Por: Silvana Depetris | FOTOS: Willy Donzelli .
Desde bien temprano, las voces tronaron. Y entre la ignorancia y la intolerancia, poco a poco me fui topando con la violencia. En este caso, mi caso, verbal. Repentina y justamente llegó a mí la indignación, al tiempo que recuperé toda mi capacidad de asombro que ya había dado por completamente perdida.
Y digo en mi caso, porque un compañero me relató el golpe bajo que le tocó vivir a una joven por simplemente decir que no, a firmar un petitorio con el que no estaba de acuerdo.
El jueves 8 de julio, en vísperas del fin de semana largo y en medio de las vacaciones infanto-adolescentes, que copaban el centro rosarino, algo enrarecía la ciudad. No era niebla ni humo, sin embargo, un poco confundía y algo de oscurantismo, también tenía.
Desde que la Comisión de Legislación General del Senado firmó un dictamen de mayoría a favor de la unión civil sin adopción y otro de minoría para el matrimonio entre personas del mismo sexo, (que tuvo resolución definitiva en la legislatura en la madrugada del jueves 15), las opiniones se exaltaron nuevamente, de un lado y del otro. Como ocurre últimamente en este país. O a favor o en contra. Bueno o malo. O amigo o enemigo. El criterio schmittiano estaba a la orden del día.
Mientras tanto en Rosario, un grupo de católicos, se prestaban al acampe (y me pregunto cuántas veces esas mismas personas que decidieron instalar su carpa, -sin baños químicos en un principio-, habrán defenestrado a quienes en otras oportunidades hacían lo propio, aludiendo que ensuciaban el espacio público, que era sumamente peligroso que estén ahí o que les impedían su libre circulación porque era imposible atravesar la plaza que se ubica frente a Gobernación, por mencionar una) con el objetivo de recoger firmas en contra del matrimonio gay y presentarlas a los senadores. ¿Las firmas irán en sobres?
Bandera en mano… no. Cruz en mano? Tampoco. Bueno, sin nada en la mano, Verónica Baró Graf, asesora del arzobispado local e integrante de la Red Familia de Rosario, abogaba por cuanto medio se le acercaba que “queríamos marcar una presencia que durara más que una marcha” y además completaba la saga de pensamientos diciendo: “Esto es un sacrificio para nosotros. Hacemos divulgación de cuáles son nuestras posturas; es una especie de demostración de que no queremos pelear. Es una resistencia y la suma de voces para que le llevemos esa voz a los legisladores el 13 de julio. El matrimonio es una cuestión cultural pero está basado en una realidad natural, y esto lo digo como médica, la necesidad de que para poder perpetuar la especie, como animalitos, necesito un hombre y una mujer. Porque si vamos a legislar sobre el afecto, podríamos legislar sobre la amistad. Se legisla el matrimonio porque se intenta proteger un bien jurídico que es la familia y la prole", dijo entre tantas otras cosas que todos podemos encontrar en los distintos medios de comunicación.
Escuche y pensé: pero, Baró Graf piensa que con la equiparación de derechos toda la humanidad se volverá repentinamente gay y dejará de existir la especie humana?
Ya para el mediodía y con estas dosis des-informativas, entendí por qué tanta gente veía nublado. Y al ya no tener un televisor en frente, opté por Internet. Entre comentario y posteo en las redes sociales me encontré desde que agredieron verbalmente a alguien por no querer firmar hasta que implementaban estrategias marketineras como dame una firma y te invito a un locro. Eso sí, en familia y por la Patria!
Dejé a Baró Graf de lado un rato, sólo porque Bergoglio me cautivó con su miedo a la “movida satánica” y de repente me sentí un demonio.
Ya tenía demasiada indignación. Sin embargo, Laurita me invitó a pasar por el Facebook de Verónica. Y allí leo:
Marcha Por La Familia: Movilización en contra de la igualdad del matrimonio heterosexual con el matrimonio homosexual y acampada de plaza Pringles.
Podía encontrar algo peor. Sí!
Verónica Baro Graf: Qué duro fue hoy PLAN A. Tener que dar razones de cosas tan naturales... tan simple como un hombre y una mujer para formar un matrimonio y empezar una familia.
