Por Carlos Galli. Director Revista El Vecino
A pocos días de culminar un nuevo año, el escenario actual difiere de aquel que despuntaba como promisorio en los albores del 2008. Un crecimiento sostenido, reducción del desempleo y la pobreza como ítems salientes. Eso sí, en la materia distribución del ingreso, el aplazo fue siempre la nota, desde que el matrimonio K alterna en el poder. Hoy, apenas unos meses después, este presente conflictivo genera más dudas que certezas, y el escenario dista del imaginado.
En el frente interno, el conflicto campo- gobierno modificó en poco tiempo la vida política argentina, generando un malestar creciente en la población y minó en parte, el alto grado de confiabilidad que gozaba por entonces el gobierno de Cristina Kirchner, flamante sucesora, por entonces, de su marido.
Nada fue igual a partir de ese momento. Errores gruesos del oficialismo para muñequear la pulseada, insuflaron de protagonismo a personajes que tiempo atrás nunca lo hubiesen imaginado. Léase, el capitoste de la Rural, arengando a miles de personas, en mitines seudo populistas a los que se sumó buena parte de nuestra controvertida clase media. Una pequeña muestra de las muchas que se pudieron observar durante la reyerta, y fueron revelando quién es quién por estas pampas. Asimismo, y a pesar del rol obsceno que protagonizaron los grandes medios de comunicación vernáculos a favor del privilegio, no hubo actores que no hayan quedado en evidencia. Ayer fue el campo, hoy los popes de la industria, o la versión new de la patria financiera, acostumbrados siempre a sacar provecho de la crisis, quienes intentan tomar la iniciativa en pos de mantener sus privilegios. Por aquí pasa la historia. La metodología es redundante: sembrar pánico, azuzar miedos y promover el ajuste de cinturones, que jamás será el de ellos. Mensajes apocalípticos, emitidos con la anuencia de sus servidores mediáticos. Un mecanismo para nada novedoso, en nuestra historia política. Sobran botones de muestra. El establishment presiona, amenaza, extorsiona, mediante sus voceros, y da señales claras de quiénes deben soportar el mayor peso de las crisis. Chocolate, por la respuesta. Este es el punto y requiere sensatez, criterio, sentido común, participación ciudadana y un rol vigoroso del Estado, para no redundar en errores del pasado que deglutieron a más de una generación. Se trata de ubicar la crisis en su justo lugar, ni soslayarla ni sobredimensionarla. La duda se centra en sí nuestra devaluada clase política rayará a la altura de las circunstancias, hecho que a la vista está lejos de suceder.
El debate serio en el ámbito de un sistema democrático debería contribuir a esclarecer dónde estamos parados y por ende, pergeñar políticas destinadas a transitar las dificultades al menor costo posible para los intereses de la comunidad.
Observar y estudiar por ejemplo, qué incidencia tendrá la crisis de los países centrales en el nuestro, porque la inacción y la negligencia, permite que personajes nefastos, le hagan el bocho a la gente desde que madruga hasta que se duerme.
El gobierno está ante una disyuntiva de hierro, y es la de escoger a sus aliados. ¿Cuál será , su hoy indefinida base de sustento?
De acuerdo a la elección, podrá recuperar un grado importante de confianza perdida o quedará a merced de los leones.
Esto no es el 2001, la Argentina está en condiciones -si hay decisión y voluntad política- ,de afrontar el reto y salir bien parados. Siempre y cuando, se implementen medidas firmes, que no tengan por objetivo calmar a los poderosos, sino más bien todo lo contrario. Si esto sucediera, los “vendedores de calamidades”, además de ganar un poco menos, perderían ese espacio que la falta de confianza colectiva les otorga.
El gobierno, por lo menos, se dio cuenta de que el país no quedará inmune a la crisis internacional como hasta hace poco decía la presidenta, y comenzó a lanzar un combo de medidas preventivas. Por lo antedicho habrá que ir viendo a quiénes tranquilizan y a quiénes irritan . Señalan el camino.
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