
Fotografías _Diego González Halama.
Este año se cumplen 80 años del nacimiento de Ernesto Che Guevara. Suponemos su vida bastante conocida por el lector o lectora.
Como se comprenderá, abundarán homenajes, discursos, escritos, inauguraciones exposiciones y hasta una estatua. Se añadirán a los cientos de libros, fotos y postales que se hicieron desde su vida. Esta nota no tratará sobre el personaje, sino de los que han escrito sobre él, a los que (lógicamente) nadie tiene en cuenta hasta el momento de comprarles el libro.
Una vida de biógrafo
Durante su vida, y sobre todo durante su vida revolucionaria en Cuba, el Che suscitó la admiración y el miedo.
Si bien algunos simpatizaban con la revolución cubana, los más, la veían como algo peligroso y sobre todo… comunista.
El nombre del Che comenzó a formar parte de los cucos nacionales. Las revistas comenzaban a mostrar su imagen cortando caña, pronunciando discursos.
Apenas muerto el Che, se escribe su primer biografía literariamente potable. En 1968, Hugo Gambini escribe “Che, la Biografía”. Con un corte periodístico, el libro de Huguito (pasó por la Vanguardia, Crítica, El Economista, Crónica, Panorama, Siete Días, Primera Plana, La Opinión, Clarín y La Nación) fue un best-seller. Era temerario en 1968 -plena dictadura de Onganía- hablar del muerto.
La biografía formará parte de una serie de reportajes y entrevistas. A los que lo mataron, a Fidel, a sus parientes, máxime cuando se acercaba la hora de la democracia.
Pero sobre todo inauguraría una serie de biografías muy particulares.
Una avalancha de escritores tendrían mucho que decir del Che.
Sobre todo para “pegarse” al personaje, para ver si se le quedaba algo de su arena dorada. Y un gran prurito por la cronología exacta, precisa, día a día.
El propio padre escribió “Mi hijo, el Che”. Por la forma en que escribe, es una biografía un poco arrevesada, como un repaso de la memoria. Y por la forma de presentarse, parece que es él, el padre, el protagonista: "Si hubiera tenido la juventud y el coraje necesarios para empuñar el arma que dejó mi hijo -el Che- este libro jamás se hubiera escrito”. Ricardo Rojo también se animó a escribir “Mi amigo el Che”. Padece del mismo problema: el protagonista es una persona que acompaña al Che y cuenta sus impresiones. Por supuesto, ni Rojo ni el viejo Guevara agarraron nunca un fusil…
Hasta la victoria
Otros biógrafos son más políticos, en el sentido de continuar las ideas guevaristas, eso sí, en general al servicio de Cuba. Froilán Gonzáles y Adys Cupull son dos escritores cubanos que se han especializado en Guevara.
Han escrito multitud de libros, pero siguen una norma: la vida del Che presenta facetas constantemente coherentes. No hay debilidad ni contradicción en “su” Che.
Estos escritores comenzaron una serie de escritos sobre el Che que lo observan “desde abajo”, pero apuntando “hacia arriba”. Los relatos suelen ser apoteósicos, y el Che queda convertido en un prócer cubano. “Un hombre bravo”, “Entre Nosotros”, “Crímenes en la Higuera”, “del Ñancahuasú a la Higuera” o “Ernestito” son libros que dan una imagen heroica desde la cuna a la tumba.
Otros, como el de Jean Cormier, “Mística y Coraje” de 1997, también abundan en heroísmos y altisones. Hay otros que buscan y ponen al servicio de la Revolución sus impresiones personales, buscando una coherencia que a veces poco favor le hacen al Che. Orlando Borrego, soldado subordinado e íntimo amigo del Che, escribió “Che: el camino del fuego” en 2001 y “Recuerdos en ráfaga” en 2003. Ambos libros presentan a un Borrego totalmente supeditado a la fuerza moral del Che, y hasta un poco rebelde a sus órdenes. Pero el resultado es un Che coherente aunque implacable, amigo sutil pero inflexible, bondadoso, pero irónico y hasta cruel.
La idea general de estos escritores es presentar un Che modélico, sin fisuras, monolítico, un San Martín cubano sin revisionismos. Fidel, la hija del Che, Aleida y el amigo Alberto Granados escribieron en su momento el correspondiente panegírico.
