
De vuelta casa es una investigación donde la periodista Analía Argento reconstruye las historias de diez hijos y nietos restituidos, nacidos durante la última dictadura militar. Un nene de unos cuatro años y una nena de dos correteaban por un pasillo. Con el tiempo se sabrá que ese pasillo estaba en la Esma, que los padres de los chicos eran Silvia Dameri y Orlando Ruiz, militantes montoneros actualmente desaparecidos; que a los pocos días los chicos fueron dejados en la calle con un cartelito con el nombre pegado en las ropitas, que ellos tienen una hermana menor que fue encontrada hace poco, a los 28 años, cuyo apropiador es un ex prefecto de la Esma. La historia se fue reconstruyendo de manera paciente y dolorosa.
Mientras tanto, la hermana menor se niega a hacerse el examen de ADN y los dos mayores esperan, comprenden, aceptan, se rebelan porque también en ese vaivén de sensaciones han ido ir armando sus propias vida
En el libro De vuelta a casa (editorial Marea), la periodista Analía Argento se adentra en historias de hijos y nietos restituidos. Tienen poco más de treinta años y ya vivieron, por lo menos, dos vidas. Nacieron durante la dictadura y de un solo golpe les arrebataron sus padres y su identidad. Crecieron pensando ser quienes no eran o sabiendo que parte de su historia permanecía en la oscuridad. Un día descubrieron la verdad: algunos la buscaron, a otros se les impuso, otros la encontraron de casualidad.
El robo de bebés y niños y la sustracción de su identidad fue el mayor delito cometido en el marco de la última dictadura militar en Argentina. Buscados incansablemente por sus familiares y por las Abuelas de Plaza de Mayo, se calcula que aún hoy más de 400 de aquellos bebés y niños convertidos en botín de guerra continúan desaparecidos, criados por familias que no son las suyas. En este libro, diez chicos, hoy mujeres y hombres adultos, pueden contar finalmente su vida en primera persona.
¿Cómo te fuiste acercando a las historias?
Tengo un tío desaparecido y en algún momento se me ocurrió que podía intentar averiguar que pasó con él. Además en la revista “Debate” escribí notas sobre las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, sobre su inconstitucionalidad, sobre los juicios, sobre el robo de bebés en dictadura y cómo se estaba trabajando para encontrar a los que faltan. A mí me pareció que había que mirar a la cara a esas personas, que algunas vez fueron niños y niñas y ahora son adultos, y contar esas historias.
¿Y la reconstrucción de los casos?
Primero hice un trabajo de archivo. Después fui tratando de encontrar a los chicos. En algunos casos están en contacto con Abuelas y ellos les pidieron permiso para darme el teléfono y conversé, conversé hasta que conseguí que algunos cuyas historias me interesaban particularmente, me dijeran que sí. Por otro lado fue necesario conocerlos, establecer con ellos un vínculo que permitiera ir contando cada historia. Con muchos tuve varias entrevistas, durante horas cada vez. Además, imaginate que, a veces, las charlas no tenían que ver directamente con el tema del libro. De lo que se trataba acá era de profundizar cada historia. Y el desafío era hacerlo con mucho cuidado, porque los testimonios están fuertemente vinculados con el dolor.
A algunos chicos fue muy difícil encontrarlos y que aceptasen hablar. Por ejemplo, Matías Reggiardo Tolosa. Algunos nietos se escribían con él pero por una cuestión de privacidad no me iban a pasar el mail. Si el nieto no quiere contacto con los medios, se los respeta. El caso de Matías fue especial, en el sentido de que tuvo en su momento mucho despliegue mediático, y yo sabía que iba a ser fuerte para la opinión pública volver a saber de este chico, ya adulto.
A diferencia de otras libros sobre la historia política de los setenta, como Nunca más, aquí el relato testimonial incorpora recursos propios de la novela.
Sí. El trabajo de archivo involucró no sólo los testimonios orales, sino también consultas en libros, revistas y diarios, en Internet, documentos legales… Elegí presentar la investigación como relatos novelados para que la lectura fuera más sencilla, para que el relato atrape al lector sin perder de vista la realidad de los hechos. Del mismo modo, traté de transmitir las sensaciones que fueron teniendo los protagonistas en distintos momentos de su vida. Pero cada cosa que se dice sobre la vivencia de estas personas es algo que efectivamente sucedió. Siempre pensé que había que contarlo así: desde ellos y con una estructura narrativa propia de una novela.
En cada relato aparece el contexto político. Sin embargo, los datos no se repiten en cada uno, sino que construyen una trama complementaria a lo largo del libro.
Sí, fue una decisión deliberada. Fui tratando de dar cuenta de diversos casos: de hijos cuyos padres eran montoneros; de hijos de militantes de ERP, de detenidos en distintos campos de concentración, de desaparecidos en Uruguay, chicos nacidos en cautiverio y otros no. Por otro lado, al conocer la verdad, lo primero que los chicos saben es el compromiso que tuvieron sus padres en la militancia o en la guerrilla. Eso había que contarlo, porque a cada uno le pesa de distinta manera sentir que sus padres se arriesgaron, o sentir que ellos están sin padres por la vinculación con la militancia. No es sólo ser hijo de desaparecidos. No conté en todos los casos la historia de la militancia, como no conté en todos los casos la historia del retorno al centro de detención, como no conté toda la búsqueda de las Abuelas de cada uno de los chicos. Es que hay rasgos comunes a la historias, entonces fui eligiendo trabajarlos a lo largo de los capítulos, no en cada uno de ellos.
Los relatos están acompañados de fotos de los protagonistas, y también de sus padres. Es muy conmovedora, por ejemplo, la foto tomada en la guardería de Cuba donde aparecen muchos hijos de militantes. Allí está Amor, la hija de Roberto Perdía –segundo hombre al mando de Montoneros— con los deditos en V y también aparece Mario Firmenich sosteniendo upa a dos nenes.
A lo largo de las historias, muchos entrevistados admiten que es la primera vez que hablan de determinadas cosas como su dolor, sus sensaciones encontradas. A las fotos llegué sobre el final del trabajo. Algunas son de archivos y a otras me las dieron los chicos. Gonzalo Reggiardo Tolosa tenía las fotos de los papás en la billetera y se la robaron, entonces me las pasaron de Abuelas.
¿Te emocionaste mientras escribías?
Si, en algunas historias dejé pasar un tiempo entre el momento de hacer los reportajes y escribir las historias. Debía tomar cierta distancia porque me costaba mucho separar, tratar como personajes a los entrevistados. Además, alguna vivencias de ellos son tan fuertes que era imposible dejar de pensarlas cuando volvía a casa. Eso me pasó, por ejemplo, cuando visité el Pozo de Banfield, con Carlos e Inés (la historia de Carlos D’Elía Casco forma parte del libro). Fui al Pozo y a cada centro de detención porque necesito ver las cosas para describirlas. El lugar está semiabandonado, y ese día hacía mucho frío. Esa noche, me desperté varias veces tiritando de frío.
¿Como te enteraste de los casos que transcurren en Rosario?
Por archivo. Ambos casos son muy distintos entre sí. El de Laura Acosta impresiona por las confusiones que hubo con su identidad, donde ella es criada como “Paula Molina” por sus tíos que nunca le ocultan su historia hasta que se descubre que en realidad no es hija de los desaparecidos de quienes supuestamente era e inclusive, que su padre sigue vivo. Aunque hoy se ha reencontrado con él, con Livio, siente que ese rol lo cumple el matrimonio que la crió. Fuimos a presentar el libro a Rosario y ella lo dijo así en público, pero Livio estaba feliz igual. Era la primera vez que su hija hablaba en público.
En el caso de los hermanos Ruiz Dameri –Marcelo, María de las Victorias y Laura-- ellos estuvieron secuestrados en la Esma. Marcelo nunca había hablado y cuando María leyó su capítulo, quedó tan impresionada por lo escrito, que le pidió a Marcelo que hablase conmigo y él accedió. Y es que estas historias no son una novela donde yo decido el final sino que, por formar parte de la vida real, están en constante transformación. Este libro se sigue escribiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario