Por Carlos E. Galli
Es obvio que por estos días se vislumbra un cambio en el humor social de los argentinos, y su perdurabilidad estará ligada a que ciertos sucesos, halagüeños por cierto, sean provistos de contenido para que el devenir del tiempo no los ubique una vez más en el terreno de lo efímero.
El pueblo copó las calles para conmemorar el Bicentenario, y en nuestra ciudad, el último 20 de junio, se vivió una fiesta plena de alegría y participación, como no se veía desde hace buen tiempo, más allá de las diferencias políticas e ideológicas de sus protagonistas.
Asimismo, comenzó a rodar la pelota -no se charla de otra cosa- y nuestra selección cuestionada en la previa desde su juego y ni que hablar de su técnico, acaba de finalizar su primer ronda con un fútbol que despierta el entusiasmo y la credibilidad con vistas al futuro, pero a sabiendas de que se aproxima la hora de verdad y en el deporte que nos apasiona, todo es posible. Otro motivo para que el país se embandere y siga de festejos .
Una realidad ésta, que contrasta con el escenario trágico que los agoreros de la información, funcionales a poderosos intereses, vienen vaticinando con escaso éxito desde su creencia que las movilizaciones campestres alumbraban un país hecho a su imagen y semejanza.
No vivimos en el paraíso, pero la realidad desmiente esa Argentina en llamas, que vaticinaron los mercaderes de la noticia, por el contrario no se vislumbran en lo inmediato episodios que nos devuelvan a la zozobra.
Los últimos vaivenes de nuestra historia sociopolítica y económica son ilustrativas al respecto: contradictorios, mutantes, paradójicos, ciclotímicos, fascistoides en números apreciables, y por el otro, millones que ansían construir una Nación inclusiva y más democrática, los argentinos van en busca de su identidad.
Ejemplos sobran. No hace tanto tiempo, a los pies de nuestro querido Monumento a la Bandera, el “campo” engolaba su voz, defenestrando al gobierno, se asumía como un Estado paralelo y junto a la prensa adicta, predecían el deceso kirchnerista. Presumían ser La República.
Hoy, la evidencia los desmiente, y la presidenta fue saludada con afecto por una multitud.
Simultáneamente, los desterrados del fútbol en directo, Niembro y Cía, desparramaban mierda- siempre solapadamente como es su característica- en la previa al Mundial, prejuzgando a Maradona y sus “23 fieras”. Presagiaban días negros. Ahora parecen satisfacer los desafíos de Diego, y junio los encuentra haciendo de la succión un culto. ¡Ojo! No están muertos, están agazapados, al menor traspié la prensa basura volverá a vender sus miserias a la Mesa de Enlace, ensalsará a cualquier derecha que asome, y subirá el riesgo país; Diego volverá a ser un pobre muchacho enfermo oriundo de Villa Fiorito y Verón, inglés.
No todo sucede en Sudáfrica y por estos lares también pasaron cosas y no menores.
Un zapping informativo nos lleva a Gualeguaychú; donde después de tres años y medio se levantó el corte, y la otra Corte, la Suprema, falló a favor de la aplicación de la ley de medios, y hubo internas partidarias. Giustiniani arrasó en el socialismo y Alfonsín derrotó al cobismo, en las elecciones radicales y el peronismo de “la federal”, como lo bautizó un amigo, hizo su presentación pública: Reutemann, Duhalde, De Narváez, Romero, Solá y Rodríguez Saá. Sin Macri. Dios los cría y ellos se juntan.
Los episodios de Bariloche nos devuelven imagenes que se repiten en unuestra extensa geografía: “la alta” y la “baja”. En Bariloche, ambas invertidas, en la Alta Bariloche vive el pobrerío
En este coktail nos encontramos. El resultado, su sabor predominante, se altera con frecuencia y es un desafío para la sociedad suministrarle los suyos , en dosis constantes para neutralizar ese gusto amargo, indigesto, del cual ya bebimos demasiado.
Es un momento bisagra, o pergeñamos un modelo progresista, que incluya pluralidad de ideas, discutiendo los grandes temas que nos aquejan, y actuando en consecuencia, convocando a la participación ciudadana y en sintonía con el resto de Latinoamérica o las vuvuzelas de los fundamentalistas de mercado recuperarán su estridencia.
La construcción deberá deponer soberbias y enconos, tanto del gobierno-ya lo sufrió en carne propia-y de sus potenciales aliados. Una oportunidad de cara al futuro.
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