miércoles, 25 de marzo de 2009

Investigación Periodística. Santa Fe, la ciudad goleada

Por Carlos del Frade | delfradec@ciudad.com.ar

El fútbol es una de las mejores lupas para ver cómo se manejan los factores de poder en una sociedad.
No puede entenderse Santa Fe si no se analizan los últimos treinta años de Unión y Colón.
La cancha chica del fútbol santafesino explica la cancha grande de la historia santafesina. Minorías manejando las voluntades de las mayorías con el permanente ejercicio de la promesa de un éxito que nunca termina de llegar, al mismo tiempo que las inferiores se van secando, los clubes aparecen endeudados y el patrimonio colectivo en propiedad de unos pocos.
Y en forma paralela, la impunidad de los delincuentes de guante blanco haciendo realidad el teorema de Alfredo Yabrán: “El poder es impunidad”. Y hay pocos lugares que ofrecen tanta impunidad como ser directivo de un club de fútbol de raíz popular como Unión y Colón.
El fútbol se ha convertido en uno de los principales lugares del sistema capitalista para multiplicar el dinero de manera rápida y concreta y sin que se den mayores explicaciones. Una especie de zona franca, zona liberada que se completa con la mirada para otro lado de los distintos organismos de los diferentes estados, nacional, provincial y municipal.
¿Por qué Colón y Unión nunca salieron campeones?
Una pregunta que cuesta encontrarle respuesta desde lo deportivo pero que, sin embargo, puede responderse a partir de los recortes periodísticos de los últimos decenios.
Colón y Unión han servido, en las últimas cuatro décadas, para intereses sectoriales e individuales bastante lejanos a sus objetivos deportivos.
Dirigentes de ambos clubes tuvieron relaciones con los peores asesinos de la dictadura y algunos de ellos terminaron siendo intendentes en el regreso de la democracia; por las comisiones directivas de ambas instituciones pasaron políticos, gremialistas y abogados que, de una u otra manera, se beneficiaron con el poder simbólico que supone ocupar esos lugares; las barrasbravas de los dos nunca tuvieron mayores problemas ni con la policía ni el poder judicial; todos hechos comprobables en las noticias que recorren los años noventa al presente.
Como sucede en Rosario o Córdoba, también en Santa Fe la cancha chica del fútbol da espacio para los negocios de los delincuentes de guante blanco en sociedad con sus pilares menores, los delincuentes que tienen sus manos sucias en sangre o en venta de marihuana y cocaína.
¿Qué hay detrás de los mitos de Angel Malvicino y José Vignatti?.
Los intereses de distintos factores de poder que mantienen a Santa Fe sumergida y siempre esperando un milagro para ganar algo en la cancha grande de la realidad.
No es esto lo que merece el pueblo santafesino.
Los hinchas de Unión y Colón serán realmente felices el día que cambien las reglas de juego, protagonicen sus propios sueños y logren golear a las minorías de siempre.
Mientras tanto, Santa Fe seguirá siendo otra ciudad goleada.

Don Angel (2001)
"Unionistas por Unión" se llamaba la lista única con la que se impuso Angel Malvicino para presidir los destinos de los tatengues por dos años más. Era el 9 de junio de 2001. De tal forma, Don Angel asumía un nuevo mandato en el club, desde aquel lejano 1980, cuando el terrorismo de estado en la provincia desaparecía a 520 personas y el empresario de la construcción amanecía como uno de los principales proveedores de Santa Fe.
En forma paralela a su crecimiento como dirigente futbolero, Malvicino desarrolló sus negocios gracias a diferentes créditos que fue obteniendo a través del otrora Banco Provincial de Santa Fe.
Llegó a ser dueño de un canal de televisión de cable de la ciudad capital y tuvo el curioso doble rol de ser el máximo acreedor y el máximo deudor del estado santafesino. Ambas cuentas en sumas millonarias.
El primer gran contador que tuvo Don Angel en aquellos días de los ochenta fue Juan Carlos Mercier que luego sería director del Banco Provincial y más tarde ministro de Hacienda de la dictadura. Un hombre clave que nunca desconoció su origen.
En medio de la última huelga de jugadores de fútbol, se informó que el club tenía una deuda de 350 mil pesos con sus atletas, a pesar de que la suerte individual del presidente siempre fue buena, de acuerdo a los números oficiales de la provincia.
