domingo, 24 de febrero de 2008

La invicta dependencia argentina. Los chimpancés valen más que los pibes argentinos


Por_Carlos del Frade
Desde fines de 2007, una multinacional de medicamentos experimenta con chicas y chicos argentinos, más precisamente de las provincias de Santiago del Estero, Mendoza y San Juan. Casi seis mil niñas y niños que son cooptados por médicos que reciben a cambio 350 dólares de parte de la empresa. El epílogo de la ética médica, hipocresía descarnada antes que juramento hipocrático. Más allá de algunos cuestionamientos de la administración nacional, el experimento sigue su curso a pesar de que ya murieron seis criaturas. Mientras tanto, desde el mismísimo corazón del sistema, George Bush acaba de prohibir experimentar con chimpancés, una resolución aprobada desde la culta y progresista Europa.La consecuencia es elocuente: los chimpancés valen más que los pibes argentinos. Y en forma paralela, una chiquita que limpia vidrios es atropellada en Formosa, una feroz síntesis del lugar que sigue ocupando la niñez en la sociedad más allá del discurso de ocasión. También en barrio Ludueña, la noticia de la muerte de un pibe de diecisiete años a manos de un suboficial de la policía despertó una confusa sensación que mezclaba alegría y tristeza en los vecinos, síntoma que algo no funciona bien a escala humana y que, sin embargo, demuestra la lozanía de los peores sentimientos de venganza. En San Juan, mientras tanto, el gobernador José Luis Gioja celebró el posible descubrimiento de pozos petroleros y se ufanó de la riqueza minera. Sin embargo, la desnutrición es moneda corriente en un suelo ubérrimo para pocos. Postales -en definitiva- que tienen a las chicas y chicos como protagonistas porque, una vez más, sus cuerpos y existencias son el resumen de la historia política de los últimos treinta años.

Pibes, vacunas, negocios y dependencia

La primera campaña de vacunación que existió en el país la hizo José de San Martín, mientras gobernaba Cuyo y preparaba al primer ejército popular latinoamericano para emprender la epopeya de la liberación continental.

Una medida política a favor de los que eran mayoría en aquellos territorios abrazados por la Cordillera de los Andes y que fue registrada por los historiadores oficiales de la Argentina.

Medicina, desde el Estado, para darle salud a un pueblo que estaba dispuesto a pelear por su liberación. Ese pensamiento no estaba entre las conclusiones de los cronistas admitidos por la academia. Ellos simplemente acotaron el hecho, no lo ocultaron.

Salud dentro de un proyecto de liberación, vacunas para pelear por la Patria Grande.

El país, sin embargo, viró a favor del proyecto de los enemigos de San Martín y desde hace algún tiempo no hay vacunas destinadas a impulsar una epopeya libertaria sino, todo lo contrario, a garantizar la dependencia de las grandes multinacionales.

Algo de esta historia puede vislumbrarse en los cuerpos siempre estragados de las chicas y chicos empobrecidos de las provincias saqueadas.

Es lo que sucede en Santiago del Estero.

La información habla del ensayo denominado Compas, por el cual se presenta una nueva vacuna para prevenir infecciones que causa la bacteria del neumococo, como la otitis media y la neumonía. La vacuna es promovida por el laboratorio GlaxoSmithKline y está en la fase final de prueba en niños sanos de esta provincia. Ya fueron vacunados 1.480 niños santiagueños y el objetivo fijado es llegar a 4.500. En el país, serán en total 17 mil chicos, ya que se contarán también a los de Mendoza y San Juan.

Estos chicos son usados como cobayos previa aceptación de parte de sus padres en presencia de un supuesto testigo independiente.

Algunos medios, por ejemplo, informaron que “el Gobierno nacional envió inspectores y cuestionó el modo de informar a los padres, habitantes de una provincia con analfabetismo y desigualdad de acceso a la educación. El resultado de la visita quedó plasmado en un acta de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), el organismo del Ministerio de Salud que regula la investigación clínica en la Argentina”.

"Se solicita al investigador principal (de este estudio) documentar la imparcialidad de los testigos que participan de la firma del consentimiento informado de los diferentes pacientes", apuntaba el informe de la repartición oficial.

"En vez de explicarle bien a los padres los potenciales riesgos que existen, los minimizan, para que la gente firme de una vez. Los conchaban, los presionan para que entren al programa", asegura Leandro Gamba, jefe de terapia intensiva del Hospital Eva Perón.

Por cada chico, el médico que convence a los padres recibe 350 dólares que vienen desde Europa, donde recibirán las vacunas.

Una obscenidad si existiera la ética médica o sobreviviera aquello del juramento hipocrático.

Aquí lo que sobra es la hipocresía que es otra cosa.

En total habrá cuatrocientos médicos, radiólogos y asistentes los que trabajarán en la selección y captación de nenas y nenes de Santiago del Estero y Cuyo para que sirvan como si fueran animales de laboratorio para las multinacionales de los medicamentos.

¿Ocurrirá lo mismo en Europa o Estados Unidos?.

Y hay riesgos: ya se verificaron media docena de muertes entre los seis mil pibes que participaron del programa.

La industria farmacéutica se defiende: el laboratorio GlaxoSmithKline señaló que "todos los estudios son conducidos de acuerdo a los más elevados estándares éticos y científicos y son supervisados por las autoridades sanitarias locales" y que "el estudio Compas es el más importante en vacunas que se está realizando en el mundo y parte de la fase tres se realizó también en Europa. Participan hoy Panamá y Argentina", sostuvo la empresa.

Para la llamada Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME), "la investigación clínica es una actividad altamente controlada y regulada" y que los estudios "han permitido alcanzar importantes adelantos en el tratamiento de enfermedades como cáncer, diabetes y sida".

Experimentan con chicas y chicos santiagueños y los médicos que los convocan reciben 350 dólares por cobayo humano.

La más clara expresión del desprecio por la vida, del manoseo a las chicas y chicos, más allá de lo que dicen las leyes que juran proteger su desarrollo existencial.

Las multinacionales de los medicamentos prueban vacunas entre los pibes argentinos porque saben que su proyecto de salud no alienta ninguna independencia o rebeldía, sino que garantizan la dependencia, la misma situación que les permite hacer grandes negocios con este esclavismo del tercer milenio.

Fuente: Clarín - 23/12/07 - “El general San Martín y la emancipación americana”, de Bartolomé Mitre.

Monerías

“Prohiben experimentar con chimpancés”, tituló el diario Clarín el pasado sábado 12 de enero de 2008.

La información sostenía que “George Bush prohibió la experimentación médica y científica con chimpancés en los laboratorios públicos y privados de Estados Unidos, según indicó Pedro Pozas, director ejecutivo del proyecto "Gran Simio" en España. Esto quedó certificado en la "Chimp act" y es un paso histórico en la lucha por los derechos de los homínidos no humanos en todo el mundo”, apuntaba la noticia.

"Debe tomarse como modelo para elaborar una normativa igual en la Unión Europea", dijo Pozas, quién lamenta que España haya ignorado el debate por la protección de simios en 2005”, finalizaba el escrito.

Mientras que en el primer mundo se cuida a los chimpancés, los laboratorios europeos y norteamericanos experimentan con chicas y chicos argentinos, la más feroz demostración de la continuidad de la dependencia del país.

Bianca y la suciedad que sigue

Limpiar y limpiar hasta que no quede ninguna suciedad.

Limpiar y limpiar hasta que no sea necesario ninguna piba, ningún pibe que se asome a las bocas de los automóviles, camionetas y camiones, a limpiar sus vidrios porque otra suciedad que baja desde lo más alto de las élites oscurece el presente de esas chicas, de esos chicos.

Limpiar y limpiar los vidrios de los lentes reales e imaginarios de los que no quieren ver, de los que no pueden ver la suciedad construida durante décadas.

Limpiar y limpiar para que los trapos sucios revelen las marcas, las huellas de los delincuentes de guante blanco.

Bianca tiene doce años. Edad exacta para empezar a soñar con los misterios de la adolescencia, extrañar la niñez y seguir jugando a las muñecas mientras escucha con ansiedad y gula el relato de las pibas más grandes.

Bianca tiene doce años y limpia vidrios de autos, camionetas y camiones.

No hay lugar, mientras Bianca limpia vidrios, para las muñecas y los nuevos horizontes que le pide su cuerpo, su alegría existencial.

Bianca necesita limpiar vidrios.

Pero es por otra suciedad que está más allá de los parabrisas que Bianca limpia vidrios de los autos.

Allí estaba ella. En una de las esquinas de la capital misionera, en la ciudad de Posadas.

Hasta que alguien montado en su poderosa Toyota Hilux, un tal Roberto Dei Castelli, vio la luz verde del semáforo y arremetió brioso hacia el mundo.

Una de sus ruedas le pasó por arriba de los pies a Bianca.

La crónica periodística señala que “el conductor se detuvo y de inmediato dio aviso a la Policía” y que “la niña fue trasladada al hospital donde recibió las primeras curaciones. El médico que la atendió determinó que Bianca presentaba hematomas en la región del tobillo, excoriaciones en la rodilla lo que le demandará 20 días de curaciones aproximadamente”, apuntaron los medios regionales.

¿En veinte días terminará la suciedad que hace necesario que Bianca limpie vidrios en una esquina misionera?.

Cuentan los sociólogos que durante los años noventa, época de saqueo y exhibicionismo impúdico de los usurpadores y sus socios, un modelo de automóvil se impuso en aquella Argentina estragada.

Eran las camionetas cuatro por cuatro, la síntesis del poder. Con ruedas altas y robustas, vidrios polarizados, cabinas que simulaban cápsulas espaciales y un andar arrollador por las calles de las ciudades en aquellos momentos atravesadas por la desocupación arrolladora. Fortalezas de cuatro puertas, poderosas expresiones de los señores feudales de aquellos tiempos. Del otro lado de sus amuralladas comodidades, afuera de las cuatro puertas, el mundo que necesariamente debía ser despreciado, el que debía quedar siempre excluido, pidiendo una monedita a cambio de una limosna de los barones del neofeudalismo del tercer milenio.

¿Cuánto deberá limpiar Bianca y las miles de Bianca para terminar con tanta suciedad mental, consumista y cómplice del sistema?.

Fue en Misiones, donde árboles y pibes son talados por la potencia arrolladora de lo que sigue vigente de los años noventa a esta parte.

Fuente: Diario El Territorio (Misiones) – 4/1/08

La perversa alegría del sistema

-Ya no se puede salir a la calle ni estar un rato afuera. No tenemos tranquilidad... El chico que falleció tenía muchos antecedentes. Tenía locos a todos los repartidores, que a veces pasan dos o tres veces por día y no pueden bajar a dejar la mercadería porque saben que los están esperando...Sé que es tremendo, pero cuando te roban treinta veces por día deseás que pase esto. Acá la convivencia no es normal. Nadie respeta a nadie y llegás al punto de no saber si la muerte de un pibe te pone contento o triste - dijo una micro comerciante de la zona oeste de la ciudad de Rosario, en barrio Ludueña.

La duda de la mujer es profunda y feroz: ponerse triste o contenta por el asesinato de un pibe de diecisiete años.

Una duda que, en realidad, es consecuencia de una matriz de pensamiento que ordena eliminar al que está cerca, próximo, dejando impune, desconocido, ignorado, al que produce una dinámica social violenta, aquellos delincuentes de guante blanco que manejan la estructura de lo que se llama realidad. A mayor desinformación, mayor violencia. A mayor ocultamiento de los responsables del dolor, mayor ensañamiento contra el más cercano aunque se sepa que no es el malvado principal.

El barrio Ludueña en Rosario siempre se caracterizó por ser el lugar en donde la gente humilde se la rebuscaba con changas y empleos temporales en la construcción o el puerto casi mitológico de la ciudad.

Después de décadas de saqueos, privatización de los muelles y difusión masiva de diversas drogas, el trabajo dejó de ser el necesario y difícil puente para aspirar a una vida mejor y comenzó a instalarse por abajo lo que venía desde arriba: la violencia contra el vecino, contra el cercano, contra el próximo, contra el prójimo.

El muchacho asesinado por el policía de civil tenía diecisiete años, se llamaba Luciano Leiva y en el barrio se comentaba que tenía una gran cantidad de antecedentes delictivos y que siempre emboscaba a los repartidores que llegaban a los negocios del lugar. Así fue aquel mediodía. El custodio era un cabo de la comisaría novena que estaba cumpliendo un adicional cuidando al repartidor de helados cuando apareció el muchacho con un arma. Le exigió los veinte pesos que había recibido del comerciante. Hasta que llegó el tiro que terminó con la vida de Luciano. No hubo tiroteo. Fue una ejecución. Tal como manda el sistema. Nadie del barrio reprobó lo hecho por el cabo, salvo los familiares del muchacho.

De allí la confesión de la duda feroz, aquella señora que decía no saber si ponerse contenta o triste por el final de la vida del pibe de diecisiete años.

