas futboleros, etc., sino que se extiende a un segmento nada desdeñable -aunque lo disimulen- de patriotas vernáculos.
El nexo entre empresarios y matones sindicales no es novedoso en la Argentina, e históricamente obró como freno de cualquier intento de democratización sindical.
Es lamentable que deba ocurrir un suceso de esta naturaleza, para que se descubra la realidad de nuestros trabajadores. Resultaba necesario este episodio, la ejecución de un joven militante social -no importa su adherencia política-, para que se revele en qué condiciones laborales se encuentran miles de nuestros trabajadores. ¿O será que desde tiempos inmemoriales, un gran manto de hipocresía tapa o destapa según convenga? Hay que centrar la atención en cada interpretación vertida, chequear su procedencia y el objetivo de los mensajes; los mercaderes de “carne podrida”, no tienen escrúpulos a la hora de imponer ideas.
El gobierno tiene en este caso la gran responsabilidad de encabezar el desmantelamiento, si existe la voluntad política, de este formato de alianzas obrero - patronales y además blanquear la situación precaria, de cuasi explotación, a la que está sometido un número considerable de asalariados. Sino, corre el riesgo de quedar preso de su propio discurso.
Asimismo, la clase política toda, estará sujeta a observancia, porque más de uno está tentado de propiciar el aprovechamiento de cada episodio que pueda enlodar al gobierno. En este caso sería una bajeza. No debemos como sociedad, permitir otra muerte en vano, porque nos involucra, nos atañe, nos resume.
No sólo será exigible todo el peso de la ley sobre los culpables, en la antesala de nuevas elecciones es un deber moral, propiciar debates serios acerca de qué democracia queremos. Una agenda amplia, que contemple la discusión y el debate de los temas fundamentales, que sean el puntapié para generar otra calidad institucional. No endulzar los oídos del pueblo con discursos floridos, sino asumir el reto de modificar una realidad que evidencia progresos, pero lejos está de ser paradisíaca.
La transformación requiere sumar las voluntades de quienes en primer lugar, la desean. Alianzas que se nutran -y no desperdicien-, a aquellos actores sociales capaces de llevarla a cabo, aún con sus diferencias. Enfrente, todo está siempre más claro, aún entre sus propias disputas: como en la perinola “Todos Ponen”, pero nosotros la disfrutamos. Para éstos no deberían existir los sindicatos. ¡Ojo! Son un gran obstáculo.
Attenti. No meter a todos en la misma bolsa. Típica pasión argentina. No todo es patota y burocracia sindical, detrás subyace una historia de lucha que desde los primeros anarquistas, hasta hoy, entregaron lo mejor de sí, para reivindicar los derechos de los trabajadores.
En buena hora que la discusión política, aunque en forma lenta, comience a reflotarse en diversos ámbitos. Las distintas opiniones, siempre que nos escuchemos, nos enriquecen, y nos proveen de más elementos de análisis para leer con mayor corrección el acontecer ciudadano.
El asesinato de Mariano, es un crimen político. Es el intento de acallar la protesta -en democracia- de un militante social, ese poder oculto al que se refirió la presidenta hace días, cuando no puede por las “buenas”, mata.
No es joda. Requiere el compromiso del gobierno, la justicia y de cualquier habitante de este suelo que aspire a un país para todos -habrá excepciones-, a no cejar en el intento de profundizar esta democracia y delinear un nuevo modelo de país que aunque se declame, hoy está en pañales.
Ejecutado en pelea desigual, el “zurdito”, joven, militante social, luchador ejemplar desde pibe, contra los negreros y sus grupos de tarea, Mariano, merece una investigación hasta sus últimas consecuencias. Caiga quien caiga. No solo por él, por nosotros. Un reaseguro de que otro futuro es posible.
Es una oportunidad “preelectoral”, para ir escudriñando cómo los distintos sectores que nos representan o pretenden representarnos actúan en consecuencia. El posicionamiento ante el crimen no admite medias tintas. Continuará.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno turco.veo desde lejos que los tiempos de la patota y los imbéciles que corren hacia donde los mandan NO ES PASADO. la justicia de los tontos no es justicia. un abrazo el PELADO BRITOS

Juanchia dijo...

La muerte de Mariano motivó un ensayo y suerte de análisis acerca de la violencia que me gustaría leyeran en mi blog. Los invito a: http://juan-chia.blogspot.com/search/label/Termino%20la%20violencia
Gracias
Juan Chianelli