El décimo deudor más importante del impuesto inmobiliaario de la región norte de la provincia es la firma Malvicino SA con un monto de 31.623 pesos. Al mismo tiempo es el décimo mayor contribuyente de este impuesto en la zona norte de la provincia.
Malvicino sabe hacer negocios con el estado santafesino.
En los últimos años llegó a percibir más de 45 millones de pesos por una obra facturada en menos de 14 de millones.
Su empresa tiene acreencias por casi 61 millones de pesos por obras realizadas en 1991. Cifra que, originalmente, estaba en un poco más de 13, 375 millones de pesos.
Obras públicas e intereses en las privatizaciones de los puertos santafesino y rosarino lo convirtieron a Malvicino en una figura clave de los negocios provinciales.
Pero su actuación es observada, fundamentalmente, por la presidencia de Unión.
Una legitimación social y política que le ha dado un alto perfil en la sociedad santafesina, pero que, contradictoriamente, le adjudicó un mote de intocable a la hora de analizar su desarrollo comercial en los últimos treinta años. Algo muy usual en la ciudad capital.
Y a su lado, en los últimos tiempos, surgieron otros dirigentes que también cumplen funciones en otras organizaciones sociales.
Es el caso del ahora vicepresidente segundo de Unión: el polifuncional Jorge Molina, adjunto del también poderoso Alberto Maguid, en la Unión del Personal Civil de la Nación.
Molina se ha constituido en los últimos años en un claro referente de los sectores más fuertes de la barra brava del club de la avenida, según él mismo le confesara a este cronista en una entrevista celebrada en el bar del Hotel Zavaleta hace un par de años atrás.
Esta sociedad de hecho, ahora legitimada por el voto de la tercera parte de los socios del club, es una entente que parece tener diversos campos de acción. Diversificación económica, como le llaman en la jerga técnica.
Algunos sostienen que el origen de este presente también explicaría el cambio de actitud de la hinchada tatengue en los últimos quince años que dejó de lado el clásico lugar de los menos apasionados para convertirse en una barra de temer.

Leyendas sabaleras (2001)
El "Cementerio de los Elefantes" es toda una leyenda en la historia oral de las hinchadas argentinas. Colón supo ganarse al calor de la pasión de su gente un lugar en la geografía futbolera, como también un lazo histórico con el peronismo. Relación que, en las últimas décadas, sirvió de máscara para distintos negocios realizados por sus principales dirigentes. Un hecho común en los clubes de todo el país y también de la provincia.
José "Fideo" Vignatti tiene algo más de cincuenta años y nació en Videla, un pueblo ubicado a 90 kilómetros al norte de la ciudad capital. Fue el presidente sempiterno de Colón.
El hombre que en la ya mencionada huelga de futbolistas le exigió a sus jugadores que se conviertan en carneros porque el club no tenía deudas con ellos. Es decir que a pesar de su connotado peronismo, Vignatti está más cerca de Patrón Costas que del legendario fundador del justicialismo.
De origen humilde, ahora se lo reconoce como un próspero empresario ganadero del litoral.
Periodistas memoriosos sostienen que "en 1990 apareció en la vida política de Colón con la idea de comprar a Verdirame, una de las figuras del momento. Pero no lo hizo".
En aquellos días, "un grupo de socios, cuando el fútbol todavía se permitía estas cuestiones líricas, juntaba dinero en urnas a la salida de los partidos para pagarle al plantel. Esos mismos muchachos, dos años después, encolumnados en el Fondo Rojinero, tentaron a Vignatti para que sea presidente de Colón. José dio el sí y al mando de una coalición denominada "Renacer Rojinero "tomó el poder", recordó un notable escritor santafesino.
Fueron también los comienzos de la leyenda que acusaban al presidente de Colón de cuatrero. "Un día, en una reunión preelectoral, uno de los posibles candidatos, propietario de una carnicería, le dijo que se decían cosas feas de él. Vignatti pidió pruebas y el carnicero se alejó", acotó la fuente consultada.
Uno de sus hechos más cuidadosamente difundidos fue que puso 300 mil pesos de su bolsillo para levantar la quiebra que pesaba sobre la institución sangre y luto. A partir de entonces su legitimación social creció y la comisión directiva se convirtió, entonces, en un decorado, en una innecesaria escenografía de fondo. Algo también muy usual en la mayoría de los clubes de fútbol argentinos.
