Investigación | Arq. Gustavo Fernetti - Docente de la Escuela Superior de Museología
Fotografías | Diego González Halama.
La clase media, tal cual la conocemos, surge hacia fines del siglo XIX. Antes, había una clase media criolla, afincada, comercial e incluso burocrática, notarial.
Pero la clase preocupada por el status, la forma de vida y sobre todo la crisis, es resultado de la compleja mezcla de inmigrantes, criollos, apañada y torturada por políticos, curas y militares. Y sobre todo a partir de esos años híncales del siglo XX, se hace hegemónica.
Pero ¿sabe usted si es de clase media? El Vecino, siempre interesado en saber quién diantres es usted, le brinda el servicio de un sencillo test.
De los valores
La clase media tiene valores típicos. No son los de los indígenas o de los villeros. Tampoco los del rey de Inglaterra. Bueno, de éste se copia algunos. Para saber si usted tiene los típicos valores de clase media, fíjese en esta lista:
• Usted piensa que las verdades dichas crudamente duelen, por eso conviene ser sanamente hipócrita y evitar así problemas.
• Cree firmemente en Dios, pero ve como una virtud no ser practicante, y si va a misa, o al culto, dirá que es “por una necesidad interior, no soy fanático”. Suele ser supersticioso.
• Lo moral está por encima de lo material, pero si le cobran más caro un par de zapatos es inmoral. Lo espiritual y lo material no se mezclan, por eso se indignará cuando alguien pague un millón de dólares por un Picasso.
• El conocimiento es un valor. La bibliografía básica, para todo orden del saber, no son los Clásicos o los Manuales Científicos, sino el Muy Interesante.
• Cree a pie juntillas que el valor de las cosas que usa una persona, desde carteras hasta pantalones, reflejan el valor moral de la misma. Juzga en consecuencia.
• Los valores de la clase media son universales, extensibles, eternos e inmodificables.
De la familia
Usted posee ideas más o menos concretas sobre la familia. Años de formación escolar, militar y peronista dejaron su huella. Veamos si se identifica con esto:
• La familia es la célula básica de la sociedad. Esto no le impedirá separarse, porque para usted el divorcio es un derecho. Si para usted alguien no se casa, es por miedo al compromiso. Si no está casado, pero tiene pareja, se pondrá incómodo al referirse a ella como su “esposa” o “esposo”. Probablemente adopte el “mi señora” o “mi marido”.
• No dirá, sin generarse un problema mental, la palabra “concubino/a”.
• Si tiene hijos, tendrá dos como número ideal. Mas, varios hijos más requerirían una explicación: “es que nos gustan los chicos” o “mi mujer siempre quiso más de dos”. Lo señalarán entre risueño y serio. Ante una pareja con cinco chicos, les dirá: “che, pará la máquina” pensando que así parecen villeros.
• Frente a parejas humildes con muchos hijos, dirá “no se para qué quieren tantos hijos si después no los pueden mantener”, pensando que aún está pagando ese viaje al Caribe.
• Los hijos son el futuro, no sólo el presente. Se sacrificará por ellos, le planificará lo que deben ser hasta que se rebelen. Si un hijo “le sale” actor, le dirá “después de lo que hice por vos, desagradecido”.
• Le dará cosita que, por tener dos nenas, desaparezca el apellido Martínez de este mundo.
• Cuando alguien le diga el apellido, y suene raro, invariablemente preguntará por su origen. Y se alegrará porque su apellido lleva dos N al final, y no una sola. Si usted se apellida, por ejemplo, García y su esposa Antúnez, su hijo se llamará García Antúnez. Buscará nombres exóticos para compensar la simpleza de ambos apellidos, por ejemplo, María Pía Antonella Gómez.
• Una vejez digna y otra indigna se representan para usted en Mirtha Legrand y Mick Jagger, respectivamente.
Del sexo
La sexualidad de la clase media está definida conceptualmente. Dos mil años de educación judeocristiana no pueden haber pasado sin dejar huella. Por eso, puede detectar su forma de pensar y declararse un auténtico burgués:
• Para usted la vida sexual tiene dos aspectos. El amoroso y el placentero. Mezclarlos es lo ideal, pero no siempre. Cuando usted dice “biológico”, piensa en hijos, y no lo puede evitar.
• Todo placer tiene un poco de culpa y por ende, hay que ocultarlo.
• Al hablar de sexo, lo hará o susurrando o riendo. No hay otro modo, a menos que el otro sea un sexólogo, y eso es terrible.
• Hay una sexualidad normal y otra que no lo es. Los homosexuales son enfermos, aunque los comprende.
• Si usted pertenece al 10% homosexual de esta sociedad, todo heterosexual lo está discriminando, por la simple razón de que todo siempre fue así. Se vestirá de forma extravagante para protestar por eso.
Del trabajo
La clase media habla de una “cultura del trabajo” sin saber muy bien lo que eso significa, aunque sospecha que tiene algo que ver con el desempleo. Sin embargo, para la clase media el trabajo se vincula con la oficina o el consultorio, no con la fábrica. Veamos si su almita se encuadra en la clase media, identificándose con estos conceptos:
• El padre trabaja y la madre también, pero menos. A la inversa implica un severo problema familiar. El trabajo de ama de casa no es trabajo, es amor o vocación.
