Por Carlos Del Frade
Desde diciembre de 2001 a marzo de 2010, las calles rosarinas fueron manchadas de sangre como consecuencia de asesinatos cometidos por profesionales: integrantes de las fuerzas de seguridad, ex integrantes de las mismas y una creciente y peligrosa fauna de sicarios que comenzó a emerger de la ciudad que hace rato dejó de ser obrera, ferroviaria, portuaria e industrial. Por esas coincidencias del cosmos, el asesinato de Roberto “Pimpi” Camino se produjo en el mismo día que Eduardo López, su ex patrón, cumplía cincuenta y seis años. Un crimen que no parece escapar a los seis años de su condición de jefe de la barrabrava de Ñuls, los últimos de la presidencia del hombre nacido en Venado Tuerto. Los matadores del Pimpi fueron profesionales que siguieron órdenes superiores. Los dichos de sus hermanos y otras voces lo presentan a Camino como un hombre que ya no era funcional a distintos poderes existentes en la ciudad abrazada por el río marrón. Una fuente informativa misteriosa pero certera sugiere que un ex comisario de relaciones casi permanentes con la ex conducción del club del Parque Independencia está detrás del asesinato. En lugar de buscar hacia los costados del Pimpi sería bueno comenzar a indagar hacia arriba, hacia los lugares que siempre son ocupados por los superiores. Aquellos que son capaces de dar órdenes y que saben que no serán defraudados. Quizás allí aparezca otra vertiente para intentar responder a la pregunta de quién mató al Pimpi.
La sangre, las palabras y los silencios
El viernes 23 de abril de 2010 ya no quedaban detenidos relacionados con el asesinato de Roberto “Pimpi” Caminos, el ex jefe del grupo de tareas que simulaba ser la barra brava de Ñuls y trabajaba para quien durante catorce años fue el presidente del club del Parque, Eduardo López.
El Pimpi fue ejecutado de cinco balazos el mismo día que López cumplía 56 años. Era el 19 de marzo, apenas pasadas las 5.30. Ese día pero de 1954, el ex hombre fuerte de Ñuls había nacido en Venado Tuerto, en el sur de la provincia de Santa Fe. Simplemente una coincidencia. Pimpi era, sin dudas, uno de los más sabía de los negocios que supo hacer el ex titular del bingo Montparnase.
Las crónicas dicen que el hecho fue “un ataque de claro sentido mafioso: dos tiros en las piernas lo hicieron caer de rodillas y otros tres proyectiles de arriba hacia abajo lo mataron. Fue en la puerta del bar Ezeiza situado en Servando Bayo 1481, casi Zeballos, al que Camino frecuentaba esporádicamente y al que había llegado regalado junto con algunos laderos y después de recibir una convocatoria enigmática para una reunión”, sostuvo el periodismo vernáculo.
Los últimos en quedar en libertad fueron Orlando Daniel “El Toro” Gutiérrez, uno de los dueños del bar, y un socio del mencionado, el ex policía Raúl Barrionuevo. Aunque volvieron a la vida cotidiana, ambos están acusados de encubrimiento y continúan vinculados a la causa.
Para la jueza federal, Laura Inés Cosidoy: “Pimpi no estaba en el negocio de las drogas, estaba en negocios sucios, claro, pero me atrevo a declarar que Roberto Camino no estaba ya en el negocio de las drogas desde el 2007, desde que Alejandro Franganillo estuvo al frente de la Dirección de Lucha contra Drogas Peligrosas. Camino gozaba de impunidad, hacía que le paguen para gozar de esto, y si tuviera que esbozar una hipótesis acerca de su asesinato, diría que lo mataron porque estaba reclamando compromisos que no se podían cumplir, por eso evidentemente querían acallarlo”.
Agregó que “los únicos que parecen no enterarse de que hubo complicidad con la policía de la provincia para que durante muchos años Camino gozara de impunidad, son algunos policías de Asuntos Internos, a los que el poder político ni siquiera mencionó, están ciegos y sordos o, peor aún, no quieren darse cuenta”, dijo la doctora Cosidoy.
Para el ubicuo abogado de Camino, Carlos Varela, su defendido “tenía la idea de que lo estaban siguiendo, que corría peligro su vida. Hay un mix de hipótesis que se articulan. Hay gente de su entorno que lo ha traicionado. No es que él debía mucha plata, sino que le debían a él, le había prestado dinero a mucha gente, incluso de la fuerza policial”.
- A mi hermano lo dejaron solo -dijo Alberto Cristóbal Camino, uno de los hermanos del Pimpi.
Añadió que “la justicia tiene que ser igual para todos. Así como a nosotros nos pusieron un pedido de captura para buscarnos y nos encontraron, tiene que haber una justicia seria que encuentre a los culpables de haber matado a mi hermano… Yo no puedo atribuirle la responsabilidad de lo que pasó a nadie, no tengo idea de lo que pasó porque no tenía mucho contacto con él”, remarcó.
Por su parte el oficial de la policía santafesina, Juan José Raffo, quien denunciara la existencia de cajas negras, indicó que “Roberto Camino estuvo ocho meses preso y tuvo que reconocer un delito por el que fue sentenciado a una pena de prisión en suspenso junto con sus hermanos. Más tarde, uno de sus hijos fue detenido como presunto autor del homicidio de Sebastián Galimany luego de haber estado prófugo más de un año. En realidad se entregó, porque la policía recién encontró al chico ante la insistencia de un juez o fiscal. Se dijo que lo habían detenido, pero en realidad creo que se entregó porque lo encontraron caminando en Villa Gobernador Gálvez. Este chico estuvo alojado en una comisaría y según tengo entendido recibió un montón de beneficios. Pimpi pudo reprochar a algún sector de la policía todos esos problemas, como ser que a él lo condenaron, hizo entregar al hijo y encima a éste lo reconocieron como el autor del homicidio”, remarcó en su conjetura.
Uno de los que estuvieron con Pimpi en aquella madrugada del 19 de marzo fue el sargento de la policía provincial, Alejandro “Angelito Negro” Urquiza, ex integrante de la disuelta sección Robos y Hurtos. Se retiró del bar media hora antes de los cinco tiros que terminaron con la vida de Camino.
El miércoles 31 de marzo, la información policial decía que habían apresado “al líder de Los Monos por la fatal emboscada al micro de Ñuls”, ocurrida el 4 de febrero de 2010 en la que resultara asesinado Walter Cáceres, de solamente catorce años.
La detención de Ariel Cantero también incluyó la de su hijo mayor, Claudio Ariel y otras cuatro personas más. Una captura que tuvo como geografía los barrios Las Flores y La Granada, al sur de Rosario.
“Durante el operativo fueron incautados tres autos, entre ellos un Mini Cooper último modelo, cinco motos, autopartes, armas y réplicas de pistolas. Los uniformados se llevaron además unos cuarenta celulares y cerca de cuarenta mil pesos en efectivo. Pero llamativamente no se encontró ni un gramo de droga, cuando Los Monos siempre fueron acusados de liderar el tráfico de estupefacientes en el sur de la ciudad”, sostenía la crónica del diario “La Capital”.
En esa misma edición aparecía la noticia de la presentación espontánea en los tribunales provinciales del dueño del bar Ezeiza donde lo asesinaron al Pimpi. Se trataba de Orlando “Toro” Gutiérrez. En la tercera semana de abril quedaría en libertad.
Del otro lado
El cronista recibió el correo electrónico de una fuente policial que prefiere mantenerse en el anonimato por temor a distintas represalias. Es alguien que suele aparecer para denunciar hechos muy concretos como la supuesta localización de los expedientes robados de los tribunales provinciales el 8 de octubre de 1984, la trampa inventada para liberar a algunos narcotraficantes de estos arrabales del mundo y hasta la identificación de los torturadores que todavía andan sueltos.
El cronista puede dar fe que cada dato aportado luego se condice con la realidad.
- El que entregó al Pimpi fue Urquiza -dice el hombre.
Está convencido que el sargento es amigo personal del actual jefe de la policía provincial, Daniel Toledo -quien ya fuera denunciado por Raffo como propietario de muchos taxis. Una flota que le permitiría embolsar decenas de miles de pesos por mes.
- Se utilizó munición no peritable…¿Usted cree que un sicario va a levantar las cápsulas del piso?. Lo que pasa es que el Pimpi se había cansado de que lo versearan. Primero le prometieron que se entregara y que iba a estar unos días presos y salió condenado. Luego le hicieron entregar a su hijo y le prometieron que no lo iban a reconocer y lo reconocieron -dice eso que los periodistas llaman “la fuente”.
Para el informante todo apunta a un comisario que supo conducir los destinos de la comisaría quinta, la que tiene histórica jurisdicción sobre la cancha de Ñuls y el Parque Independencia.
- Es la mano derecha de López. Siempre tuvo la seguridad de él a su cargo. Hoy ese comisario está procesado y esperando una condena por robo de combustible en la zona de Cañada de Gómez -agrega el misterioso proveedor de sentido.
