miércoles, 19 de agosto de 2009

EDITORIAL | CONVICCIONES

Por Carlos E. Galli
En un país fragmentado -se reflejó en las últimas elecciones-, una sociedad como la nuestra que viene buscando su destino cual adolescente, virando con celeridad de un lado a otro de todo el arco político, no es fácil establecer con precisión que disconformismos expresó en los comicios recientes. Sin duda que hay datos concretos y desde ya, hay ganadores y perdedores, pero a la hora del análisis profundo es temerario incurrir en la subjetividad de los votantes y de allí inferir que país prefiere. Lo que no quiere decir cuando se afina la puntería, que ya se está dirimiendo un nuevo reparto del poder.
Analizar “el mensaje de las urnas”, es tarea riesgosa, donde cada uno de los principales actores trata de acomodar los resultados a su conveniencia, y como vemos por estos días , lejos de convertirse en una lectura objetiva. Esto no significa que la gente no sabe qué voto- no hay que olvidarse que fueron elecciones legislativas, nacionalizadas por cierto-, pero que esa diversidad de preferencias, justamente, haya apuntado a alguien en particular para regir el futuro huele a podrido.
Sin embargo, hay ganadores providenciales que actúan y vociferan como patrones de estancia, obvio algunos lo son, elevando sus pretensiones como si fuesen una especie de gobierno paralelo, sin respetar que esta es una democracia y que hay una presidente elegida por el voto popular y a la cual le resta un tramo nada desdeñable para finalizar su mandato.
La asamblea campestre del 27 de julio en la Rural de Palermo, es una muestra acabada de lo antedicho y una invitación a desmenuzarlo, para quienes se interesen por nuestro porvenir. Allí quedó en evidencia que no se prestan a ningún diálogo y van de apriete, se sienten los dueños de los votos, no sólo van por las retenciones cero, sino que intentan hegemonizar un proyecto político conservador y reaccionario. ¿Alguien puede afirmar que la sociedad argentina votó para que el Partido del Campo se haga cargo de su destino? No. Pero los discursos que emanan de los principales dirigentes ruralistas: plagados de amenazas, agravios y exabruptos que involucran a casi todos los sectores de la vida pública, expresan sin medias tintas sus ambiciones verdaderas. Un reto y a la vez un desafío, que marcará el rumbo de nuestra patria empobrecida y que irá ubicando a cada aspirante a representarnos en el sitio correspondiente. Porque dentro de la complejidad de los serios problemas por resolver: distribución del ingreso, pobreza extrema, recursos energéticos, salud, educación, desempleo etc., la realidad no miente. O se acentúa la enorme brecha entre ricos y pobres, adhiriendo a un modelo que acaba de fracasar en el mundo, o se acuerdan políticas entre los sectores que desean un país más equitativo y que incluya a todos sus habitantes para desarticularlo. Una pelea con final abierto.
El dialogo que abrió el gobierno luego de su derrota, es auspicioso, siempre y cuando desde el propio gobierno y la danza de asistentes a la mesa, propongan un debate serio, tendiente a resolver, -redundemos- los temas prioritarios de la agenda nacional. Si la mirada está puesta en réditos sectoriales y en el 2011, la crisis se profundizará como desean algunos.
Porque a pesar de los apocalípticos, la situación no se desmadró, pero urge impedir que los fundamentalistas de siempre sigan presionando para que esto suceda.
Se vienen las internas de los municipios y luego las municipales. No son nacionales, porque algunos discursos de los precandidatos se asemejan a los de hipotéticos presidentes. Sería más atinado referirse a esos pequeños y grandes dramas que padece el ciudadano común, en su barrio, en su ciudad, y esperamos que el día después, el discurso no gire en la supuesta eliminación del otro.
¡Ojo! Ya se ha convertido en una constante, que el voto cada vez te lo prestan por menos tiempo. Algunos se creyeron que era para siempre, y así les fue. No es hora de equilibristas, es hora de que florezcan las convicciones de todos nosotros.

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