• El mejor trabajo es intelectual, el trabajo muscular solamente “dignifica”. Como para usted el sudar poniendo baldosas es inferior a ser despachante de aduanas, considera que poner el lomo físicamente es degradante. Elegirá despachante si puede, aunque sea por menos sueldo que el de un albañil.
• El trabajo ideal es en una oficina, con sueldo fijo, obra social paga y seguro de desempleo. Otro formato ideal es el de profesional liberal, pero en una profesión bien paga, nada de ser artista o antropólogo. Lo mejor es médico o ingeniero. Les pasará esas ideas a sus hijos, pagándoles los estudios sin mucha consulta acerca de la elección: son adolescentes y es por su bien.
• Si por esas cosas del país, usted debe dedicarse a vender verduras, luego de haber trabajado de ingeniero, dirá que trabaja de “productor ecológico”. Verdulero jamás. Si fabrica chucherías, será artesano, y si debe ir a trabajar sol a sol al campo de sus primos en Colonia Caranchos, dirá “Hago vida sana. Dejáme, esto no lo cambio por nada…”. Cambiará de vida apenas pueda, claro.
De la política
Hace años que el ejercicio de la política está devaluado para la clase media. Eso no impide que usted tenga su corazoncito, independiente del lugar del pecho donde lo tenga biológicamente. Pero también pesa la historia de los partidos, de los políticos y la suya de usted. Veamos cómo pensaría alguien de la clase media:
• Se considera apolítico, como si eso fuera una virtud y esa palabra existiera.
• Si no le gustan los peronistas, tendrá miedo que lo tilden de gorila, si le desagradan los radicales temerá el apóstrofe de autoritario, si detesta a los de derecha, aborrecerá que lo llamen comunista y si odia a la izquierda, temblará pensando en que lo llamen nazi.
• O sea que usted es apolítico por miedo y es, políticamente, un poco de todo eso a lo que teme.
• Por supuesto, casi siempre votará lo menos peor, cuando no “en contra de”
• Si se juega y se rotula de izquierda o de derecha, antepondrá al rótulo, y por las dudas, la palabra “centro”.
• Si se entusiasma por un candidato, lo hará “por la persona” y no por el partido. Y si esa persona, ahora presidente, lo defrauda, ocultará piadosamente su antigua preferencia. La frase más adecuada será “yo no lo voté”.
• Cuando milite en alguna agrupación social, dirá que “si no lo cambiamos nosotros, a esto no lo cambia nadie”. Seguidamente, se lamentará que no haya más personas como usted. Si se considera “progresista” se cuidará de mencionar las palabras “comunismo” o “revolución”. Si no milita en ningún grupo, y conoce a alguien que sí lo hace, le dirá “que está perdiendo el tiempo”.
• Si conoce a un vecinalista, le dirá que la vecinal no cambia nada. Si ese vecinalista retorna ungido gobernador, se callará bien calladito en su presencia.
• No dudará en apañar un golpe de estado si eso significa posibilidades de comprar una heladera. De los militares dirá que “fueron buenos para ordenar en su momento”, “con ellos me hice la casa” o cosas así. También dirá “se les fue la mano” o “acá hace falta mano dura”.
• Usted siempre fue víctima de políticos y militares, y nunca hizo otra cosa que la suya.
• Los políticos son de clase media, aunque usted no los reconoce más que como ladrones.
De los bienes materiales
Si usted es de clase media, estará convencido de las ventajas de poseer bienes materiales. Eso lo autoriza a pensar sobre los demás, en función de ese pensamiento. Vea si se identifica con algunas de estas frases:
• Cuando posea mucho, mucho dinero, dirá que es pobre. Si carece de él, tratará de disimularlo. Y si despilfarra sus billetes en lujos, se disculpará por ello diciendo “me di algunos gustos”.
• Ahorrará, siempre que pueda, hasta quedar como un miserable, lo que es preferible a ser un derrochón.
• Se resistirá a dar a conocer su sueldo. O preguntará a otra persona sobre el salario con cierta vergüenza.
• Creerá que los bienes materiales son en última instancia lo que clasifica a las personas. Si uno tiene, es, si carece, no es. Por ende, la plata es el gran clasificador. Se avergonzará interiormente de pensar así.
• La palabra Progreso se vincula a lo económico, y no a lo moral o espiritual. La palabra Confort se vincula siempre a los electrodomésticos.
• La casa y el auto propios son metas impostergables, irremplazables y actualmente impagables. Debe conseguirlas a cualquier precio, incluso el de perder la casa y el auto.
• Comprar es a la vez un deber, un lujo, un placer y una necesidad. Comprar lo innecesario es menos vergonzante que comprar lo imprescindible. Por lo que en un shopping mostrará sus Ricky Sarkany, pero ocultará la bolsa de la acelga. Ya en la verdulería, mostrará sin pudor ambas cosas.
• Instruirá a sus hijos a graduar a la gente de acuerdo a cómo va vestido. Para ello, tendrá e impondrá reglas no escritas sobre vestimenta. Importará más esto que el comportamiento o la creencia religiosa, que son invisibles a golpe de vista.
• Tener que elegir entre muchas cosas baratas y de mala calidad, o pocas caras, pero excelentes, lo pone del coco.
• Las cosas deberán estar limpias y ordenadas, de ser posible de forma geométrica. Tendrá artefactos para ello: aspiradoras, lavavajillas y lavarropas, escobas, placares, estantes. A mayor cantidad de éstos se considerará mejor persona.
• La suciedad y el desorden simbolizan un desclasamiento. La frase ante un hijo desordenado será “parecés un villero”.
• Se indignará ante un celular, más caro que el suyo, en poder de una persona indigente.
• A partir del 2000, usted se ha vuelto un experto cocinero. Habla de recetas chinas, marroquíes o patagónicas con soltura y comenta con entusiasmo el programa de Narda Lepes de canal Gourmet. Lamenta no tener una más cocina grande para llenar de especias y cacharros. Preferirá decir “Tripettes Grillé con Mix de Especias de la Provence” para nombrar los pedestres chinchulines con chimichurri.
Los otros
Los otros son, en general, de clase media: los demás o no existen o son inalcanzables.
Para saber qué piensa un burgués de sus congéneres en el mundo, lea la siguiente lista y siéntase identificado. O no.
• Los otros son los responsables y yo la victima. Son los que hacen mal las cosas, por eso salen como salen. Si las hago mal yo, fue un lamentable error que se repara con una disculpa o con dinero.
• La desconfianza es precaución y no un defecto moral.
• El color de la piel es índice de algo. Ese algo es inconfesable, sobre todo ante varias personas.
• Se conmoverá ante un animal herido, pero desdeñará a un pordiosero hambriento simplemente por su olor. Luego se arrepentirá de ello ante algún amigo, que le servirá de testigo de su dolor.
• La amistad es algo palpable, contante y sonante que se mantiene a fuerza de regalos y cenas. Fontanarrosa y Olmedo son símbolos de esa amistad, y no Hitler y Mussolini, que encima fueron amigos, malditos.
• Ofrecerá, como máximo incienso para cualquier agasajo, salamín de entrada y un asado, basándose en la simpatía que generan esas comidas. Olvidará que son manjares más bien primitivos y proletarios, condición hoy perdida dado el costo de ambos productos.
• Si otro le hace un daño, se vengará mentalmente, imaginando terribles desquites que jamás llevará a cabo. Se avergonzará de ser tan perro y a la vez tan cobarde.
• La pena de muerte debe justificarse muy bien, porque está mal.
• Estudiará otro idioma, aunque no tenga nada que decir, y cuando tenga que hablar con un extranjero, le dará vergüenza a pesar de los doce años en Aricana. Usará extranjerismos en cualquier ocasión, pero siempre ante argentinos amigos y de nivel cultural parecido al suyo. El italiano y el portugués son fáciles de intuir, por lo que es innecesario su aprendizaje: brasileños e italianos nos entienden perfectamente.
• Viajar, o “hacer un viaje grande” significa ir a Europa y Estados Unidos. Todo lo que de allí proviene es mejor. Una vez allá criticará a toda voz a la Argentina, a menos que se esté jugando un partido en Yakarta o que escuche un tango en Burdeos, cosa frecuente por lo demás.
La salud
Usted siempre pensó en médicos. Desde que su mamá lo llevó al pediatra, piensa en guardapolvos, jeringas, proctólogos, camillas y salas de espera. ¿Usted piensa esto que sigue?
• La salud es carencia de enfermedad, no estar sano. Las enfermedades son siempre producto del azar o el descuido. En lo demás, somos perfectos. Si otro está enfermo, se lo buscó.
• Sabrá más de enfermedades que de Derechos Humanos y estos, por lo que le enseñaron a su hijo en la secundaria. Esta ventaja en el conocimiento le permitirá automedicarse con libertad.
• Evitará siempre las palabras “cáncer” y “droga” diciendo en cambio “algo malo” y “auténtico flagelo” respectivamente (del mismo modo, no bajará del colectivo, sino que “descenderá”)
• El cuerpo es la percha de la ropa, lo que le permite, fumando y comiendo, literalmente hacerlo percha. No estará gordo o gorda, sino “hinchado” o genéticamente, “retiene líquidos”.
• Tendrá especial cuidado de ir al médico con su mejor ropa interior, aunque sea al dentista.
• La ropa es lo que hace al cuerpo, porque ciertas prendas lo harán más gordo/a o flaca/o. Recuerda que el hábito hace al monje.
Evaluación
Declárese un legítimo burgués, de clase media, si respondió con un “sí, sí…” a solamente una de las frases anteriores. Aunque usted no lo sepa, todas significan más o menos lo mismo, o dependen unas de otras.
Siéntese en su sillón frente a la TV, respire hondo y considérese afortunado.
Su clase social gobierna el país.
1 comentario:
Genial el artículo sobre la clase media. Yo soy así, que hijo de puta no.
Y no lo voté!!!!!!!!!
Adelante.
Fernando Bittel, Rosario
Publicar un comentario