Les cuento que hoy NO nos alquilaron los baños químicos porque estábamos a favor del matrimonio entre hombres y mujeres, o sea nos discriminaron por pensar diferente. Que tal??
Comencé entonces con el cuestionario a mis pares, para ver si realmente no es que estuviera enfermando yo... digo, con tanto antinatural, con tanto concepto y saber superior médico…
¿Cuánto afecta a la vida personal de cada uno de nosotr@s y la sociedad en su conjunto que dos personas que se profesan amor y comparten además el mismo sexo, tengan los mismos derechos que aquellos que, por ser de distintos sexos pueden acceder?
Vaya paradoja, hablando de diferencias y equivalencias.
¿Por qué se piensa que cuando se habla de igualdad de derechos se alude al sacramento del matrimonio? ¿Cuándo dijeron eso en Diputados o Senadores? ¿En qué apartado del proyecto está eso escrito?
¿Por qué se cree que los gay son alguien promiscuo y que vive de jolgorio en jolgorio y, además que, de serlo, abandonaría tal modo de vida para adoptar un hijo? ¿Saben lo que implica criar a un hijo? Y adoptar un niño, ¿alguien realmente de los que se posicionan como opinólogos pro familia mamá-papá, sabe de qué estamos hablando cuando hablamos de adoptar? ¿Conoce de las encrucijadas que hay que pasar y de los controles a los que hay que someterse para finalmente llegar a tener, después de años, la adopción definitiva?
¿Qué piensan de las familias bien constituidas que se rigen por la violencia en todas sus formas? ¿Y de las tradicionales familias que van desde el abuso al asesinato de sus propios hijos? Pero, bueno… quién sabe, quizás alguna médica pensaría que hasta es un modo más de reproducirse.
Ya siento asco porque no puedo imaginar qué me dirían si los consultara sobre el abuso sexual perpetuado por curas a menores de edad y DEL MISMO SEXO!!! ¿Se acuerdan de eso, no?
Después de mi monólogo de interrogantes y pensamientos, encuentro respuestas plenas, otras a medias, otras casi todas, sin fundamentar.
Me dicen, por ejemplo, que para qué se pierde tanto tiempo con este temita, si hay cosas más importantes que resolver en el país. Me dicen, otros, que están de acuerdo con la unión civil, pero… no están muy convencidos. Es más, creo que algunos hasta piensan que es cool pronunciarse a favor, pero detestan la sola idea de que realmente suceda. Más otros se oponen, porque definitivamente la homosexualidad es una enfermedad y bueno, a dónde vamos a llegar si aceptamos esto? A luego pretender que se casen las madres con los hijos? Acaso que nuestro amor por la mascota nos lleve a querer igualdad de derechos para con los animales? Alguno dijo que le parece bien que se tenga igualdad de derechos, pero no a la hora de tener hijos… y lo dicen, dicen, pensando en esos niños. Qué cómo la van a pasar en la escuela cuando se enteren que tienen dos mamás o dos papás, que cuántos problemas pueden llegar a tener, que en el último caso, si esas parejas llegaran a poder adoptar, tendrían que cuidarse de no manifestarse una señal de amor… en definitiva, que el niño viva una fantochada de aquellas. Qué ejemplo. Ahora me dan ganas de que la homosexualidad fuese contagiosa.
También, vale decir, encontré otras voces. Quien dijo que estaba de acuerdo plenamente. Más quién pensó que casi no habría que perder el tiempo justamente porque los derechos deben ser iguales para todos. Así de simple.
Y ya. Hubiese sido suficiente por ser el último día laboral de la semana. Pero, salí del trabajo y silbando bajo encaré para la Pringles. Quiero aclarar que el locro no me gusta. Una vez en el lugar, lo que más divisaba eran policías. Después empecé a identificar a los de pecherita naranja que intentaban poner carita angelical al tiempo que a lo lejos se distinguía esa voracidad por lanzarse al acecho. Carpa grande dejaba al descubierto que ya para las 18 horas quizás muchos habían elegido la comodidad del sommier de casa. O definitivamente no eran muchos los solidarios en la cruzada de oposición a la igualdad.
