viernes, 9 de julio de 2010

Mirador de Libros. TURISTAS, de Hebe Uhart (Editorial Adriana Hidalgo)

Por María Angélica Scotti


Hebe Uhart es sin duda una escritora original, que tiende una mirada curiosa, inocente a veces o amablemente burlesca sobre el mundo, y que no se ciñe a reglas y convenciones literarias. Como ella misma admite, practica una narrativa de tono menor, o mínimo, centrada en personajes simples y pequeñas historias. Tiene una amplia trayectoria como autora de varios volúmenes de cuentos y algunas novelas breves. TURISTAS es un conjunto de 9 cuentos, la mayoría escritos en primera persona, una perspectiva con la que Uhart prodiga sus mejores logros, los hallazgos más ricos y expresivos. Puede decirse que, en este libro, hay dos “categorías” de cuentos en primera persona: los que se narran desde un punto de vista ajeno, diferenciado del de la autora (un ama de casa que, en el curso de un viaje a Italia con su familia, fantasea con una vida libre y distinta; un turista alemán que visita Buenos Aires con ansias de bailar tango; una paraguaya pobre que migra a Buenos Aires en busca de trabajo como doméstica), y los que se narran desde un yo más o menos similar a la autora, generalmente una mujer sola vinculada al ámbito universitario o a la literatura y que se abre a otros círculos como un testigo asombrado, inquisitivo. A esta “categoría” pertenecen dos de los mejores cuentos del libro: “La excursión larga” (donde la narradora-protagonista, casi un álter ego de Uhart, emprende un viaje a Mendoza junto con un contingente de turistas, pero, en vez de comportarse como los demás, se muestra como una anti-turista que no se ajusta a las convenciones del grupo y hasta parece más interesada en observar a los excursionistas que a los paisajes y sitios que recorren) y “El departamento de la costa” (donde la narradora va a veranear a una playa y se empeña en mirar y escuchar a vecinos y lugareños con cierta avidez por conocerlos y relacionarse). Ambos cuentos guardan afinidad con la narrativa “naïf” de Felisberto Hernández, escritor admirado por la autora. En cuanto a los relatos de la “primera categoría” (los protagonizados y narrados por “otros”), se destacan “Stephan en Buenos Aires” (el del turista alemán, un personaje que adquiere verdadera presencia ante el lector pues se remedan estupendamente las expresiones del “gringo” y su entonación: “Yo pregunto si debo acudir con mi traje para bailar tango, que he traído de Alemania. No necesario, dijo. ¿Zapatos de tango? No necesario.”) y “Bernardina” (el cuento de la paraguaya que se conchaba en Buenos Aires y donde se recrea el habla popular, su riqueza de vocabulario, su sintaxis, sus elipsis, con una destreza comparable a la de los cuentos de Juan Rulfo). Entre los relatos narrados en tercera persona, el más impecable es “Reunión de consorcio”, predominantemente dialogado como si fuera una escena teatral. Allí se evidencia un muy eficaz manejo del diálogo: la autora tiene, por cierto, “buena oreja” para recoger el habla o incluso parodiarla. Otra característica del libro, y acorde con estas diversas hablas, es la galería de personajes que despliega: no sólo los protagónicos sino también algunas figuras circunstanciales, como la gitana de “El departamento…”, en su mayoría bien trazados, palpables y hasta queribles. El estilo de Uhart resulta marcadamente coloquial, espontáneo, pleno de ocurrencias, juegos con disparates o razonamientos insólitos y alterna los toques ingenuos con las expresiones de desenfado. TURISTAS, como los libros anteriores de Hebe Uhart, se lee con placer y con un encanto peculiar; por momentos suscita desconcierto o extrañeza y, a la par, divierte, despierta risas o sonrisas.
Fragmento del cuento “Bernardina”

“Mi marido no era dueño de su lengua; si no encontraba la camisa o lo que sea entraba a insultar, él decía que yo andaba todo el tiempo escondiendo las cosas, que no les dejaba ver. No era dueño de su lengua y decía: ‘Usté, che, animala, debe andar en cuatro pies como los caballos’, o si no: ‘Alma de mierda, del carajo, ¿dónde está la tijera?´. Y yo iba aguantando, por los chicos, que son dos. Poco traía a la casa siempre y el papá me decía:
- A usté la ayudo, a él ni nunca.
Y entró a faltar a la casa muy mucho, más desaparecía que aparecía. Resultó ser que se había concubinado por ahí y yo no estaba anoticiada. Eso y que ya no se podía más vivir, le escribí a mi hermana de Asunción, que ella unas veces estaba en Asunción y otras veces en Buenos Aires y me dijo:
- Yo te encuentro acomodo en Buenos Aires.
Yo a él le pagué el disimulo y bien calladita le dejé a los chicos con la mamá y me encaminé a Asunción…”

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