lunes, 1 de junio de 2009

EDITORIAL

Por Carlos E. Galli
Las elecciones legislativas del 28 de junio ingresan en su etapa final y es de imaginarse a cada aspirante a representarnos, día a día, con la carpetita de encuestas bajo el brazo, que les brinda cada consultora, que transitan desde lo atinado a lo burlesco. El día después, al confrontar números y realidad, más de una encuestadora rayó en lo ridículo. Parte de la timba, pasión argentina, generadora de fantasías desmedidas y posteriores desazones.
Es que ante la ausencia de debates serios y profundos por los grandes temas nacionales a resolverse, no son pocos los candidatos moldeados en estudios marketineros, desprovistos de convicciones, vírgenes de militancia política, y que sin embargo por portación de rostro o apellido, entrenados en locuacidades y silencios, buena billetera propia o ajena, son presentados -resaltando sus “atributos”-, como un producto novedoso. Un fenómeno que supo potenciar con habilidad, el ex convicto de Anillaco, dos veces presidente, por voluntad de los argentinos.
El “lifting”: mutación total o chapa y pintura -depende de la biaba a la que se someta el paciente-, se comenzó a inscribir como un símbolo de la época. El maquillaje, sirve para mostrar una cara distinta y se extendió a una parte de la clase política a la cual la sociedad le expresaba su repudio como pocas veces, siendo el punto de inflexión, el trágico diciembre de 2001. “Que se vayan todos”, clamaban los argentinos en las calles, por cierto una exageración, a pesar de los merecimientos de más de un funcionario público.
Hoy, varios años después, casi todos se han ido reciclando. Muchos cambiando de camiseta según la ocasión, ocupan o pretenden ocupar sitios de poder para el cargo que sea.
Esta breve introducción surgió luego de escuchar una animosa charla de amantes de la política en la cual un disparador fue una excelente nota que publicara María Elena Walsh, titulada “Desventuras en el País Jardín -de- Infantes”, en dictadura, publicada en Clarín, el 16 de agosto de 1979 -edición agotada- y que luego le costó la censura de su obra. Un texto que aún circula por el mundo entero como un canto a la libertad de expresión. “Sólo podemos expresar nuestra impotencia, nuestra santa furia, como los chicos: pataleando y llorando sin que nadie nos haga caso”, denunciaba María Elena.
Treinta años después, los interrogantes giraban en torno a cuánto se había modificado ese “Jardín - País”, desde aquellos días al presente, discusiones inconclusas que nos deberíamos seguir dando, para enriquecerlas, reflexionar y actuar en consecuencia.
El disparador había surgido de otro: el tono de la campaña política. ¿habíamos crecido como país? ¿la democracia se había profundizado? ¿la calidad institucional era otra? ¿ y la justicia social... el reparto de la riqueza... la educación... la participación popular en la toma de decisiones? ¿el pueblo era más escuchado y por ende se atendían sus necesidades? Los interrogantes se sucedieron y superaron a las respuestas. Pero, no es difícil concluir que es imposible pensar en crecer desde la descalificación del otro, de la no admisión de visiones diferentes, de lograr acuerdos mínimos -obvio que no con todo el mundo- políticas tendientes a resolver los grandes desafíos de la época.
Sin embargo, la avidez y el entusiasmo de la polémica tenía como fin no desmerecer la política como práctica, todo lo contrario. La necesidad de cambiarla, de mejorarla, de pensar de qué manera se puede llegar a las personas, para que hagan de ella un ejercicio cotidiano, participando, inyectándole nuevas ideas y luchando para concretarlas. No se logra sólo con el voto, la construcción es día a día, cada cual desde el ámbito que elija o pueda.
El 28 de junio, hay elecciones y siempre se juegan cosas de cara al futuro. Hay legislativas, y no deja de ser propicio el desafío para iniciar nuevas discusiones y debates, más allá que no figuren en la agenda de los grandes medios y en las voces de muchos candidatos. Hacerse oir. Una tarea podría ser el conocimiento de los candidatos, más allá de los que ocupan el primer lugar, su historia, la de su partido, qué intereses representan, qué proyectos encarnan y de qué sectores sociales se pueden nutrir para plasmarlos. Empezando por casa: ciudad y provincia. La concentración de medios, hace que se conozca mucho más la vida de cualquier candidato capitalino que la de uno o una de estos pagos. En Santa Fe, por ejemplo, hay menos problemas, sus grandes referentes son bien conocidos. Pero, no está mal hurgar hacia abajo de cada boleta ¿Quiénes son? Y el que pueda orientar... inclusive orientar al despreocupado o al que ignora qué se vota.
El Frente Progresista pide la ratificación del primer senador socialista, Rubén Giustiniani, con el respaldo de hermes Binner para renovar su banca y lograr el consenso de un año de gestión en la provincia luego de más de dos décadas de peronismo. Un lapso corto si se quiere, pero que muestra diversos puntos de comparación. El análisis del peronismo siempre es más complejo para el desprevenido. Su gran candidato es Carlos Reutemann, ex gobernador, que expresa al centro, o mejor dicho a la derecha, no sólo del justicialismo, dicho por su propio rival dentro del partido, el Chivo Rossi, que expresaría el progresismo y el apoyo al gobierno nacional. Pero el 29 de junio los votos de ambos se derraman en la misma jarra, todos van al PJ. ¿Entonces los votos progresistas pueden engrosar a los de derecha o viceversa? Se merece una discusión ¿No? ¿Qué sabe de los candidatos de Proyecto Sur, con Solanas en capital y Del Frade por Santa Fe? ¿Quiénes representan a la izquierda ¿Qué dicen? ¿Y a la derecha?
Hay tiempo para informarse y a su vez propagar los descubrimientos.
No se termina el mundo con esta elección, pero de cara al 2011, puede marcar avances o retrocesos. También depende de nosotros.

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