En la Asociación del Fútbol Argentino, "tejió una alianza con Alberto Candioti, un ex militar amigo del menemismo y de Julio Grondona, y con el padrinazgo de este señor y el apoyo político de Rubén Cardozo, uno de los doce apóstoles del menemismo, llevó a Colón a la primera división".
Hacia la segunda mitad de 2001, José Vignatti había remodelado el estadio, olvidó viejas deudas con el Banco Provincial de Santa Fe y avanza, enancado en su presidencia colonista, en negocios personales de desdibujados perfiles. Aunque le adjudican una personalidad depresiva, "Fideo" siguió adelante con la trama de relaciones que le permite manejar y mantener su estratégico cargo al frente del club más popular de la ciudad capital.
A su manera es un sobreviviente de los años setenta. El vicegobernador de la etapa conducida por Carlos Sylvestre Begnis, era el representante de la otrora poderosa Unión Obrera Metalúrgica de Rosario, Miguel Cuello. En aquellos días de 1975, el metalúrgico, dicen los que recuerdan, eligió a Vignatti como testaferro para colocar algunos campos a su nombre. Nunca se confirmó que el hombre nacido en Videla devolviera esos terrenos.
En la actualidad, los corrillos que generan los periodistas deportivos le adjudican a Don José una estancia valuada en diez millones de pesos que alguna vez figuró como aval para un crédito pedido por Colón. Calificó a la política, en más de una oportunidad, de "chancha", pero a la luz de su historia y de su leyenda, se ha servido de ella en diversas ocasiones.
Los principales barras de Colón han sido bullangueros militantes en actos que supo concitar el dirigente radical "Changui" Cáceres pero también se los ha visto en varios encuentros peronistas, incluso en ciertos cónclaves presididos por Carlos Reutemann.
Muchos de ellos, en estrecha relación con Vignatti, fueron investigados por distintos fiscales de la provincia por su supuesto vínculo con negocios ilícitos.
Pero como sucede con otros conocidos barras de los otros clubes santafesinos, la permanencia en comisarías o en sedes judiciales es breve, gracias a los buenos contactos con los dirigentes y a la ya legendaria impunidad con que gozan las minorías que viven del fútbol

El Tate y López Aufranc
“En la reafiliación a la AFA de Unión, en 1973, fue determinante el papel de Alcides López Aufranc, Jefe del Ejército, represor en el Cordobazo y sucesor de Martínez de Hoz en Acindar. El club recurrió a él a través de una carta”, escribió el lúcido periodista santafesino, Nicolás Lovaisa, en “Pasión”, el suplemento del diario “Uno” de la ciudad capital.
Su crónica tiene inicio en 1973.
Fue cuando “los rojiblancos consiguieron la reafiliación a la Asociación del Fútbol Argentino gracias a la intervención del Jefe del Ejército, el General Alcides López Aufranc”.
Cuenta Lovaisa que “en 1970, luego de un nuevo descenso, la comisión directiva Tatengue llamó a una asamblea en la que los socios decidieron desafiliarse de la AFA. La idea era volver al fútbol grande a través de los Nacionales, pasando primero por la Liga Santafesina y los Regionales, algo que no ocurrió ni en 1971 ni en 1972. Por esa razón, en 1973, y con muy poco tiempo para realizar gestiones, la dirigencia, encabezada por el presidente, Super Manuel Corral, junto a Gerónimo Veglia y Julio Baldi, fue la encargada de tomar contacto con el entonces interventor de la AFA, Raúl D´onofrio”.
La intención de Unión era volver a la Primera "B". “Pero la oposición de parte de los directivos de los otros clubes de esa categoría y de los de la Primera "C" era muy grande. En ese momento, en la "B" había 18 equipos. Y los clubes de esa divisional querían que todo siguiera así. En cambio, los de la "C" pretendían que el cupo se ampliara a 20 y que esos dos ascensos "se ganen en la cancha".
El panorama no era nada alentador para el club de la Avenida. “Tan mal venía la mano que el Nuevo Diario en aquellos días tituló "Fumata Negra", haciendo referencia a una reunión entre los popes de la AFA que había arrojado resultado negativo para los intereses Tatengues. Ni siquiera el compromiso que había asumido Corral ante los dirigentes de la "B", de garantizar, como mínimo, un millón de pesos de recaudación en cada partido del Tate como local, para que el visitante se lleve 500 mil, podía torcer la situación”.