Les sale bien.
Los Buscavidas
Tal vez el Che sea el personaje al cual se le han buscado más detalles de la vida. Poco importa la gorra de Perón, pero sí la boina del Che.
John Lee Anderson es uno de los más reconocidos con su libro de 1997, “Che Guevara: Una Vida Revolucionaria”. Este reportero de guerra yanqui abunda en detalles minuciosos, para ver si a través de esas pequeñas cosas se descubren las grandes. Así, el concepto es que si enumero, una por una, las anécdotas del Che, puedo reconstruirlo, armarlo de nuevo, presentarlo vivo. Ese concepto prendió.
Julia Costenla es LA especialista en la minucia, y sus escritos se basan, muchas veces en pocos detalles que, bien organizados, forman -al final- un libro.
La “gracia” de eso es que siempre hay un detalle desconocido, presentado como “novedad”. Es por ello que es muy resistida por la familia Guevara: cometió la imprudencia de decir que la mamá del Che se casó embarazada y que, por tanto, la fecha “real” de nacimiento –un 14 de junio- no es tal. Hereje.
En sus libros, deja alguna constancia que fue amiga de la madre del Che.
En “Che, la vida en juego” presenta un Guevara algo desvaído, disipado en anécdotas y asuntos de clase media: actitudes, afectos, gestos, cosas que alguien de clase media hubiese admirado y suscripto. La guerra donde estuvo el Che es casi un contratiempo.
El asma es el tópico más socorrido en este sentido, y se “supone” que esa enfermedad forjó el carácter del tipo. Haber hecho lo que hizo el Che, con un inhalador y saturado de corticoides, lo pone por las nubes, pero es el asma la protagonista, no lo realmente planeado y ejecutado. Es el detalle lo importante, la cosa, el objeto concreto. Claro, hay objetos “prohibidos”: la marca del fusil, o de la granada no se mencionan.
Y las ideas no se analizan: son complicadas y peligrosas, más que la Thompson del Che. ¿a quién le interesa la opinión del Che acerca de los marxistas soviéticos, Mao, Althusser o Gramsci? El asma, el asma es lo que sirve y vende. El Che es la auto - autoayuda: tu puedes. Lo que puedes no importa, total, es lectura de playa, una novedad literaria, un entretenimiento.
Esa postura literaria es frondosa en descendientes: se ha abusado de esta tendencia, hallar “cosas” del Che. Mariana Vicat, en “Che inmortal”, presenta la misma tendencia: abundar el dato. Revolucionario Light, para doña Julia o para Mariana, el Che es un buen muchacho, heroico, generoso y coherente, pero apolítico y solamente de forma tangencial es… comunista. Ah, vivillas.
Los teóricos
Pocos –tal vez demasiado pocos- han observado al Che desde su postura teórica. El Che fue un escritor, sus libros están allí. Tal vez los dos más importantes, y menos retóricos, sean “Manual para al Guerra de Guerrillas” y “Apuntes críticos sobre la Economía Política”.
Nestor Kohan ha revisado esos textos, sobre todo el último.
Su postura intenta contrastar lo escrito por el Che con lo ocurrido, y le encuentra la pata a la sota neoliberal y sobre todo, comunista.
La idea de don Kohan es que el Che escribió críticamente, y se adelantó a la caída de la URSS, del Muro, etcétera.
De esta vertiente surgen los analistas “serios” del Che. Análisis de la psicología del muerto, de su relación con Argentina, con la guerrilla o con la política internacional.
En general, estos teóricos “usan” al Che para soliviantar sus alicaídos análisis ex post (o sea, analizar las causas de lo que pasó y no se supo ver). De allí a enarbolar banderas con distinta oquedad, hay un paso. Estas posturas han degenerado, de alguna manera, en un progresismo de camiseta.
El Che sirve para denunciar cualquier atropello sea real o imaginado. Su postura pétrea anticipó todas las plagas nacionales, y su ideal es solución de casi cualquier cosa, desde la miseria hasta la proliferación de cucarachas.
