lunes, 1 de junio de 2009

Esperanzas y proyectos colectivos. EPICAS II

INVESTIGACION PERIODISTICA | Por Carlos del Frade | delfrade@ciudad.com.ar

A cuarenta años de los rosariazos y casi doscientos de la revolución de mayo, el protagonismo de los trabajadores de Mahle y el arte que surge de barrio Ludueña nutren de algo nuevo los tiempos del tercer milenio. Más allá de las encuestas y las operaciones de prensa, el subsuelo de la vida cotidiana se mueve en la dirección que exige el corazón y la necesidad de las mayorías. Vayan estas postales del presente y el pasado prohibido como muestras de algo distinto que apunta a un mañana mejor para los que son más en estos arrabales del mundo.

Mahle, los pibes y las maestras de Barrio Godoy
- La empresa termina siendo más tuya que de ellos 96 -dijo Claudio Maldonado, delegado de los trabajadores de Mahle, en diálogo con este cronista.
Casi un mes después del anuncio del cierre de la fábrica de aros de pistón dispuesto desde la lejanísima Alemania, el medio millar de obreros sigue peleando y muestra una dignidad a la altura de los fuegos de los rosariazos, justamente a cuarenta años de aquellos días de luchas sociales.
Cuando llegó el primero de mayo, día internacional de los trabajadores, los empleados de la multinacional que factura más de cuatro mil millones de euros anuales -según reza su propia página oficial en Internet- fueron abrazados por las palabras de chicas y chicos de las escuelas vecinas.
Las pibas y pibes del Barrio Godoy, de la escuela técnica 346, ubicada en Deán Funes y Colombres, decidieron escribir: “Cierre = desempleo = pobreza = exclusión” • “No a la violencia de los despidos” • “No es culpa de las familias lo que le pasa a la empresa” • “Sí al trabajo, porque es un derecho, porque no hay buena vida sin trabajo” • “Lo digno es trabajar, no salir a robar. Si quinientas personas trabajan el mundo sería mejor” • “¿Por qué no ayudamos a los no tienen, en vez de ayudar a los que tienen de más?”, decían las frases colectivas.
Uno de ellos, Mauro, de quinto año, apuntó: “En un mundo de envidia, de hipocresía, de falsedad, existen jóvenes con ganas de vivir. Por eso hoy nos unimos y más que nunca sacamos fuerza de donde no las tenemos, para aportar nuestro grano de arena, en la lucha de los trabajadores de Mahle, que sólo quieren llevar un plato de comida a sus hogares. Por ese motivo los jóvenes de la Escuela Nº 346 no podemos permitir que cierren la fábrica, pues al cerrarla se apagan los sueños de cientos de trabajadores que sólo quieren un futuro digno para sus familias. Trabajadores de Mahle sigan adelante. La EET 346 está con ustedes.”
Por su parte, Sofía Bogoni y Noelia Ayala, de cuarto año, expresaron: “Hoy se pueden quedar sin trabajo aproximadamente quinientas personas, o sea quinientas familias que tienen que preocuparse por qué van a comer el día de mañana y con qué van a sustentar a sus familias de ahora en adelante. ¿Por qué se pueden quedar sin trabajo?. Porque los dueños de la fábrica Mahle, personas que no tienen que preocuparse por cómo van a vivir, no piensan en esas personas que trabajan más de ocho horas diarias, y que con el sueldo miserable que les pagan apenas pueden llegar a fin de mes. Esos trabajadores lo que están pidiendo es poder seguir trabajando, por eso nosotros nos unimos a ellos para pedir con ellos y hacernos escuchar. Para hacerles entender que hay personas además de ellos, que viven otra realidad, que no todos andamos en autos importados, que no todos tienen para comer todos los días y que la mayoría tiene que salir a laburar porque sino sus hijos se mueren de hambre. Y que todos pensamos en nuestro futuro y en el de nuestra familia, por eso les pedimos que se unan a nuestra causa y nos ayuden a ser escuchados. Gracias.”
