martes, 8 de junio de 2010

EDITORIAL: ¿QUE ARGENTINA QUEREMOS?

Por Carlos Galli
Los festejos del Bicentenario, más allá las distintas puestas en escena a lo largo y ancho de nuestra extensa geografía, empieza a arrojar datos jugosos del sentido ideológico y la multiplicidad de miradas que recorre nuestra controvertida historia.
La comprensión de este presente siempre exige el ejercicio de la memoria, memoria colectiva que desde la Argentina del privilegio siempre se intentó borrar, o en su defecto distorsionar, en aras de sostener esos privilegios, y para tal fin, apelaron a las prácticas más viles. Siempre a contrapelo de la conformación de un país para todos, que conjugue los ideales, de quienes a lo largo de nuestra corta historia bregaron por una Argentina justa, con todo lo que esto significa.
Hoy, el espejo nos devuelve 200 años después, un país fragmentado y empobrecido a niveles inimaginables años atrás, producto del saqueo al que fue sometido.
Desde la Revolución de Mayo -para enmarcar el período-, mucho agua y sangre ha corrido sobre el río, casi todo ha cambiado, menos una cosa: la esencia de las luchas. Las emancipatorias, libertarias, obreras, estudiantiles, que albergaban el sueño -para utilizar términos actuales- de una Argentina inclusiva y equitativa en el reparto de su riqueza, enfrentada a las facciones que sistemáticamente la reprimieron- vale la redundancia-, a balazos si era necesario para acallar cualquier gesta libertaria.
Estos personajes y sus expresiones corporativas prohijaron herederos que añoran la Argentina del Centenario, sectaria, ligada y rifada a los intereses extranjeros, la que hoy se expresa como “El campo”, y que este 25 de mayo, en transatlánticos de cuatro ruedas protesta a la vera de los caminos, reclamando y demandando viejas prebendas. Nostálgicos de Roca, temerosos de la Patagonia rebelde.
Estas dicotomías es necesario que se esclarezcan, no hace falta escarbar mucho para descubrir qué camiseta vistió cada cual, aunque desde que el fundamentalismo de mercado concibió la política como negocio, igual que en el fútbol y otras disciplinas, no hubo empachos en vestir la casaca más conveniente. La vida es una moneda para ellos. El otro que se joda.
Estas miradas disímiles expresan, delinean y conforman una historia rica por descubrir, y los ganadores, que se apropiaron de tierras , empresas, minas, lagos, y de riquezas generadas por el conjunto de la sociedad , intentan aún apropiarse de la historia, la que los absuelve y los justifica. Pero, gracias a la perseverancia de aquellos que en las condiciones más adversas, alzaron su voz, contra tamaña tropelía, hoy leemos y escuchamos otra historia. Degradaron nuestra cultura pero no pudieron matarla. Porque como decía nuestro querido Mario Benedetti: la cultura es un blanco móvil, hirieron sus arrabales pero no su corazón, en cambio el artista es un blanco fijo y fueron por él. No es exacto pero es lo que recuerdo como síntesis. Es esa movilidad la que sostiene la esperanza.
Desde los medios comunicación tradicionales, voceros de los poderosos, se refieren al Centenario como los años de la Argentina próspera, “granero del mundo”, conformada por un modelo agroexportador. Proveedor de materias primas y demandante de capital y manufacturas, pero carente de industria. Asimismo, la propiedad de la tierra comenzaba a pertenecer a pocos, y el latifundio era el formato que se consolidaba como régimen de tenencia, que luego tendría derivaciones nefastas. Las elecciones eran una mera formalidad -las mujeres no votaban-, digitadas por el poder de turno, y hacia el interior, se afianzaba la desigualdad y la pobreza alcanzaba al 62% y
El notable crecimiento argentino debido al comercio exterior, empieza a declinar, luego de la crisis del 30, y el país diseñado por la oligarquía de la época no brindaba respuestas a los nuevos procesos de industrialización, contra sus ideas, tuvieron que ir incorporando medidas en ese sentido, que luego la irrupción del peronismo afianzó en su primera etapa, y lo dotó de conquistas sociales, inexistentes en la “Argenta” que añora “La Nación”. Lo que sigue es reciente, más conocido y se ha ido desmenuzando en estas páginas con un alto nivel de aciertos. Dicho con humildad.
El Bicentenario que encuentra a miles de argentinos festejando desde el sentimiento, en busca de alguna identidad, es una oportunidad inmejorable para seguir debatiendo qué Argentina queremos.
Por estos días se expone un material riquísimo que arroja luz sobre una historia, que ya es no es la neoliberal, ajustada a imagen y semejanza de quienes tanto daño causaron. Se sigue escribiendo entre reaccionarios y progresistas, si es que los términos tienen actualidad, entre quienes sueñan un país para todos y una minoría -poderosa por cierto- que se aferra al conservadorismo más rancio.
¿Qué es hoy, en 2010, ser progresista? Reaccionarios es muy visible. Un debate que propiciamos y brindaremos , en búsqueda de contribuir como medio de comunicación a una realidad que luce , al menos confusa. Pero, donde la política recupera protagonismo y esto es saludable. Se dirime futuro y toda neutralidad es sospechosa.

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