Algunos jóvenes, otros ya adultos… panfleto en mano y frase programada:
- Querés firmar?
- No
- Pero las familias bla bla bla…
No pude seguir escuchando. En vivo y en directo es más fuerte. En el nombre de Dios, lo juro.
Pero claro, si como ya dijo León, invocando a mi dios mataron, torturaron, desaparecieron, callaron, fueron y son cómplices, violaron, abusaron, en definitiva, siempre lo mismo, cercenaron los derechos. Y eso que me extralimito a rememorarlos desde los años 70 en adelante, porque sino tendría que irme muy lejos… muy lejos. Y una vez más, veríamos que siempre fue igual.
Esa frase, de que siempre fue igual, en parte me dio una dosis de optimismo. Aunque cada vez que se intentó establecer una equidad de derechos también hubo grupos que se opusieron, finalmente se logró la equidad. Vale citar a Coco López, quien me invocó una clase de historia y volvimos sobre el Registro Civil y la educación laica, además de la ley de divorcio, entre otros polémicos ejemplos.
Con ese impulso llegué justo a tiempo a la Plaza Montenegro. Allí se daban cita los que sí apoyaban la igualdad de derechos. Desde lejos divisé varios grupos de personas apostados en el espacio público también. Algunos policías, pero no muchos. Algunas agrupaciones políticas, pero no muchas.
Caía la tarde del jueves y la explanada del Centro Cultural Bernardino Rivadavia estaba colmada. Altavoz en mano, Guillermo Lovagnini, de la Asociación Civil Vox, hacía oír su voz, no en contra de la religión, sino a favor de la familia. Centenares de personas apoyaban la causa. El acto se extendía entre palabras y cánticos.
Ya entonces, emprendí mi retirada y no tan indignada al comprobar que mientras en un lugar pedían que firmaras un petitorio, en otro, con ansías de firmar, eran los presentes quienes solicitaban que se acerquen los listados para expresar su voluntad de que los derechos sean para todos por igual.
Sí, quiero.
La prensa
¿Me pongo a la altura (o bajeza) si digo que la única iglesia que ilumina es la que arde?
Baró Graf, alertó el Sindicato de Prensa, casi remite a una postura inquisitoria cuando dice a los trabajadores de prensa que “están alimentando la hoguera y alguno va a morir en esto”.
Aparte
Mención aparte me merece la reflexión sobre el debate en sí mismo. Con voces plurales, algunas signadas por el respeto y otras cargadas de desprecio, la sociedad volvió a tomar la palabra. Se sacó del estamento legislativo un tema y tomó estado público en su sentido más amplio. Las calles hablan por sí solas. Y a todos les interesa opinar. En parte eso me parece sano para la democracia. En parte, anhelo que se le dé la misma trascendencia cuando se traten temas que realmente nos modifican a todos como sociedad. Aquí sólo se trata de extender los derechos a todos los seres humanos y quienes se oponen son justamente quienes ya los tienen. Quienes los reclaman, son en este caso, los desprotegidos por las leyes.
Sin embargo, quienes cuentan con esos derechos se oponen a que los otros los tengan.
He aquí la cuestión que me llama a una profunda reflexión.
Al final fue SI
Finalmente la Cámara de Senadores decidió dejar anulado el proyecto de Unión Civil por entenderlo como absolutamente discriminatorio y el proyecto que llegó al recinto el miércoles 14 fue el que proponía el matrimonio gay, equiparando los derechos con los que ya contaban las personas heterosexuales a las homosexuales.
Tras un largo debate, que terminó en la madrugada del jueves 15, Senadores dijo SI, y la igualdad de derechos hoy es una realidad legislada.
Lo que sigue o el resto, es igual. Ya todos sabemos, más o menos, cómo es la historia. Alguien se querrá casar, irá al registro civil a pedir un turno y llegado el día, se casará. Después querrán tener hijos, y podrá optar también por adoptar. Seguramente alguien después también se querrá divorciar. Nada de otro mundo, nada que no conozcamos. Todo igual para todos por igual.
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