miércoles, 11 de febrero de 2009

EDITORIAL

Por Carlos E. Galli

La alarma ha comenzado a sonar. Las noticias que se reciben desde otros lugares del mundo no son nada halagüeñas con respecto al año que acaba de despuntar.
El derrumbe financiero de Estados Unidos se fue propagando al resto de la comunidad internacional, e inició el colapso de las economías sustentadas durante años por la filosofía de los fundamentalistas de mercado. La ONU ya pronosticó en estos últimos días, que se avecina una recesión sólo comparable a la sucedida después de la guerra.
En las principales economías del mundo se anuncian suspensiones y despidos, los niveles de crecimiento caen ostensiblemente y los bancos además de reducir sus tasas de interés, claman auxilio a sus respectivos estados. También es cierto que no a todos los afectará por igual, y en el caso que nos atañe, nuestro país, habrá que ver si su dirigencia se comporta a la altura que exigen las circunstancias. No olvidemos que el 2009 es un año electoral y cuesta presumir si nos basamos en antecedentes similares, que nuestra clase política madure en forma repentina y raye a gran altura.
El gobierno ya ha lanzado medidas tendientes a suprimir despidos y fomentar el consumo, pero serán insuficientes si no se enmarcan en debates serios, plurales, crear ámbitos donde se pueda discutir, que cada cual pueda ser escuchado, y luego sí, elaborar políticas que tiendan en primera medida, a sostener a los sectores más indefensos de nuestra sociedad. Redundancia. Es difícil si no se considera prioridad básica, una justa distribución de la riqueza. Hace días lo sintetizó de paso por Rosario, recorriendo las obras de Travesía, el gobernador de la provincia, Hermes Binner, cuando afirmó que: “Argentina es uno de los países más desiguales del planeta”.
Nadie sabe hacia dónde vamos, pero por fin los gurúes que propagaron por el mundo las ideas libremercadistas, conservadoras e impregnadas de injusticia están asistiendo a la muerte de su discurso. Los ayer, demonizadores del Estado -aunque nieguen, disimulen o malversen el término-, le demandan hoy su intervención. El mundo siente el cimbronazo.
La construcción y puesta en práctica de ideas nuevas y verdaderamente progresistas requerirá -aunque suene a vieja y repetitiva utopía- de la unidad en la diversidad y el pluralismo de ideas, de todos los actores sociales que deseen un cambio genuino. Neutralizar el avance de una derecha retrógrada, tanto la añosa como la nueva, que no quiere resignar ni un ápice su nutrido capital de privilegios no es una tarea menor y se necesita un alto grado de compromiso social.
El tórrido verano de 2009 comienza a delinear las formaciones con sus respectivos protagonistas, en esta confrontación de ideas, en la cual los hay pretendidamente equidistantes, pero el escenario, se supone, no será apto para equilibristas. Aunque, como se vislumbra, algunos suben al trampolín, para zambullirse de cabeza al 2011, sin saber si en dos años la pileta tendrá agua. Han vuelto al ruedo muchos actores, ex estrellas rutilantes del “que se vayan todos del 2001”, maquillados para la ocasión, como si nada hubiese sucedido.
Entonces, es todo un desafío, para esta publicación como medio de comunicación y cultura, intentar brindarles a nuestros lectores, con la humildad que nos caracteriza, un material que nos aproxime a la verdad.
En este año, que pinta impredecible -vaya-, que justo coincide con el año, (en que si las circunstancias lo permiten), cumpliremos nada menos que un cuarto de siglo junto a ustedes en setiembre, nos propusimos iniciar una serie de debates acerca de los temas fundamentales que deben resolverse en el país. La idea es acercarles un abanico de opiniones que nos ayude a reflexionar y articular un diálogo enriquecedor en épocas de crisis.
Las circunstancias requieren el aporte y opinión de vastos sectores sociales, no siempre consultados, para intentar arrojar un poco de luz en medio de tanta tiniebla informativa.

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