Encima, en el medio de todo, “un cambio en la cúpula de la AFA: se iba D´onofrio, con quien se estaba negociando, y asumía Horacio Bruzzone en su lugar. A empezar de cero. Aunque esta vez había una carta importante bajo la manga”.
“Un allegado al club, que además era simpatizante de Unión, se ofreció para hacer un contacto que no era para nada despreciable. Su nombre era Juan Carlos Aufranc, familiar de Alcides, Jefe del Estado Mayor General del Ejército. En ese momento el militar era uno de los hombres más importantes en la política nacional, ya que era el encargado de garantizar la normal transición entre la última parte de la dictadura de Alejandro Lanusse y las elecciones del 11 de marzo”.
"Entregaremos el gobierno el 25 de mayo a quien resulte ganador de los comicios. Pero estaremos preparados para cualquier eventualidad que desvirtúe la voluntad popular", advertía desde los diarios el General.
“Alcides López Aufranc recibió el pedido rojiblanco y el 31 de enero le transmitió a Bruzzone su deseo de que todo se resuelva a favor de los intereses unionistas.
“La respuesta no tardó en llegar, ya que el 6 de febrero el interventor de la AFA le respondió a López Aufranc lo siguiente: "Cumplo en acusar recibo de su muy atenta nota relacionada con la situación del Club Atlético Unión de Santa Fe. Sobre el particular tengo el agrado de informar al señor General que esta intervención dispuso conceder reafiliación directa a la entidad incluyéndola en la categoría Primera "B", ya que las pruebas remitidas por la entidad demostraron que la misma reúne las condiciones necesarias para integrar la última categoría nombrada".
“Esa decisión echó por tierra los proyectos de la "B" y de la "C" e increíblemente dejó a la segunda categoría con un número impar de participantes: 19. Apenas un día después de que López Aufranc recibiera esa carta desde la AFA, Super Manuel Corral convocó a una conferencia de prensa en el club. La misma se hizo mientras se esperaba un llamado desde la entidad madre del fútbol argentino que, a esa altura, se sabía que iba a llegar. El teléfono sonó y en medio de cánticos y bombas, los dirigentes, más un centenar de socios, festejaron ante la prensa la tan ansiada reafiliación que, un año después, los devolvería a la primera división.
López Aufranc fue Jefe del Estado Mayor General del Ejército en un período clave para el país: la transición entre el gobierno de facto de Alejandro Lanusse y las elecciones de 1973.
Fue uno de los encargados de reprimir El Cordobazo en 1969. Aprendió "las técnicas de la tortura" en la Escuela de Guerra de París. La clave del curso era un mes de práctica en Argelia. "Con la sangre se aprende mucho", declaró sobre aquella experiencia. En 1961 fue Director del Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, en el que participaron militares de 14 países.
En la década del 90 fue el sucesor de José Alfredo Martínez de Hoz (Ministro de Economía de la Dictadura) en la gerencia de Acindar.

El gato maula
El miércoles 5 de marzo de 2008, Rosario fue tenido en cuenta por el diario español “El País”.
El título de la nota fue “La doble vida de Andrada” y allí se leía que “el portero argentino al que Pelé marcó su gol número 1.000, acusado de haber sido un represor durante la dictadura argentina”.
La nota fue escrita por el corresponsal Rodolfo Chisleanschi y sostenía que “el 19 de noviembre de 1969, el pulso futbolístico de Brasil se detuvo por un instante. En el viejo Maracaná, el árbitro Manoel Amaro acababa de pitar un penalti a favor del Santos contra el Vasco da Gama y Pelé se disponía a lanzarlo para intentar conseguir el gol 1.000 de su carrera. Enfrente, un portero argentino, Edgardo Gato Andrada, estaba dispuesto a aguarle la fiesta. Se estiró hacia su izquierda, adivinó el destino del remate, pero no llegó a rozar el balón y se quedó golpeando con rabia el suelo mientras los flashes buscaban a O Rei”, describía la crónica.
Agregaba que “han pasado casi cuatro décadas de aquello. Andrada, un excelente portero que fue ídolo del Rosario Central antes de partir hacia Brasil, volvió a Argentina a finales de 1976, en tiempos de la dictadura militar que comandaba el general Jorge Videla. Entonces se sumó a las filas del Colón de Santa Fe, en el que hace algunos años le eligieron como el mejor arquero que haya pasado por el club, y se retiró en 1982 en el Renato Cesarini, un pequeño equipo de la misma provincia”.