- Este comisario era amigo personal del Pimpi…
Sangre derramada
“Otra vez hubo tiros. Pero a diferencia de lo que pasó hace dos meses, cuando Pimpi, jefe de la barra de Newell's, recibió dos balazos pero salvó su vida,… esta vez hubo un muerto: Marcelo Coria, de 24 años, fue acribillado ayer a la madrugada, a dos cuadras de la casa de Roberto Pimpi Caminos. Y si bien la Policía aún no estableció el móvil, en Rosario lo atribuyen a otro capítulo en la guerra de la barra”, publicó el diario deportivo Olé el 9 de setiembre de 2007.
Agregaba que “la interna es por poder y por el manejo de una gran suma de dinero que incluye reventa de entradas, porcentajes de jugadores, manejo del polideportivo, la pileta y más. La lucha, latente desde principios de año, se acrecentó cuando la Justicia empezó a actuar contra Pimpi tras una denuncia por asociación ilícita que inició el ex juez Bergés y que involucra también al presidente del club, Eduardo López. Algunos le adjudican el ataque al grupo de Tanque, otro pesado de la Lepra, que ya había querido recuperarla infructuosamente hace años. Otros a Chapita, un sicario Canalla de la zona Sur. La única certeza es que si nadie actúa rápido, habrá más sangre derramada”, sostenía la información.
El diario “La Capital”, en tanto, publicó una muy buena crónica escrita por el periodista Leo Graciarena, bajo el título: “Compraba una gaseosa y lo mataron de un tiro”. “El que disparó fue René. Estaba con Tapón y muy empastillado. Tiró al bulto desde unos 80 metros y le pudo pegar a cualquiera. Pero le pegó a Marcelito”, comentó Elvira, una indignada vecina. Hasta ayer, Marcelito vivía a metros del quiosco donde recibió un disparo mortal en la cintura y a dos cuadras de la seccional 11ª. Había ido hasta el comercio de Alice al 5000 para comprar dos gaseosas. En eso estaba cuando se escucharon los disparos. “Señora, me pegaron un tiro”, le dijo a la quiosquera mientras apoyaba los envases en la ventana antes de desplomarse. Un proyectil le había dado en la cadera, sobre el lado izquierdo. “Así ya no se puede vivir más. Estos pibes ya pudrieron Tablada y ahora también quieren hacerlo con el Fonavi. Mataron a un pibe inocente, que no se metía con nadie y que era una buena persona. Ellos manejan el ojo por ojo y matan a un inocente. Así no”, relató una de las vecinas que acompañaba el reclamo. “Ponelo en el diario y que se enteren todos: el que tiró fue René, el hijo de Bolita. Y andaba con Tapón, el hermanastro de Torombolo”, dijo Elvira con un acabado conocimiento de los sobrenombres que pululan por el barrio sembrando el temor”, indicaba la noticia.
La crónica añadía que “Marcelito vivía en el Fonavi donde manda Newell’s Old Boys y la barra leprosa tiene importantes referentes. Y eso queda a las claras en las pintadas y los estandartes en rojo y negro que saturan el lugar... El homicidio es investigado por la jueza de Instrucción Roxana Bernardelli, la Brigada de Homicidios y la seccional 11ª”, finalizaba el escrito.
Para el autor de la nota, sin embargo, el homicidio de Marcelo no tendría relación directa con la actividad del grupo de tareas que se hace llamar barrabrava.
No obstante, una semana después, el grupo de tareas se haría presente en el vestuario de Ñuls para despedir al director técnico.
“Después de la derrota en el clásico, los barras esperaban al entrenador a metros de Eduardo López, presidente del club: hubo trompadas e intervención de los jugadores. Después, los violentos reagruparon gente y quisieron entrar al vestuario: el DT debió irse en patrullero. Ayer oficializó su desvinculación del club luego de una reunión sintética con López”, escribió el periodista Pablo Fiori, en “Olé” el 18 de setiembre.
