lunes, 6 de julio de 2009

Barbi Superestar I

Por Bruno Javier Del Barro | 20 años
Hace no menos de cinco años, entraba Barbi a la comisaría. No parecía ser por primera vez.
-Hola, Ricardo -saluda al comisario.
- Nena, ¿otra vez vos acá?
Barbi tenía menos de diecisiete años, es de contextura pequeña y muy flaca. De piel blanca como la leche.
- Mandala con los peligrosos.

Barbi es escoltada no a la celda de mujeres, tampoco a la de hombres que estarán la mayoría sólo durante la madrugada, sino que será encerrada con los hombres más violentos que tiene la sección.
No mucho tiempo antes, recuerda otra ocasión en que fue detenida y atada, desnuda, de sus miembros. Sus ropas no las revisaron, ni antes ni después de ser golpeada con unas esposas por las dos mujeres policías de turno.
La muchacha es encerrada donde se dispuso y enseguida sus verdugos se retiran. Van a jugar a las cartas, se escuchan sus risas, expectantes a próximos gritos de auxilio que pretenden ser desatendidos.
Largos debían ser sus días que para matar el aburrimiento dependían de la perversidad. Por esa misma época, un muchachito albañil fue detenido, por portación de cara. Lo retuvieron y lo gastaron toda la noche, sólo por diversión. El vio como a otros dos reclusos, también muy jóvenes, los obligaron a limpiar el piso, desnudos, mojados y en pleno invierno, para colmo, le colocaron delante un ventilador turbo.
Donde Barbi se encontraba, nada pasaba, nada se escuchaba, nada que alimente el sadismo de los uniformados. Uno de ellos, ansioso, se acercó a la celda y escuchó atentamente.
- ¿Dulce o amargo?
- Amargo, por favor.
- Barbi, ¿una factura?
- Sí, amigo.
No había nada que hacerle, Barbi era Barbi, acá y en la China y su presencia siempre se hizo notar, a veces con buenos resultados, a veces con malos. Ella era consciente de que cargaba con una vida poco vulgar.
Cuando niña, en la oscuridad de su hogar, despertaba en la madrugada, y haciendo los mínimos movimientos acostumbrados, caía desde su cama al piso, y luego debajo de esta. Había sido adiestrada para esperar debajo de la cama hasta que pase la balacera, que atravesaba las chapas.
Al tener edad suficiente, ella debía enfrentarse a los tiros junto con otros vecinos y familiares, protegiendo a los más pequeños.
Resulta que le tocó ser sobrina de.
Su tío fue el líder de una de las bandas de la Tablada, que a los tiros mantenía el control sobre el barrio y el negocio de la droga. Hijo de policía, tuvo una breve pero fructífera carrera delictiva que sobrecargó un prontuario.
Su sobrina fue empapada de experiencias tales que en parte la convirtieron en la persona que es en la actualidad. En lamentables oportunidades, se encontró al mando de la cuadrilla, cuando su tío estaba en viajes de negocios o preso, guiaba a sus secuaces hacia las feroces disputas barriales, de aparición recurrente en las crónicas policiales de los periódicos locales. Enfrentamientos originados en su mayoría por un líder que, ya muerto, continúan llevándose víctimas.
“Enemigo público número uno” dijeron de él los vecinos en el diario.
Acusado de homicidio y lesiones graves en el 2000, a los quince años, declarado no punible. Después, antes de la mayoría de edad, otros tres antecedentes: resistencia a la autoridad en febrero del 2001, lesiones y amenazas en marzo; abuso de armas en enero del 2002. Siendo mayor en el 2003, denuncia por lesiones dolorosas. Marzo del 2004, portación de arma de guerra y homicidio de Sergio Romero, ese mismo año. Sumó denuncias por portación de armas, en abril del 2006, lo acusaron de haber baleado a Marcelo Ayala el 11 de septiembre; acusado haber atacado a balazos a su propio padre en julio del 2007 y el 1º de diciembre de ese año, se registró la última denuncia contra él. Su pareja, una chica de 17 años, embarazada, quien dijo en la seccional que era sometida a malos tratos. Acusado de estar involucrado directa o indirectamente en decenas de homicidios en sólo nueve años. Esto es sólo para mencionar algunas acciones del joven que fueron publicadas.
Cabe destacar que ninguna de las acusaciones pudo ser demostrada por la Justicia, y murió sin una sola condena el año pasado a causa de una infección causada por una patología de base, a la edad de veinticuatro años.
Barbi Superestar, niña prodigio, protegida de su tío, apodada de esa forma por una bella canción de Joaquín Sabina que describe a una mujer, fue una chica que no descuidó ni por un día sus deberes escolares, Barbi era de hecho, alumna ejemplar en su colegio. Soñaba con ser abogada, también en momentos de ocio se atrevía a delirar con algo parecido a una vida normal. Para esto tuvo que esperar mucho tiempo.
-“… todos quisieron matar a mi tío, pero nadie tuvo el valor de dispararle en la cabeza como deseaban. Tenemos mucha gente en la organización y nada va a parar esto.”
“Soy la sobrina de…, perteneciente al hampa y esto no se termina...” -son sus palabras respecto a la noticia del fallecimiento.

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