Por Carlos del Frade
“Hortensia” y el fútbol cordobés
“...La mayor virtud de los cordobeses, esa irrespetuosa afectividad, esas ganas de reírse de alguien y que se rían de él, apresuró este parto que se llama Hortensia”, decía la primer editorial de la revista en la “Carta al que lee”.
Quizás allí esté cifrado uno de los misterios no solamente del fútbol, sino de la historia política contemporánea de los cordobeses.
Porque lo mejor del fútbol cordobés es paralelo a la historia de “Hortensia”.
Y no se trata de una simple casualidad.
Al contrario.
Es la expresión de un momento de profunda agitación y creatividad popular en medio de una ciudad que era industrial, obrera, universitaria, rebelde y abierta a los demás pueblos del interior argentino.
La revista inventada por Alberto Cognini apareció en agosto de 1971, dos años después del Cordobazo.
Duró hasta diciembre de 1989, cuando no pudo escapar al guadañazo que le tiró la hiperinflación menemista.
Los sectores populares profundizaron el descenso iniciado en 1976 y la ex ciudad obrera, ferroviaria y universitaria, fue convertida en área de servicios, ramales repletos de fantasmas y decenas de empresas que vendían conocimiento de acuerdo a las necesidades de las multinacionales y la llamada globalización.
En la cancha chica del fútbol, mientras tanto, Belgrano, Talleres e Instituto comenzaban sus viajes hacia los infiernos.
Quedaba la resistencia y la memoria.
Aquellas certezas de lo alguna vez vivido y ganado.
En la segunda mitad de los años sesenta, cuando los tres equipos comenzaron a tutearse con los grandes de AFA al conjuro de las movilizaciones estudiantiles y obreras.
Se ganó en la cancha chica del fútbol cuando se ganaba en la cancha grande de la historia, de la realidad, de la política.
Cuando el pueblo cordobés ganaba en las calles, sus equipos ganaban en el rectángulo verde.
Hasta que expulsaron a los mejores. Especialmente a partir del 24 de marzo de 1976.
Pero no era casualidad.
No fue un chiste del destino.
La Pepona Reinaldi, Tosco, Kempes, Atilio López, el Hacha Ludueña y René Salamanca, fueron la expresión de una ciudad que iba más allá de las reglas de juego.
Los doscientos cuarenta y cinco números de “Hortensia” son paralelos a la transformación de la sociedad cordobesa y al viaje hacia las divisiones inferiores de sus principales clubes de fútbol.
“Una tribuna de humor”, decía el lema de la revista que empezó editando mil ejemplares, en su primer número. Dos mil, en el segundo y 90 mil a los tres años de vida.
Eran 90 mil ejemplares en 1974, cuando Talleres, Belgrano e Instituto daban pelea por el campeonato Nacional, cuando la Triple A y distintos funcionarios de los estados provincial y nacional cortaron de cuajo el gobierno popular de Obregón Cano y Atilio López. Y para colmo de la exageración, allí donde lo futbolístico se mezcla con lo político y no se reconocen los límites, uno de los interventores de la provincia fue un hombre que durante años había dirigido la Liga Catamarqueña de Fútbol, Duilio Brunello.
Expulsaron la experiencia del gobierno popular cordobés en la cancha grande de la historia y comenzaba la cuenta regresiva para los mejores momentos del fútbol cordobés en la cancha chica de la número cinco.
El mandato de los bloques dominantes era claro: los cordobeses deberían estar siempre del otro lado de la línea de cal, del otro lado del alambrado, siendo espectadores de la historia, nunca más protagonistas.
Las mayorías, afuera. Las minoría, solamente ellas, serían las ganadoras.
Y con una orden clara: la reglas de juego son inmodificables.
Así como “Hortensia” aguantó hasta 1989, lo mejor del fútbol cordobés llegó hasta 1980, con el subcampeonato de Racing de Barrio Nueva Italia.
Cuando Belgrano, Talleres e Instituto aparecían en el cielo del fútbol mayor, “Hortensia” decía que una de las frases más lindas que se leían en las paredes de La Docta era: “Libertad a los presos políticos y gremiales”.
Lo popular buscaba la alegría pero también la justicia. Cuarteto y rebeldía, fútbol y transformación.
Córdoba insurgente, fútbol de toque y corazón.
Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad.
Principios de los años setenta.