Palabras que surgen desde el corazón palpitante de pibas y pibes que entienden qué significa el trabajo y la fábrica para el barrio.
Palabras a las que se agregó la voz de la directora, María Elena Guiú, alias Maia, que está en esas aulas desde el principio como profesora de biología y a partir de 1994 ocupando cargos directivos. Maia es también la delegada de AMSAFE.
Ella sintió la necesidad de remitir una carta a los hombres y mujeres de Mahle.
“…decidimos salir al barrio. Recorrimos escuelas, vecinales, dispensarios; tanto de Barrio Godoy como de Cabín 9. Todos quieren firmar la invitación al acto. En todos los grupos hay algún allegado que trabaje ahí: el consuegro de la cocinera, el marido de la vicedirectora, el amigo del vecinalista, el hermano del profesor, el vecino de la portera. Tanto entre los trabajadores como en el barrio hay consternación, dolor, bronca. Es que “Daneri”, así la seguimos llamando, es de todos. De alguna manera está en el inconsciente colectivo que esas paredes, además de ladrillos, tienen la marca de las espaldas de cientos de seres queridos que pasaron por allí. Que si se hiciera un verdadero estudio de la aleación con la que se hacen los aros, se encontraría que lo que permitió que el producto tuviera prestigio internacional, son el sudor y las lágrimas de los hombres y mujeres que los tuvieron en sus manos. Hoy una de mis ex alumnas, una querida ex alumna, se queda de noche aquí haciendo guardia, cuidando lo que de alguna manera sabe que es suyo. Pasa que es cierto que en las escuelas enseñamos a trabajar y también a luchar. Enseñamos también que cuando estamos en problemas debemos apoyarnos en los otros trabajadores, y que, en la recíproca, debemos acudir en ayuda del compañero que la está pasando mal. Y somos muchas veces muy impiadosos con nosotros mismos. Tendríamos que reconocer que si bien no pudimos, todavía, alcanzar una sociedad más justa, tuvimos, tenemos, tendremos razón de intentarlo. Y ganaremos cada vez que un joven sepa que no todo se compra, ni se vende y sienta ganas de querer cambiar el mundo. Y tengo un sueño, qué tanto, si por soñar no cobran: Que alguna vez la fábrica lleve un nombre con el que se sientan representados todos y cada uno de los trabajadores y trabajadoras que pasaron por ese portón en estos 67 años, porque ellos, porque ustedes, son sus verdaderos dueños. Un fraternal abrazo a todos, cuenten con nosotros”, terminaba diciendo la carta.
Mientras los trabajadores de Mahle siguen peleando para que la palabra futuro tenga sentido en su vida cotidiana, decenas y decenas de pibas y pibes junto a sus maestras multiplican la dignidad, la rebeldía y el abrazo.
Razones y sentimientos que deben ser comprendidos en la lejanísima Alemania desde donde partió la orden de cerrar la fábrica.
Algún día entenderán, ellos, los alemanes, que Mahle, como dice su delegado, no es de los que únicamente ganan dinero, sino de sus trabajadores, del barrio, de los pibes, del palpitante corazón de Barrio Godoy, en el oeste de esta comarca llamada Rosario.

Varón, Barrio Ludueña
Varón le viene peleando al sistema desde muy chiquito.
Sus padres eran del norte de la provincia.
Vinieron desde Calchaquí y recalaron en el Barrio Ludueña, extremo y lejano oeste rosarino.
Fue y es amigo de Claudio “Pocho” Lepratti y con otras y otros pelearon contra la droga desbocada y a fuerza de afectos y dolor, Varón y los suyos, el grupo “La Vagancia”, fueron encontrando significados a palabras tales como mañana, proyecto, alegría y construcción colectiva.
Nada le es fácil a Varón.
Pero allí está él.
Guitarra, caja y algún bombo.
Canta Varón. Le canta a la lucha y la dignidad de Madres de Plaza de Mayo como Aurora Fracarolli, Erminia Severini y Queca Kofman.
El sábado 16 de mayo presentó su nuevo disco “De ahí soy…de ahí vengo”.

“Clara hoy despierta y mira
a sus tres hijos dormir
abrazada a sus cuerpos
pidiendo a Dios
un día mejor.
Clara hoy volvió a sentir
lo mismo que ayer yo vi
que ser padre y madre
no es lo que soñó
ella quería amor.
Clara se viste de sol
y se pone una flor
al costado de su mirada
golpeado rostro de colores
y una historia de amor
Clara apura y viste
de blanco escolar y llora
y se pregunta hasta cuándo
y piensa qué comerá hoy
y reinventa lo que hay
Nadie sabe de dónde Clara
saca dulce mirada
reconoce al dolor
abraza al amor
dijo Clara a mi canción
Clara se viste de sol
y se puso una flor
al costado de su mirada
golpeado rostro de colores
y una historia de amor
Abrazada a sus hijos
lo mismo que ayer yo vi
y piensa qué comerá hoy
abrazada al amor.
Clara se viste de sol…”

Así canta Varón.
El mismo muchacho que debía graduarse en la secundaria cuando las balas de La Santafesina SA le arrancaron a Pocho de su vida.
Así canta Varón.
Palabras de la lucha y la dignidad del barrio Ludueña, donde el padre Edgardo Montaldo sigue peleando contra los crucificadores del sistema y multiplica esperanzas para que de una buena vez sean exiliados los mercaderes del templo de la vida cotidiana.

Más allá de los comedores
La provincia de Santa Fe es la primera productora de leche en América del Sur y uno de los principales territorios en multiplicar el pan y la carne.
Un reciente estudio económico sostiene que los más de tres millones de santafesinos producen más de 70 mil millones de pesos anuales. Cifra que determina un ingreso por cada habitante en edad adulta de cuatro mil pesos mensuales.
Sin embargo, en esta tierra tan rica y extensa, la riqueza es para pocos.
Consigna que equivale a decir que el presente y el futuro también son propiedad privada.
Hay más de 600 mil pibas y pibes menores de catorce años que sufren las consecuencias de la pobreza.
Pibas y pibes a los que les cuesta vestirse, ir a la escuela, crecer en casas mínimamente confortables o comer bien todos los días.
No hay cambios profundos en la provincia que durante casi un cuarto de siglo fue conducida por un peronismo al revés y ahora por un socialismo que aún no avanzó demasiado a la hora de enfrentar el invicto privilegio de unos pocos.
De tal forma, el segundo estado de la República Argentina muestra números de fantasía ante los ojos extraños y ajenos, pero es sacudido desde abajo, por el crecimiento de las urgencias sociales.
El ministro de Desarrollo Social de la provincia, Pablo Farías, denunció que el gobierno nacional debe quince millones de pesos en concepto de dos cuotas de un plan nacional alimentario.
El funcionario socialista sostiene que “desde los comedores comunitarios informan que hay más chicos y estos niños llegan con más hambre”.
Nadie pone en duda la certeza de la deuda del gobierno nacional pero es fundamental mirar hacia dentro de la provincia para entender por qué sucede este crecimiento del número de los desesperados comensales que atiborran los centros comunitarios.
Farías dice que en el último año la demanda de los más necesitados aumentó entre un dieciocho y veintidós por ciento.
- Desde los comedores comunitarios nos informan que hay más chicos y que estos niños llegan con más hambre. Nosotros estamos seguros que muchos niños la única ración de comida que reciben es en un comedor comunitario – asegura Farías.
El gobierno socialista se ha hecho cargo de las deudas nacionales, pero todavía no pudo encarar un proyecto político de transformación profunda en la provincia de Santa Fe.
Mientras 600 mil pibas y pibes forman parte del universo de la pobreza, las principales treinta empresas radicadas en el territorio y que están incluidas entre las doscientas más poderosas de la Argentina, facturan unos 56 mil pesos cada sesenta segundos.
Una obscena concentración de riquezas en pocas manos que explica el por qué crece la necesidad de concurrir a los comedores comunitarios.
Es en esa diferencia abismal donde hay que buscar las causas de tanta renovada urgencia social.
En la provincia de Santa Fe, rica en alimentos, suelos y climas, el hambre avanza en forma paralela a la complicidad de políticas estatales que no quieren transformar la realidad sino que se resignan a gestionarla.
Algo que está más allá de las deudas que mantiene un gobierno nacional siempre más preocupado en su permanencia que en las penurias de los que son más.

