Por Bruno Javier Del Barro | 21 años.
El pensamiento lógico histórico postuló la necesidad de establecer leyes universales abarcativas y atemporales. Esto se volcó a la vida diaria del hombre común donde la estabilidad y el pensamiento único sostenido a través del tiempo son estandartes de una sociedad sana.Los encargados de la tarea fueron el Estado por medio de normas, la Iglesia a través de dogmas y los medios de comunicación seleccionando realidades, teniendo en sus manos el deber de proteger la práctica de lo que resulta aceptable y a excluir del conjunto lo que está fuera de los parámetros de la normalidad.
El cambio, el movimiento, resulta peligroso entonces. Si en una ocasión se encuentra un método para que las cosas funcionen, a ese método se le llama fórmula y debe ser eterna, repetitiva, universal. Pero nos encontramos con que no puedo aplicar el mismo procedimiento para todo, ni lo que me funciona hoy, me funcionará para mañana, o lo que dio resultado conmigo, dará resultados a todo el mundo.
Otra forma de pensar más reciente nos demuestra que no sólo las cosas cambian, sino que nunca están quietas. La sociedad de hoy, no es la misma que hace cien años, o diez o cinco; con las familias que la integran, que también son sociedades, pasa lo mismo; un solo ser humano es a lo largo de su vida niño, adolescente y adulto y en todo ese proceso ocurren modificaciones internas; un niño, un adolescente, un adulto de hace cincuenta años no pasaron las mismas vivencias que las generaciones actuales; la familia moderna, no es la tradicional; la sociedad no es la misma que antes y no servirá hoy lo que fue fructífero para ella en otro tiempo.
Los poderes fueron especialistas en negar estas realidades. El momento de integrarlas llega cuando ya no hay manera de ocultarlas: cuando la presión social es extrema.
El sistema ha aceptado, décadas o siglos después, lo que en el escenario de la vida –que se encuentra en cambio permanente- ocurre, y ese desfasaje, es una constante.
Hoy estamos aceptando hechos que ya tienen algunas generaciones de existencia.
La realidad de hoy, ¿la conoceremos en veinte o cincuenta años o cien?
Concepto Familia
Los niños son concebidos por un hombre y una mujer, pero los casos en que estos no son criados por los mismos genitores no son excepcionales.
La complejidad del mundo moderno aún necesita de elementos masculinos y femeninos para procrear, pero logró que en aquella familia perfecta, entre los vaivenes e imprevistos que nos da la vida, la crianza de un niño dependa de cualquiera que quiera y pueda, y algunas veces sólo quiera.
El término naturaleza o naturaleza creadora fue acuñado por la Iglesia en estas circunstancias particulares supuestamente para defender la familia, pero en su historia como institución jamás alzó la voz contra la destrucción del planeta de parte del capitalismo salvaje, que también aniquiló valores esenciales y desvirtuó sociedades enteras, forjando a que la familia deba transfigurarse para sobrevivir.
Paralelamente, este mismo organismo en nuestro país fue un gran emprendedor en el desmembramiento de familias enteras durante los años de dictadura, colaborando en separarlas, dejando niños huérfanos, padres sin hijos, abuelos sin nietos.
Es necesario que el que se aferra a los términos de biología o naturaleza, o al concepto de macho/hembra de una familia más allá de la gestación, deberá estudiar un poco más la historia del hombre y de las diversas culturas que no comparten las mismas costumbres, y comprender que en la realidad actual, el rol de padre y madre lo está cumpliendo otra persona, y no necesariamente el que hace de madre, es mujer y el padre, hombre.
No es motivo de preocupación un padre jugando a las muñecas con su hija, o una mujer peloteando en el parque con su niño. De hecho, el intercambio de roles es considerado saludable.
La gestación sí es biológica. El rol de cada sexo, cultural.
La antropóloga Margaret Mead, en la primera parte del siglo pasado, inició la idea revolucionaria entonces de que los conceptos sobre el género eran culturales y no biológicos. En las investigaciones realizadas en los años 30 en tres sociedades de Nueva Guinea constató que no todas las comunidades estaban organizadas de forma patriarcal, y en ese sentido la distribución de los roles entre mujeres y hombres era diferente a las de las sociedades occidentales, con lo cual hace un primer cuestionamiento al carácter "natural" de las diferencias entre ellos, incluyendo las físicas.
Otros pensadores más actuales y mucho más influyentes, entre ellos Mirtha Legrand, sostienen que una pareja de hombres que adoptan, puede implicar para el niño un peligro potencial de abuso, como si aquellos no pudieran controlar sus impulsos eróticos hacia otro ser del mismo género. Si siguiéramos la misma línea, otro peligro sería que un hombre heterosexual tenga una hija o que un cura en abstinencia sexual (celibato) se encuentre al cuidado de decenas de niños.
Matrimonio
La historia nos dice que el matrimonio es hijo de los celos y el acaparamiento de bienes: la inseguridad de los hombres acerca de la paternidad de los hijos y su necesidad de tener esa certeza cuando había acumulado riquezas y quería transmitirla a su descendencia, fueron condiciones que indujeron la idea del control de la sexualidad de las mujeres mediante el matrimonio y el confinamiento al espacio de la casa como garantía de seguridad para la paternidad de la descendencia y de la conservación de los bienes acumulados.
La “nueva ley de matrimonio” no modifica ninguna realidad, sólo cambia algunos vocablos del Código Civil, para que el Estado reconozca la existencia de un hecho real y puntual, que es el deseo de compartir una vida de a dos y otorga seguridad en cuestiones de herencia.
La aceptación de lo “diferente” resulta un término bondadoso, cuando simplemente se debería traducir en una aceptación de la realidad en la que nos encontramos inmersos.
Democracia
"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones (sodomitas), ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios" (1 Co 6:9-10).
El ideal de familia, que fue el lema del anti-proyecto hacia la ley de “matrimonio gay” –“Queremos un Papá y una Mamá”- es un deseo que expresan ciertas comunidades.
Manifestarse de esa forma, que el matrimonio gay no debería ocurrir o que jamás deberían adoptar, es participar y hacerse escuchar, es establecer una postura respecto a un tema, es divulgar un mensaje con sus fundamentos al resto del mundo y hacer entrar en razón a algunos, a otros no.
Muchas de las religiones en nuestro país fueron especialistas no en fomentar la familia tradicional: apoyando a quienes han perseguido estos ideales, dejando ser al resto –acciones más que respetables-, sino en negar la existencia de una realidad o atacándola permanentemente, a través de maniobras de manipulación espiritual y presiones gubernamentales (la Iglesia participó en todos los golpes de estado desde 1930 en nuestro país).
La opinión, el juicio, la divergencia, la oposición es bienvenida. En cambio, la imponencia de un criterio por sobre toda la población, a través de legislaciones que deben acatar todos, -el caso también que se dio en el Congreso que los senadores tomaron el tema de manera personal- es contraproducente para la democracia.
Quienes se proclaman en contra, en definitiva, no abogan por la desaparición de las parejas del mismo sexo, porque nada tiene que ver eso con la ley, si no con que estas no posean derechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario