sábado, 27 de marzo de 2010

El ocio y su negación, hacen negocio

Por Bruno Javier Del Barro | 21 años

« La naturaleza humana misma
busca no sólo el trabajar
correctamente, sino también
la capacidad de emplear
bien el ocio. Este es, una vez más,
el fundamento de todo…»
Aristóteles.

Cada minuto, cada generación, está más informada que la anterior. ¿Necesitás saber algo? Enter. Te aparece la respuesta en el Google. Ni por un instante, hemos pensado. Gracias a Dios o Bill Gates nuestro valioso tiempo no fue desperdiciado en averiguaciones inútiles que ya otros realizaron. ¡Es tanto lo que se puede saber sin molestarse en descubrirlo por uno mismo!
No hay nada nuevo bajo el sol dicen, nada que se pueda agregar a las líneas de la historia y los grandes descubrimientos. Ahora es cuestión de ir cargando en las espaldas de la siguiente generación aquella parva de conocimientos, que deberá tomarlos como una caja cerrada, rebosada en datos que deberán adquirir, pero pocas veces discutir.
Mientras escribo, el Word corrige mis errores ortográficos. Un problema menos. Sin embargo, la carrera de Lengua y Literatura me aplastará con miles de fotocopias durante años para algún día dar cátedra del tema, haciendo valer, por lo menos, el legado milenario de hombres que como artesanos dieron forma a las palabras sin exigir un centavo; omitiendo, que los genios de Microsoft ya programaron todas esas reglas gramaticales en un sistema informático que funciona automáticamente una vez instalado en el software, ganando millones; y nosotros, olvidando, por falta de práctica, los conocimientos que inútilmente adquirimos en nuestros años de educación básica. Pagamos por ese espacio libre en nuestra materia gris.
A pesar de todo, las tecnologías no liberaron al hombre de la esclavitud y la servidumbre, sino que por el contrario permitieron un aumento del desempleo y una devaluación de la mano de obra. El tiempo libre en nuestros días continúa disminuyendo, poco es lo que tenemos que pensar, mucho lo que tenemos que trabajar y estudiar, para ganar, para subsistir, para lograr adquirir, aunque sea en cuotas, todo aquello que nos ahorre tiempo y neuronas.
De modo tal que todo se podrá saber, desde el instante en que el niño ve la luz: nombre de las cosas, tamaño, edad, forma, ciclo de vida, variedad, precio, el acontecer de remotos rincones del planeta sin moverse necesariamente; pasado, presente y futuro. Excepto una sola cosa le será esquivo de respuestas: cómo sobrevivir en el mundo, ese que parecía no tener misterios. Todos mirarán para otro lado ante la indagación, pues nadie aún ha descubierto la fórmula.

Cada vez más es lo que podemos llegar a saber en cantidad de información, cada vez menos lo que podremos llegar a hacer con ella

La curiosidad será permitida en una primera instancia, más tarde también será socialmente razonable la ostentación de ideales, pero a no entusiasmarse, tarde o temprano deberá acabar si se quiere sobrevivir la carrera de la vida, donde no hay ganadores, excepto los organizadores del torneo.
Llamada a Tierra, ¿Qué querés hacer con tu vida? El tiempo se acaba… es hora de elegir… no te entretengas en el camino o terminarás colgado de la nada… luchando apenas por sobrevivir…
A algunos afortunados se le barajarán y pondrán las opciones sobre la mesa. ¿Qué prima? ¿La valentía de hacer lo que uno ame hacer sin morir en el intento -sobre todo si ese sueño incluye el bienestar general-, o ser obediente a intereses familiares o tendencias del mercado laboral?
Tal como indican las investigaciones de Huertas y Agudo, la mayoría de los alumnos, cuando llegan a estudios superiores, admiten que tratan de “no complicarse la vida” y “pasarlo lo mejor posible”, y únicamente se esfuerzan cuando consideran que la materia vale la pena y supone un reto a su inteligencia, cuando aquello que tienen que aprender resulta relevante, cognitivamente desafiante o profesionalmente útil. Con eso es suficiente. Nada se gana haciendo más de lo necesario, los conocimientos y la sabiduría son de gran importancia, siempre y cuando sean rentables de alguna manera en el mercado.

