
Osvaldo Laino ayudó a escribir y dibujar algunas páginas de la historieta argentina. Pero también, de diversos lugares del mundo. De vuelta en Rosario después de varios años, el artista inauguró una retrospectiva con su obra gráfica y plástica. “Eso de que nací con un lápiz en la mano está muy gastado, porque lo leí muchas veces. Pero también debo admitir que se acerca a la verdad ya que la primera vez que lo tuve en mis manos comenzaron mis primeros garabatos, y también mi fama. Recuerdo que cada vez que hacía un dibujo se lo mostraba a una señora vecina y cualquier porquería que yo hacía, ella me lo festejaba. No sé si lo hacía para alentarme o deshacerse de mí; pero, la verdad es que yo seguí insistiendo”, escribe Osvaldo Laino en su weblog.
Esa insistencia llevó al dibujante a viajar por el mundo de la mano de sus trabajos. Sin embargo, Laino regresó a Rosario este año y se mudó junto a su esposa Celeste muy cerca de la ciudad, en Funes. Y para celebrar su regreso, inauguró una retrospectiva con su obra gráfica y plástica en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia. Por esas cosas del destino, a fin de mes es la muestra la que se va de viaje, por Buenos Aires y Córdoba.
Como él mismo lo explica, empezó a dibujar desde chico y a publicar sus primeras tiras en un semanario local. En 1947 se fue a vivir a Córdoba, con un título secundario que obtuvo en la Escuela Técnica Industrial de la Nación. Allí trabajó en el Instituto Aerotécnico de la Fuerza Aérea como diseñador técnico y desarrolló aviones como los míticos Calquen y Pulqui, cuyo proyecto original había alentado Juan Perón. “Al mismo tiempo, en casa, hacía dibujos animados. Empecé a trabajar para la sección deportiva del diario Córdoba, un vespertino muy conservador. Fue su editor, Binoy Pereyra, quien me indujo a hacer los primeros dibujos para el diario. Al mismo tiempo, abrí un estudio de publicidad. Hacía dibujos comerciales y maquetas. En fin, estuve bastante ocupado pero también me di tiempo para colaborar con la cadena Radio Splendid con el director de programación Humberto Vilches Vera y Juan Carlos Mesa”, rememora Laino.
Entre 1953 y 1956, Laino desarrolló su carrera en Buenos Aires. Se sumó al grupo Avivato, que tenía una revista del mismo nombre dirigida por Jorge Palacio y Billy Kerosene. Allí colaboraban Landrú, Quino, Dobal y Garaycochea, entre otros. “Cada revista de la época (o sea, Avivato pero también Paturuzú y Rico Tipo) reunía sus propios dibujantes, pero en general nos conocíamos entre nosotros y compartíamos inquietudes similares. En el ’55, junto a Garaycochea, Breccia, Udaetta y Cotta hicimos en la Galería Picasso la primera exposición de dibujo humorístico contemporáneo. Sin embargo, no nos interesaba sólo el humor sino que investigábamos distintas posibilidades del dibujo. Después, la historia te recuerda por una cosa u otra. A Breccia, por ejemplo, actualmente se lo reconoce como dibujante, aunque tuvo su etapa de humorista”, continúa Laino.
En Buenos Aires también publicó en revistas como Loco Lindo, Potpurrí, Fígaro y Ricuritas. Mientras tanto, dirigió la revista Dibujantes, donde se iniciaron muchos profesionales de la historieta. En la muestra retrospectiva se exhiben fotos donde Laino le da la mano a un jovencísimo Hermenegildo Sábat, o donde sonríe un chico con rulos enormes llamado Quino. “Una cosa llevó a la otra, porque con el apoyo de Dibujantes, empezamos un ciclo en el canal 7 que se llamó ‘Dibujando con…’. Por allí pasaron figuras como Divito, Manteola, Ferro y estrellas del cine y la televisión. Una cuestión interesante es que el dibujante mostraba su técnica y nos interesaba que ese proceso fuese seguido por gente de todas las edades, porque el dibujo no era sólo cosa de chicos”, observa Laino.
En 1956 viajó a Venezuela contratado por una compañía de publicidad. Allí publicó dibujos en diversas revistas y en el diario La Esfera. Además, participó en la televisión venezolana dirigiendo programas especiales y comerciales. Y en 1961 se mudó a Nueva York durante 14 años. Publicó dibujos en la revista Cracked, fue director de Arte de las revistas Temas y Visión Internacional y director creativo de la actual cadena Univisión. “Antiguamente un director de arte trabajaba en una mesa de dibujo, tenía sus ilustradores y se preparaba todo a mano, inclusive las galeras. Hoy directamente la revista va de una computadora a la impresión. La agencia de publicidad se transformó en un negocio regido por determinadas estrategias de marketing. Sin embargo, yo seguí dibujando, porque siempre dependí de la parte creativa”, explica Laino. “Mis temas tienen que ver con los grandes amores de ficción, algunas cuestiones filosóficas, algunas obras de escritores famosos. Esos temas son universales, aunque en Estados Unidos tuve que cambiar el idioma. Y además, recorren diferentes épocas”, agrega.
A mediados de los 70, Laino se instaló en Tampa, una ciudad de unos 300 mil habitantes ubicada en la costa oeste de Florida. Cuenta la historia que a fines de 1800, el español Vicente Martínez Ybor -quien había vivido varios años en Cuba- trasladó sus industrias talabacaleras al lugar. Por esa razón, en Tampa se construyó un distrito que reunía las casas de los obreros -muchos de ellos, cubanos e italianos- y las fábricas en el mismo lugar. Allí nació el diario La Gazeta, escrito en italiano, castellano e inglés. Y también surgió una figura curiosa: la del lector que leía noticias y libros a los trabajadores mientras realizaban sus tareas. Laino recrea unos de esos momentos en un dibujo a la tinta de los que se exponen en la muestra.
“Yo me involucré mucho en la vida comunitaria de Tampa y, por ejemplo, fui presidente de la Cámara Hispana de Comercio y de la Federación de Publicidad. Es que me parece que lo que uno recibe, tiene el deber moral de devolverlo. Todos necesitamos de un espacio colectivo, porque individualmente no ganamos nada”, considera Laino mientras roza con los dedos un pequeño prendedor que lleva en la solapa, con el escudo de Tampa labrado. En la muestra, Laino exhibe con orgullo un diploma otorgado por la comunidad hispana de ese lugar, que lo nombró “Hombre hispano del año” en 2001. Y recuerda con un dejo de nostalgia los 700 libros que donó a la biblioteca local, antes de volver a Rosario.
“En Funes, Celeste y yo estamos tranquilos, podemos descansar pero también trabajar. Yo uso mucho mi computadora Mac para seguir dibujando, pero también me doy tiempo para leer clásicos o buscar literatura nueva en las librerías del centro”, cuenta Laino. También se interesa por los dibujantes actuales. Le interesan -además de Caloi y Fontanarrosa- Tute, Liniers y Esteban Tolj, entre otros. “En mi época, el patrón a seguir era Disney, pero ahora eso se ha diversificado y las corrientes estéticas son variadas. El dibujo argentino se ha desarrollado mucho en el campo internacional pero paradójicamente, a los dibujantes del interior les siguen faltando medios para mostrar su trabajo y proyectarse a nivel nacional”, apunta Laino.
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