“Apenas entró al vestuario, a Pablo Marini lo recibió Eduardo López. El presidente, que se jacta de nunca echar a un técnico ("O renuncian los echa la gente", suele repetir en estas ocasiones que ya conoce 18 veces en 12 años de gestión), lo dejó con un mensaje tranquilizador: "Quedate tranquilo, mañana hablamos", le habría dicho. Entonces, el DT fue a poner la cara ante la prensa. Al dejar la sala de conferencias, el gimnasio (paso obligado hacia el vestuario) estaba colmado por 20 barras que no paraban de increpar al técnico sin un policía a la vista: les habían liberado la zona. El DT ingresó al consultorio médico, habitación que separa el gimnasio del vestuario, donde estaban los jugadores. Pero los intrusos se metieron y la discusión subió de tono. Pimpi, jefe de la barra, le exigió la renuncia: "Andate, me cansaste, andate", le gritó, pero Pomelo le retrucó: "Me voy a hablar con el presidente. Vos no sos el que me va a echar a mí". "Acá mandamos nosotros, ¿desde cuándo son guapos los del cuerpo técnico?", tiró Pimpi, hasta que no mediaron más palabras: el barra le dio un cabezazo y el DT respondió con una trompada. El Pitufo Grioni, ayudante de campo, también se defendió ante el ataque de uno de los laderos de Pimpi. Los ruidos y los gritos hicieron que los jugadores de mayor experiencia intervinieran en defensa del cuerpo técnico, separando y pidiéndoles a los barras que salieran de la zona”, afirmaba la crónica.
Añadía que “afuera, en el playón del vestuario local, la situación también estaba pesada. Antes de la salida de los jugadores ya no quedaban policías (¿otro sector acordado a disposición de los barras?). Ahí, llegaron hinchas comunes que iban a descargar la frustración post derrota contra todos: Salcedo, Da Silva, Steinert, Donnet, todos eran insultados. Hasta Schiavi (el mejor leproso del torneo), que llegó de la mano de Marini, ex compañero en Argentino de Rosario, fue hostigado feo. "Sacalos por acá", le exigían los barras al encargado de seguridad del plantel. Había violencia para todos... "Salgan porque se las van a agarrar con ustedes", dijeron los capos de la barra a los periodistas que estaban esperando, desprotegidos, únicos testigos de lo que sucedía. Mientras, la intención era que todos los integrantes del plantel salieran por el sector donde los aguardaban los insultos. Algunos dejaron el estadio por el vestuario del árbitro. Pero Marini y su cuerpo técnico seguían adentro. Pomelo, Grioni y Marcelo Manera, el PF, tuvieron que esperar un móvil de la policía para poder irse del Coloso sin ser agredidos otra vez. El final estaba anunciado. A Marini no lo echó López, ¿no?”, terminaba la información.
En esa misma edición de “Olé”, el periodista Sebastián Sanchi escribió en el diario deportivo Olé que ya “van siete años de hegemonía de Pimpi. Un reinado que se mantiene en base a violencia y aprietes y que se inauguró en una tarde-noche parecida a la del domingo. El rival era Unión, otro de los clásicos de la Lepra en la provincia y a la barra la lideraba Cacho, que en ese momento se había unido con el Loco Demente, uno de los capos más emblemáticos en los 90. La relación con el presidente López no transitaba por el mejor momento y los violentos ya no tenían la banca económica necesaria. Por entonces, el Loco Demente había llevado a uno de sus mejores soldados al paraavalanchas principal. Nada más y nada menos que a Roberto Caminos, alias Pimpi, un hincha reconocido en la zona sur de la ciudad”.
Agregaba que “ese ascenso le costó el puesto al propio Loco: Pimpi lo traicionó y se quedó con todo el poder. Fue una batalla corta, pero no por eso dejó de ser sangrienta. El Loco Demente fue obligado a abandonar la tribuna y obedeció: nunca más volvió a la cancha. La historia de terror en el Parque recién comenzaba”, sostuvo Sanchi.
“Con el Pimpi en el mando, quien llegó para hacerle el trabajo sucio fue un tal Farías, ex convicto de la cárcel de Coronda. Junto a él arribaron Leo Spiro (amigo del barrio), Juan y Tato, estos dos, hermanos de Caminos. Una vez afianzado en el poder, Pimpi decidió desplazar a Farías por temor a que éste repitiera el camino que él, en su momento, había tomado para desplazar al Loco Demente. Así se terminó de cerrar la configuración actual de la barra de Newell´s: Pimpi como capo; Lalo y Cohen encargados de hablar con la Policía y el reparto de entradas; Tato y Juan manejando a la "manada". Desde un principio, la relación con López fue de confianza y hasta se habría pactado una remuneración para mantener a la gente tranquila y a la oposición política bien lejos del club. Tanta cercanía había que hasta comenzaron a tener ingerencia en el armado del equipo (ver aparte). El financiamiento de los violentos saldría del alquiler del estadio cubierto, la venta de jugadores y hasta se rumorea por el Parque que el Pimpi sería representante de pibes de las Inferiores”, agregaba la nota de investigación.
Con el asesinato de Gonzalo Ferrero en el banderazo del 2005, “el tema se le comenzó a ir de las manos a López. Y algunos aseguran que el propio presidente estaría fogoneando a otros grupos para que desplacen a Pimpi. Lo cierto es que la interna existe: hace un mes, ésta se trasladó a las calles cuando el líder de la barra recibió tres disparos. El último cruce terminó, la noche anterior al partido contra Lanús, con la vida de Marcelo Coria, uno de los laderos de Pimpi. Hubo poca información del hecho. Y poco se sabe también de cuándo se desatará el próximo. Lo que sí es cierto es que esta historia que lleva casi una década, parece entrar en su etapa definición. Y el miedo es cada vez más fuerte”, terminaba diciendo el artículo.
Apuntes
El ejecutor del Pimpi fue un profesional. Un hombre que sabe matar. Alguien que, además, sabe limpiar el lugar de los hechos, como suele leerse en las crónicas policiales.
Alguna vez se escribió desde estas columnas que los llamados barrabravas son los socios menores de los delincuentes de guante blanco. Componen una organización que funciona como si fuera una avenida de doble mano. Por una de ellas avanzan los representantes del poder real, los intocables. Por la otra, los delincuentes de manos sucias, manchadas de rojo por la sangre o de blanco, por la cocaína. Sucede en varios países de América de Sur, sucede en Rosario.
Cuando alguien de guante blanco cae en desgracia es usual, entonces, que haya un reacomodamiento entre los socios menores. Hay menos para repartir. No resulta extraño que esas internas se diriman a los tiros y que el otrora más poderosos resulte la primera gran víctima. El negocio se achica y es necesario separar al mayor acreedor de esos socios menores.
El Pimpi estaba solo en medio de un enjambre de profesionales que venían de las llamadas fuerzas de seguridad.
Eso es lo que dice la “fuente anónima”.
Esa es la lógica.
¿A quién puede obedecer un hombre que actúa en las fuerzas de seguridad o que actuó en las fuerzas de seguridad?.
A un superior. De la fuerza o por afuera de la fuerza.
Puras conjeturas.
Postales de una ciudad fragmentada que se muestra linda y ordenada para afuera pero que no deja de sangrar por ajustes de cuentas mafiosos.
Hay otra coincidencia.
La historia judicial del Pimpi es paralela a su desarrollo como jefe del grupo de tareas que se hizo llamar barrabrava de Ñuls.
Es decir que su prontuario emergió a medida que crecía su rol en la popular leprosa.
Asomó como mandamás hacia 2002 y en ese mismo año, el 11 de setiembre, se le inició el expediente número 839 por amenazas coactivas.
Luego siguieron otras causas.
Se lo imputó de hurto calificado en grado de tentativa, siendo la víctima nada menos que la Municipalidad de Rosario, según consta en el expediente 44 del 6 de febrero de 2003.
El 10 de abril de 2007 se inició el expediente 206 donde el ex árbitro de fútbol, Javier Castrilli, lo denunció al Pimpi, a David Cohen y al mismísimo Eduardo López por delitos varios.
Y el 18 de febrero de 2010, Roberto Camino fue denunciado por amenazas simples contra la jueza provincial Raquel Cosgaya.
Después aparecen otros hechos en medio de estas palabras, sangre y silencios.
Apuntes que simplemente significan pensar en voz alta.
A fines de 2008, López perdió la presidencia de Ñuls.
Pero no perdió nada más.
No avanzó ninguna causa en relación a la situación patrimonial, deportiva, económica y financiera que denunció la nueva comisión directiva por los medios de comunicación y que, sin embargo, no mostró el mismo interés a la hora de producir investigaciones en sede judicial.
López anda tranquilo por las calles del centro de la ciudad a bordo de su potente automóvil.
El que perdió fue su mano derecha, su pesada mano derecha, Roberto Pimpi Camino.
Uno de los hombres que más conocía de aquellos negocios que realizara su viejo patrón.
En el día del cumpleaños número 56 de Eduardo López, el Pimpi se llevó todos los secretos a la tumba.
Para uno de los hermanos del Pimpi, Alberto, “lo dejaron solo”.
¿Quiénes lo dejaron solo, quiénes lo abandonaron al Pimpi?.
Seguramente aquellos que en otros tiempos lo supieron acompañar y proteger.
Gente con poder y llegada a distintos factores de poder: político, judicial, económico, policial y mediático.
Extraños poderes que siempre encuentran a los precisos ejecutores de sus órdenes, los superiores que -por ahora- gozan de impunidad.
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