martes, 12 de agosto de 2008

...que lance la primera piedra

Por Bruno Javier Del Barro | 19 años

Quisiera saber que sería de cada uno de nosotros si en nuestras obligaciones diarias, más que nada laborales e incluso privadas, nos encontraríamos en el ojo de la crítica periodística, por consiguiente, pública. Si en cada acción y decisión tuviésemos un corresponsal pisándonos los talones ¿Nos desenvolveríamos diferente? Claro que sí. O eso aparentaríamos.
¿Y si nuestra labor estuviese ligada al orden social? También, pues el juicio de los medios de comunicación sería diferente y la opinión resultante, diversa. ¿Y si en tanta exposición, nos encontrásemos en la oportunidad de cometer alguna viveza o beneficiarnos un poquito por lo bajo? ¿Lo hacemos diariamente? ¿Accederíamos? Tal vez. Cuando nadie nos ve. ¿Y si ahora nos pasamos del otro lado? Si estoy favorecido, magnífico. ¿Y si no, aunque sí mi vecino, mi enemigo y la mayoría? Se salta de la silla como si esta quemara, se despotricaría por doquier gracias a la inmunidad que brinda estar oculto entre la muchedumbre, el anonimato, desligado de responsabilidad, pues las malas decisiones son de otro, y las buenas las traigo yo, y es allí cuando tomo partido en el asunto.
En la tele se observa a ancianas, docentes, vecinos y comerciantes quejándose de la negligencia de políticos y policías, (funcionarios que deben estar a nuestro servicio). Estos malditos corruptos hijos de puta. Tienen la culpa de todo.
Como si hubiesen nacido en el vientre del mismísimo infierno, como si hubiesen sido criados por Lucifer y sus secuaces, para luego emerger de las entrañas de la tierra y gobernarnos.
Como si no hubiesen sido criados en el seno de una familia tipo de los barrios de las ciudades, como si nunca hubiesen ido a comprar nada al almacenero, o familiarizado con los vecinos o escuchado a las viejas del barrio, o educado por nuestros docentes o hecho amigos de otras familias tipo, o escuchado nuestros noticieros, caminado por estas calles, andado en bicicleta, trabajado en múltiples funciones, comprado un auto, buscado pareja, educado en nuestras escuelas, en nuestra universidad, según nuestras iglesias, como si nunca nadie les hubiera inculcado los valores de amor, dinero y salud que tanto se aprecian y promueven, aquellos principios de que luche por lo que tanto desee, que tenés que hacer lo que te guste, que hay que llegar a algo en la vida, que ambicione por lo que más aprecie en el mundo. Como si nadie los hubiese premiado por sacarse dieces en la escuela, y alentado para que fuesen a la universidad y puedan cumplir sus metas y las de su entorno, como si nadie los hubiese apoyado en su carrera política, como si eso fuera posible sin apoyo, como si nadie les hubiese creído. Y, la noción más visible de la hipocresía y la estupidez, como si nadie los hubiese votado.
Como si se hubiesen revelado, se hubiesen vuelto “malos” y perversos contra los inocentes ciudadanos; no, justo lo contrario, siguieron al pie de la letra los valores más corrientes de esta sociedad y los pusieron en práctica desde un puesto político, siendo posible que las decisiones desde lo mas alto sean el reflejo en gran escala de las acciones diarias del ciudadano común y corriente.
Todos en esta nación fuimos criados a partir de ciertos valores, los cuales se reflejan en nuestros actos más cotidianos. Pensando en Argentina, personalmente siento que su política es exactamente la que merece, la que puede esperar.
Ciertamente, el político, se crió y educó dentro de la misma escala de valores que todos nosotros,
creyó poseer la fórmula mágica para salvar el país (como absolutamente todos los habitantes de Argentina) hasta que al fin se encontró con esas responsabilidades, e hizo desastres.
Se encontró con tentaciones, y fue corrupto.
Sólo hay que imaginarse al argentino tipo en un puesto de poder, donde las debilidades de cada uno se encuentran a prueba y luego reflexionar si nuestra sociedad se encuentra en la intención de integrar y de alentar, más allá de lo que dice, una conducta ética y honesta.
Por eso mismo, me pregunto qué sería de nosotros, en toda la complejidad de nuestra labor. Si estuviera ligada a una función pública, qué intereses se interpondrían, a quién favorecería, si estuviese dispuesto a dar mi vida por otros sin recibir nada a cambio, sino todo lo contrario. Si pensase sólo en mí y en el mañana, en mi imagen pública y beneficiarme por lo bajo.
Si lucho contra el mundo y por él, o el panorama es tan desalentador que elijo el camino fácil buscando el bienestar y la comodidad por lo que resta de mi vida, total mucho no puedo hacer, para qué esforzarse, mejor me aseguro el futuro a costa de quien sea y vivo una vida sin sobresaltos ni desafíos mayores.
Si ayudo al otro, siempre y cuando esté dentro de mi alcance, de mi capacidad, de mis ganas, de mis intereses, de mi esfuerzo, de lo que se esperaría de mí, si tocaría el equilibrio de mi estructura de vida. Si no veo resultados, desisto. Si estoy demasiado viejo, demasiado mortificado en mi vida. Si yo no valgo nada.
Se podrán encontrar incluso patrones actitudinales en cualquier fulano que se encuentre alguna vez en la lupa de los medios: comerciantes, delincuentes, vecinos, personajes de la farándula, y cada uno en su entorno personal, observará propensión en ciertas cualidades.
Advierten todos los individuos, inclusive el político, un poco de cada uno, un poco de mi imprudencia, tu viveza, la obstinación de algunos, la corruptibilidad de otros, la debilidad de estos, la necedad de aquellos.
Y un poquito más o menos de cada cual.

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