Pero ahora existen sospechas de que no sólo se dedicó a ponerse bajo los palos en los últimos años de su carrera. "El Gato Andrada integró la patota [fuerzas paramilitares] que secuestraba gente en Rosario", le acusó el ex represor Eduardo Constanzo, procesado por crímenes contra la humanidad. En su declaración ante el juez Carlos Villafuerte Ruzo, hace dos semanas, Constanzo abundó en detalles y sostuvo que Andrada participó del operativo que terminó con la desaparición y la muerte de los militantes peronistas Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereira Rossi el 14 de mayo de 1983.
"No quiero hablar. Es una cosa que no tiene ni ton ni son, Constanzo miente. Yo estuve en el Ejército, pero no así", se defendió El Gato Pero algunos datos juegan en contra del ex portero, que actualmente tiene 69 años y trabaja para el Rosario Central como coordinador de la cantera en la zona sur de la ciudad.
Andrada niega haberse jubilado como integrante de los servicios de Inteligencia del Ejército como señaló Constanzo en su declaración judicial, aunque todavía no ha aclarado cuál fue su actividad en las fuerzas armadas. Y otra denuncia, en este caso anónima y realizada en 1997 ante el juzgado de San Martín, provincia de Buenos Aires, ya lo señalaba como integrante del comando que secuestró a Cambiaso y Pereira Rossi en la cafetería Magnum, en pleno centro rosarino.
"Desde hace años, en Rosario hay un fuerte rumor sobre la participación de Andrada en la represión", asegura Ana Oberlín, abogada de la agrupación HIJOS, organización de derechos humanos formada por hijos de desaparecidos, asesinados o presos en la dictadura. Incluso algunos ex compañeros del Gato en el club Colón sostienen: "Nunca hablábamos delante de él, ni siquiera de dinero, porque sabíamos que lo contaba todo a los dirigentes".
Andrada “está ahora a la espera de una citación que se producirá en los próximos días. Como una ironía del destino, el mismo hombre que hace 39 años quiso ganar la gloria evitando el gol número 1.000 de Pelé deberá ahora echar mano de sus viejos reflejos para permanecer en el olvido. Porque, si el juez Villafuerte Ruzo logra certificar las acusaciones de Constanzo, no habrá reconocimiento, sino vergüenza en su entrada en la historia”, concluía la crónica.
Hasta la edición de este libro, Andrada seguía trabajando en el Club Atlético Rosario Central.

La raza y Viola
“El 18 de junio de 1981, la selección nacional que conducía César Luis Menotti jugó un amistoso en el Gigante de Arroyito ante un combinado de futbolistas santafesinos. El partido, que era en beneficio de los damnificados por las inundaciones que azotaban a la provincia, terminó 4 a 1 para los de Menotti. Ese día, el dictador en uso de la comandancia de la Junta Militar, General Roberto Viola (acompañado por el Ministro de Acción Social, Vice Almirante Carlos Lacoste y el intendente de Rosario, Alberto Natale) fue abucheado por casi la totalidad del público presente. “Con Perón comíamos jamón, con Videla mortadela y ahora Viola nos chupa bien las bolas”, fue uno de los gritos de guerra que se escucharon desde los cuatro costados”, cuenta el ya citado periodista Nicolás Lovaisa.
“Fue tal la reprobación que recibió de la gente, que pese a que la prensa de aquellos años trató de ocultarlo, él mismo lo hizo público al admitir que el gobierno “no era popular”. Existía ya un rechazo del pueblo hacia la comandancia que había desatado la más brutal represión de la historia argentina. Sin embargo, un día después, la dirigencia de Colón decidió brindarle un homenaje a Viola, uno de los ideólogos del golpe de estado del 24 de marzo de 1976.
“El 19 de junio Roberto Viola arribó al aeropuerto de Sauce Viejo para cerrar la primera reunión de gobernadores, dirigiendo un mensaje hacia todo el país desde el paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral.
“Acompañado por el gobernador de la provincia, Contra Almirante Rodolfo Luchetta, y el Comandante del II Cuerpo del Ejército, Juan Carlos Trimarco, se dirigía hacia la UNL, cuando a la salida del puente carretero alrededor de 3000 personas obligaron a detener la marcha de la comitiva.
