sábado, 1 de marzo de 2008

EDITORIAL FEBRERO. Concreciones

Es innegable que el escenario político de la región es bien distinto al de hace apenas una década atrás, cuando la pretensión neoliberal era perpetuar un modelo económico basado en la apropiación leonina del trabajo y el esfuerzo de millones de coterráneos.
La lucha por escapar del modelo se fue expandiendo por toda Sudamérica, a sabiendas que el resultado de su aplicación se expresaba en una creciente concentración de la riqueza en pocas manos, mientras la pobreza se diseminaba como una plaga por todo el continente.
Las movilizaciones populares, cada cual- con sus rasgos distintivos-, asumieron el desafío, ganaron las calles con decisión y lograron desalojar del poder a presidentes serviles al modelo, coincidiendo el fenómeno en varios países simultáneamente, entre ellos el nuestro. La huida en helicóptero de Fernando de la Rúa significó el epílogo de una etapa, precedida del ocaso del gran depredador, el ex convicto de Anillaco, venerado en su momento, por varios que hoy enfundan el traje de la renovación política.
Los sucesos cuasi simultáneos en el Sur del mundo, obraron como una respuesta masiva a quienes representaban los intereses más espurios y dañinos en detrimento de sus pueblos.
Así emergieron, producto de esas manifestaciones: Chávez, Lula, Tabaré, Evo Morales, Bachellet, Correa y Kirchner. Personalidades, cada una de ellas, con sus contradicciones, que a primera vista distaban de asemejarse a sus antecesores. Una luz de esperanza se filtró entre tinieblas. Esperanza que persiste entre certezas y dudas. Es que los discursos que florecen de los labios de los nuevos gobernantes no siempre se traducen en cambios genuinos, decididos y concretos para modificar una trama de poder hostil y caro a los intereses colectivos. Se puede convenir que se avanza lentamente en muchos terrenos, se duda en otros y temas fundamentales, aún no entraron en el debate. Por ejemplo, por mencionar uno que advino con crudeza: la energía. Un resorte fundamental y estratégico para nuestra economía y por ende para todos los argentinos y sus vecinos.
La presidenta predijo, luego de asumir, que Argentina deberá ser un país capitalista moderno, con una nueva distribución del ingreso, serio, y que deberá consensuar un pacto social entre sus actores principales. Nadie se opondría al desafío, pero se mira de soslayo,si existe la voluntad política de caminar en esa dirección. La puja visible entre empresarios y asalariados que incluyen las salubres paritarias, van evidenciando, como piensan los grandes grupos económicos.
Es decir transitamos una etapa que exhibe por un lado una cierta renovación política, un reacomodamiento de ciertos sectores, pero lejos estamos de que ésto, se traduzca en cambios profundos.
La coyuntura nos favorece y es hora de no desperdiciar una nueva oportunidad para trocar un modelo perverso no solo desde lo económico, sino lo que es peor, que modificó conciencias, instalando valores que están alojados en un sinnúmero de croquetas, y que atraviesa a todas las capas de una sociedad heterogénea y fragmentada.
Las estructuras mafiosas que fue consolidando el modelo no han sufrido embates profundos, - hay tibios intentos- y persisten en áreas vitales que de no resolverse, el deseo de una nueva calidad institucional se verá trunco.
En un país tan particular como el nuestro, las contradicciones en el devenir futuro son moneda corriente. Todo está por verse, el presente discurre entre avances y retrocesos.
La tan mentada redistribución del ingreso, requiere de mano firme para enfrentar a intereses poderosos que manejan voluntades, precios, medios de comunicación, y otros resortes fundamentales que impiden la construcción de una democracia sólida.
El escenario actual es propicio para que las expresiones de cambio que se emiten desde el gobierno central no se diluyan a la hora de la práctica política. Como se dijo hace unos meses, cuando asumió la nueva presidenta: todo está por verse.
Carlos E. Galli

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