1810
- Los rosarinos tienen un carácter díscolo y levantisco -fue la opinión de Prudencio María Gastañaduy, gobernador de Santa Fe, en los tiempos finales del virreynato del Río de la Plata.
Los vecinos de la capilla del Rosario sumaban cuatrocientas personas más otros cuatro mil habitantes en la llamada zona rural entre Carcarañá, el arroyo del Medio, el río Paraná y "las pampas".
Fue recién el 15 de junio de 1810, cuando el capitán Gregorio Cardozo, a cargo de las flacas guarniciones militares asentadas en Rosario, recibió la noticia del levantamiento de Mayo.
El cura y maestro, Julián Navarro, fue el primero en felicitar a Cornelio Saavedra, presidente de la primera junta de gobierno nacional. Hacía un poco más de un año que el sacerdote había llegado al Pago de los Arroyos y llevaba un tiempo enfrentado al alcalde Isidro Nogueras, elegido por el gobernador sin respetar los pedidos de los vecinos del poblado. El cura lo calificó de demente.
A partir de semejante compromiso político del sacerdote, Gastañaduy amenazó con severos castigos a los rosarinos.
El cura Navarro, cuando estalló la revolución, profundizó su crítica a Nogueras y el pueblo se dividió en dos. Es llamativo subrayar que "la mayor parte y los más pudientes de los europeos contrarios al cura, tan enemigos de éste como de la patria" se complotaron contra el sacerdote político. La pulseada la ganó Navarro.
Un cura haciendo política desde las necesidades de la población y a favor del primer gobierno patrio.
Navarro junto a Cardozo se sumarían después a las tropas de Belgrano en los días de la creación de la bandera, a las milicias populares de Celedonio Escalada que fueron a sangrar junto a los granaderos de San Martín en San Lorenzo y enfrentaron la contrarrevolución encabezada por Santiago de Liniers y los españoles desde Córdoba. El sacerdote terminó siguiendo a San Martín en su campaña a Chile.
Aquella manera de entender la pastoral del presbítero Navarro, con evidente apoyo de la población rosarina de aquel entonces, lo llevó a dar auxilios espirituales en el propio campo de batalla en San Lorenzo. No estaba en la capilla. Puso el cuerpo junto a los que luchaban "por la revolución", mientras el obispo de Buenos Aires, Lué y Riega, abominaba del intento de mayo de 1810.
Seis años estuvo Navarro junto a los rosarinos hasta 1814, cuando el programa artiguista captaba las voluntades existenciales de aquellos que fueron definidos como díscolos y levantiscos.
El cura terminó preso en Valparaíso y Copiapó por sus ideas liberales e incluso fue diputado en 1828.
Una de las experiencias que más influyó en su formación ideológica fue una experiencia junto a los indios charrúas y su colaboración en Arroyo de la China, hoy Concepción del Uruguay, junto al párroco José Bonifacio Redruello, en donde la vida junto a los naturales profundizó su contacto con la realidad de los oprimidos de entonces. Era el mismo caldo social y político que parió al artiguismo.
Murió el 4 de setiembre de 1854 y su militancia política a favor de la libertad y la igualdad fue prácticamente borrada de la memoria de la iglesia argentina, en general, y rosarina, en particular.

Las banderas
de los rosarinos

- En este momento que son las seis y media de la tarde se ha hecho salva en la batería de la Independencia y queda con la dotación competente de los tres cañones que se han colocado, las municiones y las guarniciones. He dispuesto para entusiasmar las tropas y a estos habitantes, que se formen todas aquellas y las hablé en los términos de la copia que acompaño. Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer celeste y blanca conforme a los colores de la escarapela nacional -escribió Manuel Belgrano, el dirigente político más claro que tuvo aquel momento fundacional.
Fue el cura Navarro el que bendijo la bandera: "Venced a los enemigos interiores y exteriores para que América fuera templo de la independencia, la unión y la libertad", fue el juramento auspiciado por el sacerdote.
Junto a él estuvo quien se constituiría en el otro referente popular de los primeros años de la revolución, Emeterio Celedonio Escalada y Palacios, nacido en Rincón de Soto, Logroño, provincia española de La Rioja, el 31 de agosto de 1762.
Celedonio había estado desde 1780 en la Banda Oriental y en febrero de 1811 había participado del llamado Grito de Asencio, la proclama de liberación de los uruguayos, como comandante de Blandengues de Soriano. Incluso Escalada se insurreccionó contra el gobierno porteño y en abril de aquel año constituyó el primer cuartel general revolucionario en la "Capilla Nueva" de Mercedes. Celedonio, auténtico pionero de la revolución, como lo llama el investigador Nelson Caula, en su imprescindible "Artigas ñemoñaré".
Belgrano decide que Celedonio Escalada se convierta en comandante militar del Pago de los Arroyos.
Lo interesante de estos detalles de la historia rosarina es la adhesión de los pobladores del viejo Pago de los Arroyos a las ideas de Belgrano, Navarro y Escalada.
Son los primeros líderes que consiguen convencer a los habitantes de estos arrabales del mundo para que sigan un proyecto colectivo de transformación.
"La repartición de las riquezas hace la riqueza real y verdadera de un país, de un estado entero, elevándolo al mayor grado de felicidad, mal podría haberla en nuestras provincias, cuando existiendo el contrabando y con él el infernal monopolio, se reducirán las riquezas a unas cuantas manos que arrancan el jugo de la patria y la reducen a la miseria", era el pensamiento político económico de Belgrano de toda su vida. La misma idea que propuso a Mariano Moreno a la hora de sintetizar lo que después sería el Plan de Operaciones de agosto de 1810 y la que terminó condenándolo a la miseria y al olvido cuando la revolución fue reemplazada por las relaciones carnales entre la burguesía porteña y los intereses del imperio inglés.
Libertad e igualdad para que después haya felicidad y seguridad, eran las consignas del artiguismo que se encarnaban en el cura Navarro y en Celedonio Escalada. Y un sujeto social: "los más infelices serán los privilegiados".
Aquella primera bandera que fue causal de amonestación para el primer triunvirato, en realidad, sintetizaba las otras banderas, independencia, lucha contra la riqueza y destino común con los otros pueblos de América del Sur.
Esas banderas fueron abrazadas por el pueblo rosarino y decenas de ellos sangraron por hacerlas realidad.
El proyecto colectivo inconcluso del pueblo rosarino está en aquellas banderas.
El silencio sobre esas ideas políticas condena a las nuevas generaciones de rosarinos a ignorar el sentido colectivo que alguna vez conmovió esta tierra.
Rosario seguía siendo un lugar poblado por rebeldes.
Belgrano, Navarro y Escalada expresaron ese espíritu levantisco como lo había calificado el gobernador santafesino puesto a dedo por el virrey.
Años más tarde, el Pago de los Arroyos sería incendiado, justamente, por la perdurable adhesión de sus pobladores a las ideas revolucionarias de Artigas.
De esto tampoco dio cuenta la historia oficial.

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