Un poco nacionalistas, un poco progresistas, popu - monto - mao - trosko- lenninistas de barricada y birra en la mano, la izquierda es fecunda en apoyar luchas ya comenzadas, siempre que sean contra el gobierno. No importa quién las empezó. Ni siquiera el Che.
Un Che algo incómodo
Con la llegada de la dictadura de 1976, la palabra “Che” iba a durar lo que un pollo nadando en el mar. Luego de los innumerables escritos, impresiones y reimpresiones de material guevarista, su “adopción” por el PRT-ERP y su quema en los regimientos, el Che cayó en obligado olvido.
Pero antes de caer en el pozo procesista, casi no había semana donde no se publicara algo sobre él.
Luego, con los 90, y retomado el auge neoliberal, la imagen del Che comenzó a ser discutida, puesta en el centro. Por supuesto, los liberales argentinos tenían mucho para decir. Quien ocupa el centro de la tendencia liberal -hasta hoy- es Guillermo “Pacho” O´Donnell. Su mayor preocupación es ser esquizofrénicamente comercial.
Veamos: Don Pacho sabe que el Che Guevara vende. Pero no puede negar su origen oligarca.
Por tanto, si el título del libro es “Che: la vida por un mundo mejor”, las “estrellas” del libro son los fusilamentos en La Cabaña y las divergencias de Fidel con el Che. Ambas “estrellas” le ganaron el odio de los cubanos.
Pacho redobla la apuesta: en un artículo del Clarín abunda sobre las “peleas” entre ambos políticos… ¿Por qué presentar estas cosas?
Sutil, don O´Donell sabe que derrocar la imagen del Che es imposible, pero también sabe que debe defender la idea liberal (fue ministro de Menem). Por ende, propone el punto medio: ni revolucionarios, ni dictadores. Esa discusión, ese conflicto, presenta una fisura, un problema de convivencia, que gatilló la soledad del Che en Bolivia, el abandono por parte de Cuba.
O sea, Fidel es una mala persona, que dejó a su amigo. Y el Che un aventurero, que no tenía posibilidades. Oblicuo, Pacho oculta su ideología, pero ésta tendrá descendencia.
Estos hijitos tratan de demostrar que una revolución no sólo es imposible, sino indeseable. O sea, como en una revolución Pacho debería ir a vender panchos, que no haya tal revolución. Tampoco dictadura a lo Fidel, porque hay que preservar las formas “democráticas”. Esto no implica que, si un dictador nos asegura el laburito (no ir precisamente a vender panchos) no lo apoyemos con todo el corazón capitalista.
Conclusión para los 80 años
La extensa bibliografía sobre el Che deja solamente una Revolución ajena y florida.
El Che es un guerrillero, un pensador, un buen tipo, depende el que lo aluda, y a pesar de haber sido todo eso, no lo es.
Para Marianito Grondona, es un utópico, etimológica y ambiguamente: su ideología “no tiene lugar”. En la ultima revista Todo es Historia, la portada apunta “Disparen al mito: la derrota del Che”.
Esta revista es anecdótica si las hay. No hay historiador serio que la mencione más que como ilustración bibliográfica. Sin embargo, es una de las plataformas liberales y porteñistas de Pacho O´Donnel.
En el artículo de referencia, el autor, Héctor Ghiretti, considera las ideas de Guevara en función de su éxito. Así, la política propuesta por Guevara es imposible, por el mero hecho de que el personaje ha fracasado. Imaginamos que Cristo, Lutero, San Martín, Martin Luther King y Gandhi también fracasaron, aunque sus ideas -malditas sean- siguen en vigencia... El tiempo transcurrido poco puede hacer con el Mito Guevara. Como sabemos desde la primaria, para demoler un mito se necesita otro. Poco puede hacer O´Donnel para eso, y morirá desangrado en combate desigual. No habrá camisetas con la cara de Pacho.
Lo que sí se puede evidenciar desde la vida y la muerte del Che, a través de lo que escribieron acerca de él, es que aún mueve cosas, inteligencias, voluntades, aunque de forma impensada por el mismo personaje. Es el contraste, lo molesto.
Hay gente que no se banca ciertas cosas del Che. Esas cosas, paradójicamente, no son las cosas que él marcó, impulsó o notó. El estado de confort de la intelectualidad, la mediocridad cotidiana, el esfuerzo titánico para no hacer.