El tiempo de ocio es tiempo desperdiciado, es poco lo que se descansa para no perder la gran carrera…

Es irónico por lo menos, pensar que la cultura occidental, la de las ciencias y enormes progresos, otra sería, si las antiguas civilizaciones que la antecedieron, no hubieran tenido extensos espacios de tiempo dedicados exclusivamente al ocio, que nada se parece al tiempo libre en la actualidad.
En palabras de los catedráticos Santiago Segura Munguía y Manuel Cuenca Cabeza, de su trabajo “El Ocio en la Grecia clásica” “…no es fácilmente entendible el nacimiento y apogeo de la filosofía y de las ciencias, en la civilización grecorromana, sin la existencia de un numeroso grupo de ciudadanos, denominados libres, que se vieron excluidos de los trabajos embrutecedores y pudieron dedicarse a la teoría y la contemplación."
Y creería menester resaltar por mi parte que la poesía épica, el teatro, la historia y el drama, la filosofía en sus distintas ramas, desde la metafísica hasta la economía política, la matemática y muchas ciencias naturales son algunas de las cosas que tuvieron su origen en la Grecia antigua.
“La idea del ocio subsistió, en una u otra forma, hasta fines de la Edad Media. Más tarde, la expansión del capitalismo precisó una mentalidad que revalorizara el trabajo. La ética protestante logró trasmutar la condena bíblica "Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, en bendición. En la nueva moral, el ocio fue un contravalor. Para la burguesía protestante no hubo mayor pecado que perder el tiempo. También en el siglo XVIII, Benjamín Franklin advertía, en sus Consejos a un joven comerciante, que “el tiempo es oro; siempre debes mantenerte ocupado en algo útil y suprimir todas las acciones innecesarias” (Osvaldo Baigorria).
Con la nueva moral, cambió el panorama, rápidamente se multiplicaron los incompetentes y los sabihondos y las dos cosas en una sola persona. Las opciones que se ofrecen actualmente sugieren la especialización en una carrera u oficio concreto y extremadamente específico que requiere una dedicación exclusiva, aumentando la posibilidad de convertirse en un completo ignorante en todas las otras cosas que no se elija estudiar.
“Para un alto porcentaje de estudiantes, la posibilidad de su ingreso a la universidad representa una de las metas más importantes de su vida. Sin embargo, no todos los estudiantes que acceden a ella, mantienen a lo largo de su carrera el interés y la persistencia necesarios para concluirla en forma satisfactoria” (María de Lourdes Lule Gonzáles).
Es potencialmente improbable que un alumno que comience una carrera, la termine. La carga horaria indispensable, no se encuentra en contexto con los tiempos que corren, que, dicho sea de paso, corren y corren rápido. La necesidad inmediata de ingresos para subsistir, la obligación, a veces de trabajar o la firme decisión personal de dar una mano en casa, donde hacer malabares con los números es deporte familiar.
En esta harapienta y agujereada bolsa de trabajo, donde si no metes la mano a tiempo te quedas con nada, el aprendizaje teórico es un tanto secundario, o se lo ve como una salvación -para aquellos que tienen los recursos- de elevarse a una categoría más competitiva del mercado laboral y profesional.
Hace más de diez años el diario Página 12 ya revelaba en una encuesta que siete de cada diez jóvenes opinaban que la deshonestidad era el único camino para alcanzar el éxito.
Siendo así, el paupérrimo compromiso de los estudiantes, la perdida de la humanidad y alienación causada en el seno de una sociedad que gira en torno a la economía.
De todas maneras ahí están, organizaciones e instituciones que con gran esfuerzo fueron erigidas. Al ingresar a ellas, nos encontraremos con un plan de estudio detallado previamente y que con el consentimiento de los profesionales autorizados que decidirán según el desempeño y los resultados obtenidos, quién recibe el título que permitirá ejercer legalmente la profesión. No importan intenciones, principios éticos y morales o proyecciones a futuro: con engullir una cantidad precisa de datos, nombres y fechas es más que suficiente para los ojos de la ley.
“Es necesario insistir una vez más en que si no estamos dispuestos a comprometernos –principalmente los universitarios- a luchar pos los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoamérica demanda –principalmente en educación y salud- seguiremos siendo testigos de esta sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas (Dr. René Favaloro, de "Recuerdos de un médico rural"). “A mi entender lo que más debe preocuparnos es volver a despertar en los niños y en los adolescentes los valores esenciales, sin los cuales poco importa su capacitación técnica o profesional. (Dr. René Favaloro, de "Don Pedro y la educación").

No hay comentarios: