domingo, 24 de febrero de 2008

Rafael Ielpi: “Muchos me dicen que yo escondo lo que escribo y otros dicen que no escribo”

Por_Silvana Depetris
Rafael Ielpi es actualmente director del Centro Cultural Bernardino Rivadavia. Si bien nació en Esquel, debido al trabajo casi nómade de su padre ferroviario, desde muy chico pasaba todo el período lectivo en Rosario, en casa de sus abuelos paternos. Y es aquí donde se siente ciudadano, parte y donde desarrolló toda su tarea. Fue también Subsecretario de Cultura municipal con el advenimiento de la democracia y luego, más adelante, concejal por Rosario, aunque asegura que más allá de las funciones públicas, siempre además “escribe por encargo”.Sin embargo, puede que sea más [re] conocido por sus aportes culturales e históricos a través de publicaciones, entre las que se destacan "Prostitución y rufianismo", en colaboración con Héctor Zinni y la cantata “La Forestal”. Escribe poemas y fue autor de muchas canciones que varios interpretaron, pero eso ya forma parte del pasado. También fue autor de “Del 900 a la década infame”, una obra de cuatro tomos en la que realiza una radiografía de los primeros 30 años del siglo XX y revela gustos, hábitos y costumbres de los rosarinos que vivieron aquellos años de gestación de lo que hoy es una ciudad.


Rosario es ya su ciudad y mucho ha escrito e investigado sobre ella. ¿Si tuviera que decir algo sobre la ciudad y su gente, cuál cree que es el calificativo que más se ajusta?
No es fácil definir ninguna ciudad en particular, porque no es que tienen un solo rasgo distintivo por el que se las puede identificar, pero a mí me parece que Rosario tiene dos condiciones que la convierten en una ciudad, en principio, habitable. Primero la condición solidaria de la gente, me parece que es una ciudad que tiene la medida demográfica ideal, lo cual permite que conserve en medio de los avatares de la globalización un espíritu de convivencia muy particular. Eso explica que subsistan clubes, bares, lugares de encuentro donde la gente convive. Y la otra es su condición de ciudad portuaria, la proximidad con ese curso de agua tan grande que parece un mar, y eso le da un perfil muy particular, porque se puede ver a la ciudad desde adentro y desde afuera, basta con cruzar en 5 minutos para poder verla desde en frente. Estas creo que son dos condiciones distintivas de la ciudad, más allá de los aspectos y desarrollos económicos, urbanísticos, etc. A mi me parece que como toda ciudad, lo más importante es la gente y su cotidianeidad compartida.

Recién hablaba de los lugares de encuentro y la cotidianeidad. ¿Eso intentó reflejar en su último libro “Historias de El Cairo”?
En realidad para mí es un libro anecdótico, en el que quise no contar una historia cronológica de los avatares económicos del lugar y los cambios de dueños y demás, sino más bien intentar plasmar para la propia ciudad y para quienes lo han tomado como una especie de parador turístico en este último tiempo, una idea de qué pensaban sobre ese bar y sobre la ciudad los que en estos casi 60 años iban todos los días. Por eso se llama Historias de El Cairo, trata de reflejar justamente cómo las vivieron y cómo las ven los que estaban ahí adentro, y eso me resulta realmente interesante, aunque me aleje un poco de otras producciones que he realizado más ligadas a la historia académica. Ese academicismo creo que muchas veces es lo que aleja al lector, lo cual explica y justifica también el éxito de una nueva visión de la historia como la de Felipe Pigna o Pacho O´Donnel que han logrado a través de ese desacantonamiento acercar a la juventud a los temas de la historia y la lectura.

Además de los libros, también escribe poesías, relatos y canciones…
Sí, ahora canciones ya no tanto, es un poco parte del pasado eso. Parece que para escribir canciones hay que tener muchas afinidades, afinidades electivas como decía Goëthe, y yo con los músicos que tenía y tengo mucha afinidad ya no me encuentro tanto. En cambio la poesía sí, siempre ha sido algo que consideré importante para mí. Yo pertenezco a la llamada generación de los 60 y me considero uno de los buenos poetas de esa generación. Además, la poesía es una deuda pendiente que tengo conmigo mismo. Muchos me dicen que yo escondo lo que escribo y otros dicen que no escribo, y es poco de los dos. Tengo muchas ganas de volver a publicar este año.

¿Por qué esconde lo que escribe?
Por un exceso de autocrítica. Yo escribí un libro hace muchos años que se llama “El vicio absoluto”, ese fue mi primer libro de poemas que lo editó la famosa Biblioteca Vigil, y yo siempre lo deje como minimizando, y con el paso del tiempo lo empecé a releer, y sumado a que muchos amigos me dijeron que contemplara la posibilidad de reeditarlo, me di cuenta que en realidad había marcado también buena parte de una generación posterior.