La vida heroica y sin fisuras, la lucha para cambiarlo todo, la perseverancia a pesar de todo, molesta a los héroes de la nada, los reaccionarios por acción u omisión.
Tal vez la frase más reveladora sea la de un periodista cordobés, autor - y cómo no- de una biografía que -oh, que cosa- se detiene antes de que el Che sea un guerrillero. Me reservo piadosamente el nombre.
El que esto escribe le preguntó, en la presentación de su libro:
- ¿Y después de estudiar tanto al Che, qué te quedó de él?
- La barba.
Era cierto.
2 comentarios:
Yo me pregunto, estimado Fernetti, con qué parte del cuerpo leés. Entiendo bien que para alabar (sinceramente) hace falta tener grandeza de alma. Quizá por eso descalificás a "Todo es Historia" como revista meramente anecdótica. Impugnación sorprendente que ignora el valor de la única revista cultural que ha aguantado más de 40 años sin subsidios públicos ni otras martingalas financieras; doblemente sorprendente viniendo de un museólogo: si hay instituciones propiamente "anecdóticas" en el marco de la cultura occidental, son precisamente los museos, colecciones de fragmentos visuales que nunca cuentan todo el proceso (si no, no serían "exposiciones", "espectáculos culturales").
En referencia a mi artículo, tus juicios son funcionales al hilo medio vergonzante de tu apologética exposición (te digo que te faltan algunos jugadores, en sentido bibliográfico, no el figurado que conocemos; por otra parte, tu repaso crítico- bibliográfico me parece una pequeña colección de pullas, propias de lector resentido): el problema es que no son verdaderos. En ningún momento confronto las ideas del Che con su fracaso. El problema es, en realidad, la falta de ideas y la irresponsablidad moral del personaje. Si hubiera aplicado el análisis marxista y se hubiese hecho cargo del costo humano de una empresa descabellada quizá nunca habría llegado al Congo en plan de revolucionario universal, Arca de la Alianza de las batallas por el socialismo. El muy vanidoso... si hubiera aplicado tan sólo una idea de las que decía profesar, ninguna empresa en la que desfogó sus notorias limitaciones hubiera tenido un destino tan lamentable como la que le cupo, invariablemente.
Hay abundantes adjetivos para las limitaciones intelectuales y morales.
Pero te voy a reconocer el acierto final: lo único que queda del personajillo (¿compararlo con Cristo, Lutero, San Martín? ¿no será demasiado hagiográfico?) es la barba. O la foto.
Saluti,
Héctor Ghiretti
Veo con cierta maligna alegría que el Che sigue generando indignaciones.
Leyendo con los ojos (mi parte del cuerpo habituada a hacerlo, por ahora) percibo en Ghiretti un enojo impropio de un historiador. Lo mismo con los "si hubiera sido..." "si hubiese hecho..." Lamentablemente, no estuve allí.
Pero no creo que a nadie que haya sido tan inútil y barbado lo hayan perseguido tanto. ¿a un iresponsable sin ideas hay que matarlo? Me parece que no.
Todos somos limitados. Nuestros proyectos no siempre se cumplen. Pero sigo viendo a personas enojadas con el Che, con el tipo inútil -o utópico- , con el socialismo, con los comunistas, y midiendo a las personas según su éxito. Eso debe pasar por los últimos gobiernos comunistas que hemos tenido, con los que Félix Luna cenó varias veces...
Creo que ese artículo no agrega nada, y no demitifica nada tampoco. Es dificil ya borrar al Che con un escrito o revivirlo con una apología.
Ah, y con respecto a la imagen del Congo, en publicada está leyendo supuestamente la carta donde se le comunica la muerte de su madre. Pero puede ser una leyenda... mis ojos no alcanzan a leer el contenido.
Y respecto a Todo es Historia, me basta con coleccionarlas.
Es cierto, soy un resentido bromista ¿y qué?. Mis jugadores nunca estuvieron todos en el plantel, bibliográfico y moral incluido. Temo que los Rangers vengan por mí.
O sea, ya jamás escribiré en Todo es Historia.
Que sigan los exitos.
Fernetti
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