“Luego de un verano más o menos tranquilo para don Marcelo Levingston en los primeros días de marzo don Camilo Uriburu se manifestó antiofídico y de pura bronca Córdoba se transformó en Butantan...Tosco va en cana el 2 de marzo...Las maestras dan una clase de resistencia”, decía “Hortensia” en enero de 1972.
El humor gambeteando la censura y buscando la pared con el lector. Con ese mismo receptor que poblaba las tribunas para apasionarse con los equipos cordobeses mientras gozaba de casi pleno empleo y buscaba, al mismo tiempo, que la felicidad sea un derecho de todos y no una propiedad privada de pocos.
En agosto de aquel año, “Hortensia” había saltado a la cancha grande: se vendía desde Buenos Aires a todo el país, tal como sucedía con los equipos cordobeses.
Cuando llegaron los días del Navarrazo, Cognini escribió: “¿Qué es el humor cordobés?. En estos momentos creemos que el humor cordobés es humor universal. Es una necesidad -que aquí se da en un tono distinto- de expresar con humor hasta las angustias más profundas”.
Talleres, Belgrano e Instituto seguían dando cátedra. Era el resultado de todo aquello que venía del fondo de si mismos, crecido y alimentado en los fuegos de finales de los años sesenta.
“No sabemos bien por qué funciona “Hortensia”, sabemos que tiene una raíz popular y que nos motiva la calle, la cancha, el festival de box y el recuerdo de La Toscana, pero suponer que pasamos la cosechadora en un campo donde el humor se embolsa como papas, es una extraña idea. El director irresponsable sigue firme en su teoría. Cree que “Hortensia” es un buen locro con gran medida de ocote, calentito. Cuando se enfríe comeremos otra cosa o ayunaremos”, decía la revista en su número 47.
Llegaba la noche carnívora.
Y con ella, lo popular sería proscripto.
Quedaba la gambeta del humor y poco espacio para el fútbol como expresión de las mayorías, salvo que estas fueran domesticadas por completo.
“Desde esta ciudad de Córdoba recordamos al periodismo que no juega a la guapeza. Recordamos, por ejemplo, que todos los periodistas de los diarios locales estuvieron amenazados; que fueron despedidos un montón de periodistas radiales; y finalmente que -por ejemplo- “La Voz del Interior”, como alguna vez sucedió con el “Córdoba” o “Los principios”, fue tiroteado en varias oportunidades y su rotativa volada, demolida sin que nadie del diario se crea ahora “El hombre de la esquina rosada”, sostenía Cognini.
Más adelante escribió: “Donde termina el humor, comienza el campo de concentración”.
Hacia 1977 - 78, aquel Talleres de la final contra Independiente, supo que el tiempo estaba a favor de los poderosos. Dos años después, Julio Grondona, presidente de los “diablos rojos”, se convertiría en el titular de la AFA.
Lo único autorizado en La Docta era la maquinaria asesina de Luciano Menéndez.
El obrero industrial comenzaba su inexorable descenso, al igual que la vida universitaria y la ebullición de los andenes que abrigaban a los trenes pletóricos de hijas e hijos del pueblo.
Cuando alumbró la democracia, ni Córdoba, ni el país, ni su fútbol, ni “Hortensia”, eran los mismos.
Cognini piantó a la pampa de arriba en junio de 1983 y los equipos cordobeses -reflejo de las mayorías trabajadoras- a duras penas se mantenían en primera.
Hasta que llegó diciembre de 1989.
No hubo revolución productiva, ni salariazo.
Hiperinflación, desocupación, exclusión, concentración de riquezas en pocas manos, especulación, capitales golondrinas, privatización de todo lo público, entre otras cosas, de las últimas identidades colectivas, las pasiones futboleras.
Talleres, Belgrano e Instituto no solamente comenzaron a militar en las divisiones inferiores sino también a formar parte de negociados de minorías.
Lo que sucedía en la cancha grande de la historia, sucedía en la cancha chica del fútbol.
El final de “Hortensia”, en definitiva, fue el prólogo del momentáneo final de lo mejor del fútbol cordobés.
Esta es la historia que sigue.
¿Por qué ningún equipo de fútbol de Córdoba está en primera división de la AFA?.
¿Por qué ningún equipo de fútbol de Córdoba salió campeón de algún torneo oficial?.
¿Por qué ya no surgen jugadores como Reinaldi, Ludueña o Kempes?.
¿Por qué la mayoría de los pibes de las inferiores no llegan a primera?.
¿Quién se beneficia con esta sequía que corroe al fútbol cordobés?.
Estas preguntas solamente pueden encontrar respuestas si se tiene en cuenta la historia política de los últimos cuarenta años.
De allí que en estas páginas aparezcan los días de mayo de 1969, el Navarrazo, la dictadura y el feroz proceso de neoliberalismo impuesto en los años noventa con su correlato en la democratización del narcotráfico, sintetizado en el asesinato de Regino Maders y el posterior juicio que se llevó a cabo.
Esas postales de la cancha grande de la historia cordobesa, explican las angustias en la cancha chica del fútbol.
De allí que esta crónica de hechos políticos y sociales procura entender el por qué de tanta angustia que hoy anida en el corazón de los hinchas piratas, tallarines o de La Gloria.
Quedará en ellos saber hasta qué punto quieren seguir siendo espectadores de la historia o protagonizarla.
Porque si se cambian las reglas de juego es casi seguro que, entonces si, las mayorías cordobesas volverán a sentirse ganadoras y ya nunca más habrá que sufrir los avatares de la Docta goleada.
Porque si no se pelea por lo que se quiere, se vive lo que no se quiere.
El increíble presente del fútbol cordobés
“Interpol-Argentina rechazó la versión de Carlos Ahumada, quien dijo a MILENIO que cuando supo que la policía lo buscaba acudió a un juzgado, donde aseguró que le dijeron que no había proceso en su contra”, escribió el periodista mexicano Ignacio Alzaga.
La noticia publicada el domingo primero de junio de 2008 agregaba que “el jefe de Interpol de la Policía Federal en Buenos Aires, Alejandro Di Nizo, confirmó que el empresario fue detenido el viernes al filo de las 13 horas.
“Que haya tratado de eludir el cerco policial y ahora desmienta que estuvo detenido demuestra la malicia de ese hombre: es un caradura a la altísima potencia. No sólo estuvo detenido: tiene que regresar al juzgado el primer día hábil de cada mes para certificar que no se ha fugado', señaló Interpol
'Además de incautarle sus dos pasaportes, el mexicano y el argentino, el mismo viernes se giró a todos los puestos fronterizos y oficinas de Migraciones del país la prohibición de salir de Argentina. Sólo se le autorizó viajar a Córdoba, donde está el club Talleres, para el que trabaja', añadió.
Mientras se procede a la recolección de pruebas que avalen el intento de fuga denunciado por la policía, a pedido de la Fiscalía, el juez Octavio Aráoz le fijó una caución personal (el aval de un tercero) y una fianza de 500 mil pesos (unos 160 mil dólares), que Ahumada respaldó con el departamento en el que fue detenido, valuado en 300 mil dólares.
Ahora la justicia mexicana tiene hasta 40 días para enviar el pedido formal de extradición. En cuanto se analice, el juez fijará la fecha para el juicio oral, que habitualmente se resuelve en un día de audiencias. Si esos plazos se cumplen, Ahumada podría volver a México antes de lo imaginado.
A Ahumada le temblaban las manos y le costaba dominar los nervios: ya era tarde, estaba detenido desde hacía varias horas y el juez Aráoz tenía que decidir si lo dejaba preso o lo excarcelaba.
Al mediodía, personal de Interpol-Argentina había tocado a la puerta de su casa, en un edificio en la céntrica calle Riobamba, en Barrio Norte, una de las colonias más caras de la ciudad. Y él había intentado eludir a la policía escondido en la cajuela de un Peugeot 807 negro, que manejaba Martín Vilallonga, presidente del club Talleres de Córdoba para el que Ahumada trabaja desde febrero.
Si no hubiera intentado eludir la acción de Interpol, el trámite le habría llevado muy poco tiempo: como rutina, ir hasta la sede policíaca para corroborar su identidad, informarse del delito que se le imputaba y, en caso de no aceptar la extradición, quedar en espera de nuevas decisiones de la justicia mexicana.
Pero se ordenó su inmediata detención después de que los efectivos de Interpol comunicaran al juzgado el intento de fuga. Vilallonga fue arrestado y acusado de encubrimiento, aunque quedó libre algunas horas después.
Cuando pasadas las 22:30 de la noche (las 20:30 de México) salió de tribunales, Ahumada llamó a sus amigos en Córdoba para anunciarles que ya festejaba junto a Vilallonga en un restaurante de Puerto Madero, uno de los barrios más exclusivos de esta capital.
Y se dedicó a hablar con medios de ambos países para negar la versión de su arresto, que confirman todos los vinculados al caso.
La Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal mantiene abiertas dos averiguaciones previas contra Carlos Ahumada por presunto fraude en la delegación Alvaro Obregón, y cuyo monto superaría los 3.3 millones de pesos.
Aunque Ahumada desmintió haber sido capturado por Interpol en Buenos Aires, Argentina, con base en una orden que giró un juez de Guanajuato, por una supuesta estafa en la compra del equipo León, sus problemas legales aún no terminan en México.
Miguel Mancera, subprocurador de Procesos de la PGJDF, dijo que además está pendiente el fallo del amparo que interpuso, relacionado con un fraude de 31 millones 285 mil 163 pesos en agravio del GDF. De no obtener ese recurso, Ahumada tendría que pagar 27 millones de pesos por reparación de daño y para desactivar una orden de arresto en su contra, pues fue sentenciado a cinco años de cárcel.
El diario argentino “Perfil” publicó el 30 mayo de 2008 que “el gerenciador de Talleres de Córdoba, Carlos Ahumada Kurtz, fue detenido hoy en la capital cordobesa por pedido de la justicia mexicana, que solicitó su captura por "presunto fraude" en el marco de una causa en la que se investigan supuestas irregularidades en la operación de compra-venta de un club del país azteca”.
El diario agregaba que Ahumada Kurtz es un empresario argentino que amasó su fortuna en México, “donde estuvo involucrado en un gran escándalo político relacionado con el pago de sobornos que arruinó la carrera de su entonces novia, la ex alcaldesa socialista del DF mexicano Rosario Robles, e influyó en la derrota de Andrés López Obrador en las últimas elecciones presidenciales mexicanas”.
“Esta tarde, personal de Interpol arrestó en la vía pública al hombre de negocios en Riobamba al 1200 de la capital de Córdoba Tras ello, Ahumada Kurtz fue trasladado al juzgado federal 9 a cargo de Octavio Aráoz de Lamadrid.
La orden fue dictada por el Juzgado Séptimo Penal de la ciudad de León el pasado 7 de diciembre, bajo el cargo de "presunto fraude". Así lo confirmó el comisario inspector Alejandro Di Nizo, jefe del Departamento Interpol de la Policía Federal, desde donde se indicó que ahora se iniciará el proceso para que Ahumada Kurtz sea extraditado a México.
“La causa se vincula con la operación de compra-venta del club León, que se concretó el 19 de abril de 2002, y tiene como demandante al anterior dueño de esa entidad, Roberto Zermeño Vargas. Allí se reclama el incumplimiento de dos pagos diferidos por un total de 17.283.715 pesos mexicanos, equivalentes a unos 5.000.000 de pesos argentinos.
“En el sitio web de Interpol se difundió la orden de captura internacional del empresario, que a principios de este año desembarcó en el fútbol argentino luego de haber gerenciado a León y Santos Laguna de México y de comprarle al abogado Carlos Granero las acciones de Ateliers SA, la firma que concesiona a Talleres
desde julio de 2005”, decía la información.
Un detalle no menor: para los integrantes de La Causa, una organización que reúne a socios de Talleres, Carlos Granero es el hermano del actual Secretario Nacional de Lucha contra la Drogadicción y Narcotráfico, José Luis Granero.
Pasa en el fútbol cordobés, pasa en la realidad argentina.
Semejante noticia revela la consecuencia de una historia.
El gerenciador de Talleres fue detenido por la INTERPOL.
Negocios de pocos, pasión de multitudes privatizada.
De lo popular a la ganancia rápida de un pequeño grupo.
La evolución social y deportiva dada vuelta como una media.
La historia patas arriba.
Un presente que solamente se puede entender a través de la comprensión de los hechos políticos, sociales, económicos y culturales de las últimas décadas.
No se entenderá lo que pasa en la cancha chica del fútbol si no se comprende lo que sucede en la cancha grande de la historia, en la cancha grande de la política.
Los orígenes
“El censo de 1895 nos dice que la ciudad de Córdoba bordeaba los 55.000 habitantes, quienes disfrutaban de alumbrado eléctrico y servicio de aguas corrientes, gracias, esto último, a las obras del dique San Roque. Los comienzos del siglo XX marcan la pavimentación de las calles, el tendido de puentes, la ornamentación de las plazas, la construcción de veredas, el trazado de avenidas y bulevares, el diseño de viviendas con jardines y otros adelantos tipificantes que delatan la presencia del estilo europeo y la impronta de los constructores inmigrantes. Los tres primeros quinquenios del siglo se caracterizan por importantes movimientos migratorios internos del campo de la ciudad, a más de los contingentes del exterior”, sostiene una de las tantas versiones de la historia oficial cordobesa.
El fútbol en Córdoba sería hijo de esas dos primeras décadas del siglo veinte.
Entre los obreros ferroviarios, el origen del cuartetazo y la reforma universitaria, los principales clubes amanecían como resistencia popular ante los gobiernos conservadores a pesar de que en la esfera nacional, el yrigoyenismo abría el surco de lo nuevo en la política argentina.
Belgrano, Talleres e Instituto surgieron como consecuencia de una movilidad social que, sin embargo, no tenía registro en la construcción de los gobiernos provinciales y municipales.
Las crónicas relatan que el Club Atlético Belgrano, fue fundado el 19 de marzo de 1905 por Arturo Orgaz “bajo la sombra de un algarrobo”, donde “se realizó la asamblea que dio vida a la institución, un club de barrio”, marcan aquellos relatos primeros. El nombre de la entidad estuvo inspirado en el creador de la bandera y rebelde guerrero por la igualdad de los que viven en estos arrabales del mundo, don Manuel Belgrano. Dicen que la reunión mas importante se había llevado a cabo un día antes de un nuevo aniversario de la creación de la enseña. De allí también los colores de la indumentaria deportiva del club.
Una curiosidad de la historia de Belgrano es “la edad del primer presidente de la institución quien tenía tan solo 14 años. La primera comisión directiva fue la siguiente: Presidente: Arturo Orgaz. Secretario: Raúl Luque. Tesorero: Aurio Gardella. Capitán: José Oviedo Vocales: Ernesto Doering. Nicolás Lascano. José Lascano. Balbino Lascano. Pedro Oliva. Oscar Orgaz. Al poco tiempo el progreso urbano e inmobiliario los obligó a abandonar la "canchita del cañaveral" y se instalaron el un terreno cedido por el señor Ramón Moreno. En ese predio tiempo después (en la década del veinte) se construiría el estadio de Belgrano, más conocido como el "Gigante de Alberdi"”, agregan los apuntes históricos.
Belgrano debutó en la liga cordobesa (la cual apareció en 1906) en el año1908, lo hizo en la segunda división y ese mismo año se quedaría con el campeonato. Muchos festejaron lo que creían se trataba del ascenso directo a la primera división del torneo provincial. No obstante el reglamento se lo impidió ya que para lograr dicho objetivo se debía ganar en tres años en forma consecutiva el mencionado torneo, algo no muy fácil de conseguir. A pesar de todo, el "celeste" puso corazón y garra (cualidades que siempre demostró mas allá de los resultados) y logró conquistar los dos títulos siguientes en la "B" cordobesa (1909 - 1910) y se dio el gusto de jugar en la primera división.
Debido a la precariedad de su cancha, la cual no contaba con los elementos requeridos por la "liga", es que los propios jugadores tuvieron que rebuscárselas para poder cumplir con el reglamento. En consecuencia, por falta de recursos económicos, los futbolistas decidieron invadir y sustraer de los terrenos aledaños lo que les asía mas falta, por ejemplo: alambre, varillas y postes esquineros. Cabe destacar que no se trataba concretamente de un robo a perpetuidad, sino que utilizaban lo extraído de los vecinos solo para cumplir el día del partido. Al día siguiente todos los materiales sustraídos sin el consentimiento de los dueños eran ubicados en el lugar original, o sea, eran devueltos. Por estos hechos y por otras travesuras que tiempo después cometerías sus hinchas es que a Belgrano lo apodaron de "los piratas".
Por su parte, el Club Atlético Talleres fue fundado el 12 de octubre de 1913, mientras su estadio “La Boutique”, se inauguró el mismo día de la conquista de 1931, al inicio de la década infame.