¿Qué lo inspira a la hora de escribir?
Es un misterio. La inspiración es un misterio.

¿Recuerda cuál fue el primer libro que leyó?
No. Pasando por alto los libros escolares, me parece que los primero libros que leí son los que había en casa de mis abuelos. Allí mis tías, que trabajaban en escuelas secundarias, tenían una muy buena biblioteca, y es ahí dónde yo leí todos los libros de Julio Verne y también algunos otros como una novela que se llama “La muerte de Virgilio”, de Hermann Broch, que a mí me pareció algo fantástico en aquel momento que tendría 14 años, y después de muchos años la compré, porque estaba agotada y la volví a leer. Ese fue uno de los primeros libros que me hizo dar cuenta que la literatura era algo superior y que no estaba al alcance de cualquiera escribir una novela como esa.

En líneas generales, ¿cómo ve el desarrollo cultural?
Rosario particularmente siempre tuvo una vida cultural realmente autónoma y las cosas de mayor relevancia creo que se fueron dando a lo largo de estos últimos 30 años. De ahí surgieron grande artistas en distintas disciplinas de las artes que ya todos conocemos. Ahora me parece que estamos en un lugar verdaderamente importante y se podría plantear a Rosario como capital cultural, compitiendo con Buenos Aires en muchos aspectos. Además, el Congreso de la Lengua fue una especie de bisagra que le dio la posibilidad a la ciudad de demostrar que podía ser noticia en el mundo y que podía generar cosas importantes, más allá del discurso del Negro Fontanarrosa que pasó por todas las agencias de noticias del mundo. En definitiva, me parece que en el plano cultural hay posibilidades muy importantes.

En tanto, en la cultura está aflorando bastante lo que son las fusiones. ¿Considera que ese fenómeno tiene que ver con la globalización?
No sé en qué ámbito. En la plástica me parece que sí hay una expansión de las llamadas vanguardias que son movimientos de quiebre, ingratos para mucha gente, pero sin dudas necesarios y en la ciudad está teniendo una fuerte incidencia sobre todo a partir de la creación del Museo de Arte Contemporáneo, que se ha convertido en un centro de expresión, exhibición y generación de hechos culturales, por lo menos polémicos sino interesantes. En otros ámbitos creo que se ha llegado a una consolidación de hechos que ya estaban gestándose como puede ser todo lo relacionado a cine, con la capacidad de filmar en Rosario, tener excelentes directores y actores. En la literatura, como siempre, creo que hay nuevos autores, es una disciplina que rebulle mucho y en la música también me parece a mí, por ahí no soy el más idóneo para hablar de eso por mi generación, pero me di cuenta que hay toda una cosa, no digo marginal despectivamente, sino que están los consagrados de siempre, pero además muchos grupos de chicos jóvenes que hacen rock fusión y que es una especie de caldo muy importante que creo que en algún momento van a explotar como ya lo hicieron algunos, como por ejemplo Cielo Razzo.

¿Cómo es un día ordinario de su vida?
Yo duermo cada vez menos. Me levanto muy temprano y enseguida vengo a trabajar acá al Centro Cultural Bernardino Rivadavia donde me quedo hasta cerca de las 16. Después me voy a mi casa y escribo, porque siempre tengo trabajos. Además de la función pública siempre tengo otros trabajos, escribo por encargo, investigaciones y ese tipo de cosas. Muchos años también viví como redactor publicitario y creativo. Tengo una vocación de trabajo y por eso mi día está dedicado al trabajo. En el Bernardino es trabajo de gestión y después me dedico al trabajo intelectual, que de eso se trata la investigación. Por otra parte tengo nietos, así que eso demanda gratamente bastante tiempo y me llena de actividad. En definitiva, lo mismo que cualquier otro ciudadano, Rosario es una ciudad de mucho trabajo, más allá de quienes no tienen lamentablemente trabajo y ese es uno de los problemas que no se arregla solamente desde una Municipalidad, porque tiene que ver con las migraciones internas y muchos otros aspectos.

¿Qué significa para usted ocupar este lugar de director del Bernardino Rivadavia?
Este lugar tiene una condición entrañable, porque aquí estaba la Secretaria de Cultura y cuando se inició la recuperación democrática yo fui el primer Subsecretario de Cultura de la ciudad una vez repuesta la democracia, durante 6 años. Mi despacho estaba acá, y mucha de la gente que trabaja aquí los conocí cuando tenían apenas 20 años, así que hemos crecidos juntos, por lo que es muy significativo para mí.

¿Qué recuerda de los años de la Revista Boom, donde también inició sus actividades Roberto Fontanarrosa?
Esa fue una etapa muy linda, no sólo para mí, sino para todos los que trabajamos ahí. Primero porque era una revista absolutamente insólita, inédita, porque era un mensuario y es muy raro que una revista mensual dure casi 3 años como ocurrió con Boom. Además, porque era una revista de cierta envergadura, tenía cerca de 100 páginas y allí recopilábamos muchas investigaciones sobre temas que hace casi 40 años no se tocaban, como por ejemplo los judíos en la ciudad, la homosexualidad en Rosario, el juego, la prostitución, y de allí salió un grupo de periodistas que cada uno por su lado después logró cierta notoriedad, como Héctor Zinni, Juan Martini, que es uno de los grandes novelistas argentinos con premios internacionales, también estaba el Negro Fontanarrosa, que era muy joven y que ya todos sabemos de la notoriedad que alcanzó, Esven Segovia que después se dedicó al periodismo radial y estaba también Carlos Salli que era un excepcional fotógrafo que se exilió antes del proceso y después durante casi 20 años en Francia y allí trabajó en Le Monde, la UNESCO. Con esto quiero decir que era una revista que tenía muy buenos profesionales y además fue una experiencia que no se repitió, porque Rosario es un lugar difícil para los medios gráficos, es realmente muy difícil el negocio del editor periodístico porque en general los empresarios de la ciudad que han intentado un proyecto periodístico creían que un diario era lo mismo que una empresa que crece rápidamente y no es así. El diario o la revista tiene que imponerse, tiene muchos gastos y no es un gran negocio. Hay que tener una gran vocación. Y eso está demostrado en la ciudad.

¿Cómo vivió los años 70?
Como todo el mundo, con mucha preocupación, y no sólo a partir del Golpe, sino desde antes porque quienes estábamos en los medios sabemos que la época de la Triple A fue muy difícil, era hasta peligroso andar por la calle y después con el Golpe mucho más, sin dudas. En esa época viví tratando de pasar lo más inadvertido posible. Yo trabaja con Domingo Marqués, un conductor excepcional, y él estaba en la lista negra, y por ende yo que era su libretista, entonces toda esa época me dediqué a trabajar en la publicidad. No obstante de eso, muchos amigos y compañeros la pasaron muy mal y otros directamente desaparecieron.

¿Le teme a algo?
No, a nada. Ya a esta altura no le tengo miedo a nada. Por ahí a las enfermedades, esas que son largas y uno no se muere nunca, sufre mucho y la gente que está alrededor de uno también. En cambio a la muerte no, porque es inevitable. Tratemos de que llegue lo más tarde posible, pero inevitablemente va a llegar, así que mejor asumirla como la culminación de un ciclo.

¿Cuáles son los proyectos para éste año?
Este 2008 es realmente un año muy importante para el Centro Cultural porque queremos junto a todo el equipo consolidar lo que buscamos desde que me dieron la responsabilidad de dirigir este lugar, que fuera un centro de generación de pensamiento y reflexión, más allá de los espectáculos y todas las cosas que hacemos. Este año creo que lo más importante, independientemente de los ciclos permanentes, va un ciclo de seminarios. El primero va a tener comienzo a finales de mayo y principios de junio y se va a llamar “Los biógrafos del Che”, en alusión a que se cumplen 80 años de su nacimiento. Estamos tratando de traer a un espectro bastante interesante de biógrafos y ya tenemos confirmados a Hugo Gambini, Pacho O´Donnel, Julia Constenla y Coco López. Después tenemos una conversación bastante fluida con Jon Lee Anderson, que es el periodista independiente más importante del mundo y quién realizó la biografía del Che que muchos consideran la más seria y completa. En principio, ha dicho que le interesa mucho y es muy probable que venga. Otro es Pierre Kalfo, un francés que realizó otra gran biografía del Che, que también está muy interesado en venir y por último Harry Villegas (Pombo), quien fue compañero del Che en Bolivia y dos investigadores cubanos que han escrito un libro muy interesante sobre el Che. Estos serían los intelectuales que durante un mes brindarían el seminario. Después, en agosto, otra cosa importante que vamos a hacer en la ciudad es “San Martín vive”. Se trata de un ciclo que va a reunir a varios historiadores e investigadores como Felipe Pigna, Roberto Galazo, Hugo Chumbita, García Hamilton, Rodolfo Terragno y Luis Alberto Romero. Me parece que son dos ciclos que van a mover un poco el ambiente intelectual de la ciudad.

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