Habrá que decir que ninguna vida puede ser arrancada por nadie, que cualquiera merece un juicio y que la venganza o el castigo por mano propio es una clara señal de una sociedad que atrasa casi dos siglos. Atraso directamente relacionado con una estructura económica, política y cultural injusta y que educa para que las mayorías se maten entre si, de tal forma que los privilegios sigan invictos y desconocidos.

En una ciudad que ya no es capital de los cereales ni rosa crispada siderúrgica y obrera, el sistema de las minorías sigue ganando su batalla, esa en donde pibes de diecisiete años no son sujetos de derechos, sino de condenas y discriminación, pibes asesinados que no despiertan tristeza ni curiosidad de saber por qué vivían como lo hacían sino que, muchas veces, impulsan perversas alegrías.

La alegría de los que manejan el sistema. La perversa alegría de los que gozan sabiendo que los pobres se matan entre si.

Fuente: Diario La Capital (Rosario) – 15/1/08

La desubicación de la pobreza

El gobierno de la provincia de San Juan se ufana de las inversiones extranjeras que vienen a su territorio.

José Luis Gioja, gobernador del lugar donde naciera el impulsor de la escuela pública, Domingo Faustino Sarmiento, supo ser uno de los principales voceros de la administración presidencial menemista, aquella pródiga en privatizaciones, desocupación, multiplicación de la pobreza y democratización del narcotráfico. Hoy, Gioja, vendedor de montañas y paisajes de bellezas inenarrables, es uno de los más acérrimos defensores de la gestión kirchnerista.

Ubicuidad y pragmatismo. Lo cierto es que Gioja repite, una y otra vez, dentro y fuera del territorio sanjuanino, que las empresas mineras llevan la riqueza del subsuelo pero dejan grandes fortunas que, según el gobernador, son para todos los sanjuaninos.

Sin embargo, como bien dice el refrán popular, no todo lo que reluce es oro, aunque se trate de semejante mineral.

El oro sanjuanino y los otros productos del corazón de las tierras sanjuaninas no traen presentes mejores para todos los sanjuaninos.

Apenas asoma en la pechera de la camiseta San Martín de San Juan que a duras penas se mantiene en primera, pero es allí, en las casacas de los jugadores de fútbol que puede leerse la leyenda que exalta las virtudes de la provincia minera.

Pero tal como sucede con los resultados futboleros, las mayorías sanjuaninas parecen más cerca del descenso que de la victoria cotidiana.

En la ciudad de Calingasta, una beba de dos meses murió por desnutrición.

La llevaban en una ambulancia hasta un centro de salud, pero no llegó. No soportó el último esfuerzo. La condena había sido dictaminada hacía tiempo, aún antes de que naciera.

Ya había pasado lo mismo con una hermanita de ella, casi cinco años antes.

La beba pesaba dos kilogramos setecientos gramos y era una de los seis hijos del matrimonio compuesto por una mamá de veintiocho años y el papá de treinta y un años.

Los padres de los chicos no forman parte del círculo áulico de Gioja y sus amigos extranjeros, ni tampoco están incluidos en los favores de los que habla la publicidad oficial.

Son integrantes de las mayorías empobrecidas que viven sobre un territorio rico y pletórico de posibilidades pero, para pocos. Rico y pletórico de posibilidades para pocos.

Ellos, los papás de la beba que viajó injustamente muy pronto a la pampa de arriba, apenas intentan empatarle a las necesidades a través de changas rurales. Fue en 2003 cuando, como se dijo antes, sufrieron la muerte de otra niña de solamente seis meses también por desnutrición agravada por una afección pulmonar.

No se trata de una desgracia, sino de una consecuencia directa de la manera material en la que viven desde mucho tiempo en la provincia del buen vino y los inagotables recursos mineros de los que habla el señor gobernador.

La justicia de menores, mientras tanto, investiga a los padres de la beba por supuesta negligencia o abandono. Dos palabras que bien podrían caberle al mismísimo responsable político del territorio sanjuanino.

Se ve que la justicia sanjuanina entiende el curso de la historia y niega la posibilidad que haya pobreza en la provincia y por eso descarga su poder inquisidor sobre las víctimas.

Es que en semejante valle de riquezas no es posible que existan casos mortales de desnutrición infantil.

Porque si así fuera, el gobernador Gioja estaría mintiendo, sería cómplice de un descomunal saqueo que deja casi sin nada a los habitantes de sus territorio y llena de riquezas a muy pocos.

Fuente: Clarín, 12-1-08 / El Territorio, Misiones, 12 - 1 - 08.

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