“En la puerta del estadio Brigadier López, con cánticos como “Viola y Colón, un sólo corazón”, pancartas en las que se leía “Lacoste y Colón” y volantes con la frase “Bienvenido a Santa Fe, presidente Viola”, una multitud de simpatizantes sabaleros homenajearon a uno de los personajes más siniestros de la última dictadura El mismo que en 1985 fue sentenciado a 17 años de prisión por 86 secuestros, 11 torturas reiteradas y 3 robos. El mismo que en 1990 fue indultado por Carlos Saúl Menem. El mismo que dejó claro cuál era su concepto sobre los desaparecidos con una frase tan cínica como imposible de olvidar: “Esto es una guerra. Y nosotros somos los ganadores”.
“Más allá de que ninguno de los libros que se encargaron de contar la rica historia rojinegra lo reflejaron y que ni los dirigentes ni los jugadores de la época consultados por Pasión lo recuerdan, aquel homenaje existió.
“Sumergido en una profunda crisis económica, Colón se encaminaba de manera inexorable al primer -y único- descenso de su historia. Por errores de la dirigencia anterior, la comisión directiva que presidía Ítalo Giménez había perdido a varios jugadores, que habían pedido la libertad de acción ante la falta de pago. Por este motivo, el club le solicitó a la AFA un préstamo para paliar la situación, que finalmente le fue negado.
“Entonces, surgió una idea de un sector de la dirigencia encabezado por Tomás Camilo Berdat, en ese momento secretario de la institución y luego, curiosamente, primer intendente santafesino tras la caída de los militares: pedirle a Viola que anule los descensos por la grave situación económica por la que atravesaban varias instituciones, entre ellas, San Lorenzo, que en el final de la temporada perdió la categoría. La intención era repetir una iniciativa que el mismo Ítalo había encabezado en 1966, en esa ocasión, entrevistándose con el General Juan Carlos Onganía, otro presidente de facto.
“Si bien el titular rojinegro no estaba demasiado convencido de la idea, en ese momento Berdat era uno de los más estrechos colaboradores de Rubén Buscapié Cardozo (en 1983 fue electo diputado nacional, acompañando en la lista a José María Vernet), uno de los históricos dirigentes y referentes del justicialismo en la provincia, quien también, en aquellos años, pisaba fuerte en el club de barrio Centenario.
“Pese a que un sector de la comisión se opuso a recibir a Viola de esa manera, finalmente, con algunas amenazas de por medio, el 19 de junio Ítalo Giménez encabezó el homenaje. Según el diario El Litoral de ese día, el presidente sabalero “tras breves palabras de bienvenida, le hizo entrega de una llave de oro del club, un sabalito de tipo distintivo, un carné de socio vitalicio y un petitorio en favor de la institución”.
“El documento contenía dos puntos: “la supresión del régimen de ascensos y descensos por no menos de tres años en vista de la situación económica por la que atraviesan todas las entidades afiliadas, sin excepción. Y el trato discriminatorio que existiría en AFA en cuanto a las obligaciones económico financieras de las entidades”.
“Después de la plática entre Viola y Giménez, el coche presidencial emprendió la marcha en medio de vítores entusiastas del público y agitación de banderas”, relató el vespertino.
“Dos días después de la visita de Viola, Colón inició una racha de seis partidos sin derrotas, con cuatro empates y dos victorias. Pero la situación era demasiado difícil como para que esa pequeña serie de encuentros invicto lo salvara de la ya inevitable pérdida de categoría. El 2 de agosto el sabalero visitó el Tomás Ducó con la misión de mantener intactas las esperanzas de salvación. Pero Huracán no lo perdonó: lo goleó 4 a 1 y lo condenó a un descenso que se transformaría en un calvario. Catorce años y muchas frustraciones pasaron los rojinegros para recuperar su lugar en la máxima categoría del fútbol nacional”.
“Como si se tratara de una mueca del destino, el cuarto gol del Globo, el que hundió definitivamente a Colón, fue de Claudio Morresi, actual Secretario de Deportes de la Nación, quien ya buscaba a su hermano, Norberto Julio, secuestrado y asesinado en un operativo realizado el 23 de marzo de 1976. Tenía apenas 17 años. Fue detenido por tener en su poder ejemplares de la revista Evita Montonera. Viola murió el 30 de septiembre de 1994, por un paro cardíaco. Condenado e indultado, se llevó a la tumba, al igual que otros represores, atroces secretos sobre la represión ilegal. También el recuerdo de un homenaje popular, seguramente el único que recibió mientras fue presidente, y su carné de socio vitalicio de Colón”, termina diciendo la brillante nota de Lovaisa.

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