lunes, 15 de diciembre de 2008

Visto de cerca, nadie es normal

Por Ivana Romero

Dos rosarinos armaron un sitio con fotos donde detalles de lo cotidiano se transforman en postales hilarantes. Ahora, esa propuesta tiene muestra propia: “Rosario freak”.
Piénsese en una ciudad llamada Rosario. Colóquese en un sitio web una serie de fotos que resaltan o evidencian el color local.
Elíjase, entonces, el almacén de Jorgito El Potro, una galería de personajes nocturnos de la década del 80, y otras de asuntos inclasificables; por ejemplo, la fachada de un gimnasio donde se ve a un hombre y una mujer musculosos y semidesnudos… devenida en carnicería y con las mismas figuritas que ahora publicitan las bondades del lomo. También, el oso de peluche gigante cautivo en cortada Ricardone y Entre Ríos. Agréguese un toque de costumbres autóctonas: la Feria de las Colectividades (que aún sobrevive a los chubascos que una improbable leyenda atribuye a los gitanos) o la oferta de helado de tallarines al tuco de heladería Polito en Buenos Aires y Zeballos. Agréguese un toque de mística rosarina con personajes tan locales como Cachilo o Hugo Mario Melo. Revuélvase. El resultado se llamará “Rosario freak”.
El sitio www.rosariofreak.com.ar apareció en la web en 2002. Al principio, era una especie de chiste interno (también como reacción a la crisis de ese momento) que compartían dos amigos que se conocían desde los días de primaria en la escuela Juan Arzeno: el fotógrafo Luis Vignoli y el analista en sistemas Gustavo Velilla. “Rosario freak nace en sobremesas de almuerzos o cenas entre amigos, donde charlábamos sobre lo que se ve por la ciudad cotidianamente y sólo llama la atención cuando aparece fotografiado. Es como ver la ciudad con mirada de turista”, explica Vignoli.

Y Velilla amplía: “El tema del sitio son esas cosas inusuales, extrañas, que están frente a nosotros y no las vemos, por ser familiares o por indiferencia, y que al mostrarlas resaltando esos atributos nos sorprenden”. La mirada freak, según estos muchachos, consiste entonces en poner en evidencia lo peculiar de lo cotidiano, aquello que en un conjunto urbano no llama la atención pero que, recortado y con epígrafe, puede adquirir ribetes insólitos. O aquello que “desentona” sin vueltas, como esa extraña escultura de la Terminal de ómnibus con tubos fluorescentes en la punta que, hasta hace poco, estuvo rematada por un retrato del Che Guevara.

Ahora, desde el 17 de noviembre hasta el 18 de diciembre se puede visitar “Rosario Freak, la muestra” en la Alianza Francesa de Rosario (San Luis 846). Resumiendo el espíritu de lo presentado en el sitio, la exposición fotográfica intenta una mirada irónica sobre la ciudad de Rosario, y cuestiona la construcción de ésta desde el error y lo paradójico. Además se incluirá un homenaje a dos célebres rosarinos: Cachilo, "el poeta de los muros", y al recordado periodista Hugo Mario Melo.
¿Por qué un homenaje a ellos? Vignoli y Velilla acuerdan al explicar que “son dos personajes que extrañamente tienen algo en común, desde su locura uno y su trabajo el otro. Marcaron fuerte una generación llevando sus palabras a un extremo que pone en crisis al lenguaje cotidiano. Una particular mezcla rápidamente se volvía irrisoria, ridícula y hasta divertida. Es toda una inspiración para nuestro rescate”.

La mirada “extranjera” también hizo su aporte al sitio y a la muestra. Por un lado, Vignoli recuerda a unas amigas españolas llegadas a la ciudad “que flashearon con los colectivos” sin causa aparente, porque para un rosarino no hay nada extraño en un 115 o un 143. Lo mismo que las fotos de Rosario que hizo un italiano, extrañísimas, de una ciudad que el habitante quizás no perciba a simple vista. Además, la idea de la muestra que ahora se expone en la Alianza fue de un pasante francés de paso por acá, que encontró el sitio buscando referencias sobre la ciudad y se dio cuenta de que ese trabajo podía trascender la web.

A eso se suma la colaboración de personas que envían sus fotos. Así, en el sitio actualmente se puede encontrar toda una genealogía de “lo freak” dividida, por ejemplo, en “ciudad”, “gente”, “noche”, “bebiendo con un freak” (una serie de recipientes que van desde el clásico pingüino de cerámica al autóctono mate con forma de pezuña de vaca, o la sugestiva taza con forma de teta), o “contenedores freak”, acompañados de leyendas insólitas. Para los creadores del sitio, más es mejor. “Una foto sola puede resultar medio tonta, pero si vos empezás a ver unas cuantas sobre el mismo tema, el resultado es hilarante”, dicen. En ese sentido, la serie “Maltrato al oso panda” es imperdible.

Desde hace un tiempo, “lo freak” comienza a considerarse interesante, vanguardista, incluso. Sobre todo cuando va de la mano con una estética “kitsch” (es decir, desmesurada, pasada de moda o de mal gusto). Así, las propagandas de la tele recuperan los lentos, la bola de espejos y los flacuchos con lentes y corte taza. La literatura le abre espacio a escritores como Washington Cucurto, que ha publicado poemarios como “La máquina de hacer paraguayitos” o novelas como “El curandero del amor”. Los Miranda! se mudan al teatro Maipo. Y a pesar de que pasan los años, Susana insiste con sus sillones blancos y sus vestidos ajustados estampados con “animal print”. En Rosario, el paso del tiempo no hace mella en “De 12 a 14”. Bermejo se entusiasma con su propia alfombra roja llena de celebridades. Y la periodista Carolina Coscarelli se sentaba a la mesa con figuras locales en su programa de tele, emulando los célebres almuerzos de Mirtha, otra cultora de lo freak, aunque jamás lo admitiría.

Apunta Velilla: “Lo freak está oculto para el que pasa sin prestar atención. Si uno pasa al lado de una estatua y siempre le ponen una botella de Coca en la mano no le de bola, ahora si te la muestran en la cara… ¡epa! ¿de dónde salió esto?”. Y Vignoli cree que si bien lo freak es un código extendido “la mayoría de los freaks no se asumen como tales o no lo saben”. Es que, además “lo freak” es un concepto inasible que sólo tiene su razón de existir en usos y costumbres de un grupo humano. Inclusive, lo que un grupo considera “freak”, para otro no es nada raro. Mientras tanto, sitios como la vidriera de la peletería de calle Maipú casi Córdoba o publicidades de perfumería Roxana (¿cómo olvidar el almibarado “Roxana la espera” que cantaba una chica como en un susurro?) forman parte de un modo de mirar y percibir el entorno que subraya lo disruptivo. Y que demuestra que el ingenio popular es una cantera “freak” que les permite decir a los rosarinos, como rezaban unos carteles añosos, “Son de acá”.

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