lunes, 3 de mayo de 2010

EDITORIAL. REFLEXIONES

Por Carlos Galli

La Argentina se apresta en pocos días a conmemorar el Bicentenario de la Revolución de Mayo, en medio de innumerables actos para una fecha significativa de nuestra historia.

Son múltiples las voces, individuales o colectivas, cada cual desde sus disímiles representaciones del concepto de Patria, que intentan recorrer estos 200 años, desde aquella Primera Junta de gobierno, hasta este presente. El aniversario es una oportunidad inmejorable, si el gran combo comunicacional que se desplegará para la ocasión, sirviese como vehículo generador de debates que apunten a facilitar la comprensión de los sucesos que, concatenados en el tiempo, fueron delineando esta realidad. Pero, la concentración de los medios en unos pocos, no garantiza información fidedigna. Es un desafío al conocimiento , abrevar de distintas fuentes, no siempre visibles y conocidas. Es por ello, que la pelea por la democratización de la información es un compromiso que la sociedad debe asumir en defensa propia. Hoy, los árboles tapan el bosque.
Por ejemplo no es noticia que la efeméride incluya la opinión de los pueblos indígenas originarios, -negados por buena parte de la sociedad, y que se oponen a los festejos oficiales, anunciando el suyo propio. Con el lema “Otro Bicentenario, el Bicentenario de los pueblos”, unas cincuenta organizaciones sociales del país y la participación de comunidades vecinas proclaman una serie de manifestaciones haciendo hincapié en la identidad cultural, el derecho a sus territorios, y el tema que debería dominar el acontecimiento: qué proyecto de país queremos. Nuestros nativos no son los únicos que reclaman que les salden sus deudas en una América Latina que, desde 1810 a este 2010 inició procesos que fueron estrechando vínculos-como en la actualidad- o momentos de interesada injerencia extranjera , junto a sus aliados internos en cada región, que propició su desunión.
Son cinco los países que este año recuerdan sus albores independentistas: México, Chile, Venezuela, Colombia y Argentina. Procesos que tuvieron con diferentes matices, muchas similitudes. Hoy, como ayer, nuestros pueblos no cesaron en su rebeldía por concretar algo que sigue pareciendo un sueño: países independientes, hermanados e integrados en su proyectos, amigos y solidarios.
Es decir, los fuegos de artificio, los discursos altisonantes, las promesas de prosperidad en esta tierra bendita, etc... etc... deberían dar paso a un espacio de reflexión que recorra la propia esencia del 25 de mayo de 1810 y sus connotaciones, y el devenir de nuestra historia sociopolítica, económica y cultural, impregnada de alegrías pasajeras y tristezas perdurables. Un pasado que debe encadenarse con este presente, recorriendo las experiencias colectivas- nutrida de gestas épicas y frustraciones varias- que devinieron en este presente conflictivo, donde el país del futuro está por verse.
Antinomias ancestrales, se renuevan en pos de ese país imaginario, cambian los actores y las representaciones, pero no el punto de inflexión de las luchas.
Morenistas y saavedristas, Esteban Echeverría y la generación de 1837, unitarios y federales, -una disputa que no cesa-, la generación del 1880, rosistas y sarmientistas, los diferentes formatos de gobierno, la irrupción del radicalismo, la Patagonia rebelde, la época del fraude ¿patriótico? El inicio de los golpes militares con Uriburu, el peronismo, los anarquistas y la izquierda vernácula, el mayor genocidio de nuestra historia pergeñada por la última dictadura militar con la complicidad de buena parte de la civilidad, las luchas populares, la recuperación de la democracia... Alfonsín, Menem, De la Rúa, récord de presidentes transitorios, la sucesión de los Kirchner; marcan jalones de una historia discutida y por discutir. Como dice la canción: la historia la escriben los que ganan, pero hay otra historia.
Es reverdecer aquella, para entender ésta que hoy transitamos, la que debemos analizar, dentro de la pluralidad de ideas, si amenguan los gritos y se afina el oído. Los aportes serán bienvenidos desde todas las expresiones que conforman nuestra policromática cultura.
Debajo de la alfombra hay que barrer, aunque a muchos les disguste. Más allá de las pompas, el Bicentenario amerita un intercambio de ideas, bien digo, que como sociedad debemos darnos para entender lo que hoy somos y hacia dónde queremos ir.
La pugna por la Argentina del futuro, en plena confrontación, se seguirá dirimiendo, entre el padecido modelo liberal y conservador-aún vigente- que beneficia a pocos, y el de un país inclusivo, con una equitativa distribución de la riqueza, con igualdad de oportunidades, de voces plurales, de pleno empleo y pobreza cero. El país utópico.
La batalla continuará. Dos siglos para seguir ejercitando la memoria es toda una oportunidad para internalizar los avatares de nuestra sociedad, y para pensar la que deseamos y estamos dispuestos a forjar en un futuro. No es joda.

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