El 29 de mayo de 1931, en Barrio Jardín, se puso la piedra fundamental de un estadio para la práctica deportiva. La construcción se llevó a cabo en un predio donado por Francisco Espinosa Amespil. El coliseo (realizado en base al proyecto ideado por dos renombrados ingenieros civiles: S. Allende Posse y Agenor Villagra), fue inaugurado el 12 de octubre de ese mismo año, con un encuentro amistoso con Rampla Juniors de Montevideo. Contaba en ese entonces con una capacidad para 5 mil personas, con el tiempo se fueron ampliando sus comodidades hasta llegar a las aproximadamente 15 mil localidades actuales. Los primeros 11 jugadores de Talleres que pisaron la flamante gramilla fueron: Paolucci, Bertolino, Landolfi, Ortiz, Aguirre, Freytes, M. Salvatelli, Albarracín, H. Salvatelli, Cifras y Sánchez.
Hacia 1914, la ciudad de Córdoba ya contaba con 134.935 habitantes.
Con la presidencia radical de Hipólito Yrigoyen, en 1916, Córdoba presentará la particularidad de que sus gobiernos serán de orientación conservadora, en una situación que se mantendrá hasta mediados de la década de 1930. Se destacarán en ese período las figuras de los gobernadores Ramón Cárcano, Rafaél Núñez, Jerónimo del Barco, Julio A. Roca y Emilio Olmos.
Desde la Universidad de Córdoba se impuso, en 1918, un cambio de orientación y transformaciones. La Federación Universitaria de Córdoba se levanta contra las autoridades académicas en pos de una democratización de sus claustros.
“Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”, decía un fragmento de aquel manifiesto liminar de la Reforma Universitaria de junio de 1918.
En medio de aquellas movilizaciones juveniles, la ciudad alumbraría un tercer club popular.
La vida de Instituto comenzó el 8 de agosto de 1918.
Ese día se convocó a una asamblea de los empleados del Ferrocarril Central Córdoba (F.C.C.C.) Sección Locomotoras, los cuales reunidos resolvieron crear un Instituto en el que se cultivara la instrucción de los asociados y se fomentara el deporte en todas sus fases. Los asambleístas decidieron que la Entidad creada llevara el nombre de Instituto Ferrocarril Central Córdoba. Sólo podían ser socios del mismo los empleados del Ferrocarril y sólo podían ser Directivos los empleados de la Sección Tracción (Departamento Locomotoras), por haber sido allí donde nació el club. Guillermo Dundas, quien entonces era jefe de dicha sección, había sido presidente de un club denominado Instituto Junín y simpatizante de Alumni, de allí entonces que a su sugerencia la Asamblea decidió que la camiseta de los jugadores sería a rayas verticales rojas y blancas y pantalón blanco, y que los dirigentes debían llevar un saco distintivo de los mismos colores que los jugadores con pantalón y zapatos blancos. Luego, el crecimiento de la institución obligó a abrir la entidad a toda la comunidad, en especial a los vecinos del barrio de Alta Córdoba. Esto motivo al sutil cambio de nombre del Club, que paso a llamarse Instituto Atlético Central Córdoba. Son pocos los que creen que el nombre del Club es "Central Córdoba", porque ese era el nombre en aquel entonces del Ferrocarril, en cuyos depósitos de locomotoras se fundó y esto se refuerza, porque la palabra "Instituto" es un sinónimo de club. La gente continuó acortando ese largo nombre para seguir llamándolo Instituto, pero el verdadero nombre es Central Córdoba. Ya con su creación, Instituto comienza su vida institucional y social. Deportivamente y en especial el Fútbol; la vida de Instituto se inicia con su afiliación a la Liga Cordobesa, empezando en Segunda División. Al año siguiente (1919) sale Campeón invicto de esa categoría obteniendo así el derecho de jugar en Primera División. Al comenzar el año 1920, Instituto incrementa su plantel e incorpora a sus filas al inolvidable Gabino Sosa, y como él surgieron extraordinarias figuras como: Julio Benavidez, José M. Lizondo, Félix Pacheco, Roberto Devoto, Luis Castañares, Bernardo Fernández, Pedro Saldaño, Luis Pedrotti, Roberto Cepeda y otros. Poco a poco se fue configurando un gran plantel, y así en el año 1925, Instituto sale Campeón para repetir esta hazaña los años consecutivamente en: 1926, 1927 y 1928. En el año 1925 su campaña es invicta, aventajando al segundo por 4 puntos; en 1926, vuelve a salir campeón invicto de la categoría; en 1927 finaliza igualado en puntos con Talleres y lo derrota categóricamente por 4 a 1. La hazaña se vuelve a repetir en 1928, sale nuevamente Campeón invicto aventajando a su escolta por 7 puntos y saca nada menos que 29 puntos sobre 32 posibles. Instituto no solo hacía historia en Córdoba sino también por cada lugar que visitaba; le ganó a Ferro Carril Oeste en Bs. As., a Rosario Central, Newell's Old Boys y al "imbatible" Estudiantes de La Plata con aquella delantera compuesta por: Lauri, Scopelli, Sosaya, Ferreira y Guaita. Fue entonces, que por el poderío de su equipo, por la brillantez del juego y por todos los logros obtenidos. la afición cordobesa decide bautizarlo como "El glorioso cordobés", acortando este nombre como siempre lo a hecho la gente para llamarlo "La Gloria".
Después de aquel "Glorioso" que obtuvo los campeonatos del '25, '26, '27 y '28, el fútbol de Instituto decrece en su actuación. Eran años difíciles en el Fútbol Cordobés, había irregularidades y por distintas razones, algunas de mucho peso, los campeonatos eran acaparados por un par de instituciones. Instituto ganó algunos campeonatos menores, pero no el Oficial. Irónicamente se solía decir que el espectáculo lo ponía Instituto pero el "bordeaux" se lo llavaban los otros.
Mientras tanto, en octubre de 1927 se instala la Fábrica Militar de Aviones, puntapié inicial del desarrollo industrial de la provincia. Esto motivará la radicación de nuevos núcleos de pobladores, desarrollándose amplios sectores habitacionales.
Son los días de la inauguración del Gigante de Alberdi, la cancha de Belgrano.
Fue el 17 de marzo de 1929, con un costo de construcción de 85 mil pesos de la época. Para estrenar la cancha, Belgrano jugó un partido amistoso con Estudiantes de la Plata ante un marco de 10.000 personas.
Belgrano fue varias veces primero en el fútbol cordobés: fue el primer campeón en la denominada "Era de organización", en 1913; el primer campeón del fútbol cordobés en la era profesional: 1930; el primer equipo de Córdoba en tener una cancha de cemento; y el primer equipo cordobés en aportar un jugador a la selección nacional: José Lascano.
La década infame avanzaba...
En el país y en Córdoba.
En 1936 asume el gobierno de la provincia el doctor Amadeo Sabattini, quien emprende una importante obra pública, complementada en la ciudad con la tarea del intendente Donato Latella Frías.
A dos meses del 17 de octubre de 1945, llegaron las luces al estadio de Belgrano. Fue el 5 de diciembre de aquel año. Allí se inauguró el sistema de iluminación del estadio jugando un partido frente a Newells. El partido terminó 0 a 0.
En los años 40 crece la consolidación del mercado interno mediante el desarrollo industrial. En 1947, la ciudad suma 386.000 habitantes. La acción de los talleres de la Aeronáutica Militar se amplió en forma considerable después de 1950 con la instalación de grandes fábricas de origen estadounidense y europeo, dedicadas a la fabricación de automóviles, tractores, vagones, equipos ferroviarios y grandes motores, actividad que se agregaba a la de las industrias químicas y metalúrgicas.
Fueron buenos tiempos para Instituto. De aquellas épocas viene el Estadio Juan Domingo Perón, ubicado en la calle Jujuy 2750 en el barrio Alta Córdoba de la ciudad de Córdoba, Argentina. Con capacidad para 26.535 espectadores, es el segundo estadio de fútbol más grande de la provincia, luego del Estadio Olímpico de Córdoba. En 1946, bajo la presidencia del General Perón, Instituto solicita un préstamo de un millón y medio de pesos el cual fue concedido en 1948 por la suma solicitada. Según los arquitectos de la obra el estadio que se podría llegar a construir sería un estadio con capacidad para 40.000 personas. Éste se empezó a construir en marzo de 1948 y por serios problemas de la empresa constructora y la inflación que sacudió al país, hizo que con la suma recibida, solo se pudiera construir la platea. Luego, la deuda fue condonada el 9 de octubre de 1959 (41 años antes del plazo).
En 1954, la provincia contaba con más de 14.000 establecimientos industriales, con 66.012 personas empleadas. Merecen destacarse en las innovaciones: el brigadier Juan Ignacio San Martín, gobernador entre 1949 y 1951, y el intendente Manuel Martín Federico (1951-1954).
1 comentario:
FALTA EL BELGRANO 1 GALLERES 0, DE 1914, CUANDO LAS GALLINAS NO LES GUSTO IR PERDIENDO Y SE FUERON DE LA CANCHA.
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