jueves, 4 de septiembre de 2008

ECOLOGIA. ¿Mercurio?... No gracias

Por Sergio Rinaldi | Periodista Miembro de la Coordinación del Taller Ecologista

En este número compartiremos los saludables avances de los efectores de salud de la provincia en la eliminación del tan contaminante mercurio. Por otro lado compartiremos una nota pre-clara de la uruguaya Silvia Ribeiro y el siempre polémico tema de los transgénicos.
SANTAFESINOS SIN MERCURIO EN LOS HOSPITALES.
Localidades de la provincia de Santa Fe, con el liderazgo de Rosario, avanzan en la eliminación del mercurio del sistema de salud pública. El mercurio es un tóxico conocido y su uso en termómetros contribuye a la contaminación global.
Es una campaña mundial que promueve la eliminación del uso de termómetros de mercurio para medir la fiebre.
En adhesión a la campaña que promueve la coalición Salud Sin Daño en la Argentina, varias localidades de la provincia de Santa Fe están avanzando en la eliminación del mercurio de sus sistemas de salud públicos.
De los hospitales de la Red Municipal de Salud Pública de Rosario, ciudad que adhirió hace algo más de dos años al proyecto de la Organización Mundial de la Salud, “Hospital Saludable”, el Hospital de Niños Victor J. Vilela, el Roque Sáenz Peña y el Dr. Juan B. Alberdi completaron el reemplazo de los termómetros con mercurio por digitales y avanzaron también en el reemplazo de los tensiómetros de mercurio. Los demás hospitales de la red continúan con el reemplazo progresivo de los termómetros con mercurio. Desde que comenzó la iniciativa, se redujeron de manera significativa las compras de termómetros con mercurio en los nosocomios públicos rosarinos y por ende también, la emisión de residuos al ambiente conteniendo este tóxico.
En la ciudad de Santa Fe, el Servicio de Pediatría del hospital Iturraspe reemplazó los clásicos termómetros de mercurio para medir la fiebre por termómetros digitales; en Firmat, desde el año pasado, se usan tanto en el Hospital Municipal como los centros de atención periférica, los dispositivos alternativos al mercurio.
Cuando se rompen los termómetros y tensiómetros, lo que ocurre con una frecuencia sorprendente (1), se emite al medio ambiente el mercurio que contienen. El mercurio es un metal pesado tóxico que se evapora a temperatura ambiente y sus residuos contribuyen a aumentar la carga global de mercurio en el planeta. De este modo, paradójicamente, el sector salud se convierte en una fuente de contaminación y riesgo sanitario.
Los vapores de mercurio y el mercurio orgánico afectan el sistema nervioso provocando irritabilidad, temblores, alteraciones de la vista y la audición y problemas de memoria. Afecta también los riñones, y si la madre ha estado expuesta al mercurio orgánico, puede transmitirlo al bebé durante la gestación o la lactancia.
En la Argentina, más de 50 instituciones del ámbito sanitario se han sumado a la iniciativa que impulsa Salud sin Daño y que promueve una prestación y práctica de salud libres de mercurio. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, las provincias de Chaco, Jujuy y La Rioja, junto con hospitales de Córdoba, Chubut, Neuquén, Río Negro, Santa Fe y Tierra del Fuego firmaron la carta de intención para la eliminación del mercurio. (2)
Salud sin Daño es una campaña internacional compuesta por hospitales y sistemas de salud, profesionales médicos, grupos de la comunidad, sindicatos y organizaciones ambientalistas.
Algunos elementos que contienen mercurio en los establecimientos de salud y alternativas.

PRODUCTOS QUE CONTIENEN MERCURIO
• Termómetros de mercurio
• Esfingomanómetros de mercurio
• Tubos gastrointestinales
• Baterías/Pilas Botón
• Lámparas Fluorescentes
• Amalgamas Dentales

ALTERNATIVAS LIBRES DE MERCURIO
• Digitales
• Aneroides, electrónicos
• Tubos con pesas de Tungsteno
• Recargables o libres de mercurio
• Lámparas comunes
• Composite, ionometros vitreos, cerámica

Para más información:
Verónica Odriozola, Coordinadora Regional, (011) 45457204 ó (011) 1551094199. veronicaodriozola@saludsindanio.org
Ing. Daniel Alfano, Coordinador de Servicios Generales de la Secretaría de Salud Pública Rosario, provincia de Santa Fe. alfano.daniel@gmail.com

Contacto Prensa:
Gustavo Stancanelli: 011-4433-0501 // 15 5977 6067
gustavost@fibertel.com.ar

Notas:
(1) Una investigación del GCBA arrojó como resultado que en los hospitales públicos porteños, en 2005, se consumieron casi 40.000 termómetros de mercurio para tomar la fiebre.
(2) Toda la información completa sobre los hospitales que firmaron un compromiso de eliminación del mercurio en http://www.noharm.org/details.cfm?type=document&id=1857


¿Quiere bajar la producción?Use transgénicos! Por Silvia Ribeiro
Monsanto declaró a la prensa de México en días pasados, que la próxima publicación del llamado “Régimen Especial de Protección del Maíz”, le permitirá iniciar experimentos con maíz transgénico. Qué ironía histórica que tal régimen, en lugar de proteger al maíz y sus pueblos, es otro regalo que le hace el gobierno a las transnacionales que han privatizado las semillas, llave de toda la red alimentaria y patrimonio campesino legado a la humanidad. Para colmo: ¡producen menos!
El argumento de las autoridades, haciéndose eco de las empresas, es justamente que los transgénicos son necesarios –pese a los múltiples impactos culturales, ambientales y a la salud que conllevan– porque aumentarían la producción agrícola. Un argumento que frente a la crisis alimentaria han recogido muchos otros gobiernos e instituciones. Sin embargo, esta afirmación es falsa.
En abril del 2008, la Universidad de Kansas publicó un estudio que demuestra, tras analizar la producción del cinturón cerealero de Estados Unidos durante los últimos tres años, que la productividad de los cultivos transgénicos (soya, maíz, algodón y canola) fue menor que en la época anterior a la introducción de transgénicos. La soya muestra una disminución de rendimiento de hasta10%. La productividad del maíz transgénico fue en varios años menor y en algunos igual o imperceptiblemente mayor, dando un resultado total negativo comparado con las variedades convencionales. También muestran menor rendimiento la canola y el algodón transgénico tomados en períodos de varios años. (Y en todos los casos, las semillas son más caras que las convencionales, por lo que el margen ganancia de los agricultores también es menor)
Este estudio corrobora varios anteriores. En 2007, la Universidad de Nebraska encontró que la soya transgénica de Monsanto producía 6% menos que la misma variedad de la empresa en versión no transgénica y hasta 11 por ciento menos que la mejor variedad disponible de soya no transgénica. Otros estudios, incluso uno del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en abril 2006, muestran resultados similares. Definitivamente, los transgénicos no son más productivos.
La razón principal, explican los estudios, es que la transgenia altera el metabolismo de las plantas, lo que en algunos casos inhibe la absorción de nutrientes, y en general, demanda mayor energía para expresar características que no son naturales de la planta, restándole capacidad para desarrollarse plenamente.
La explicación de Monsanto frente al estudio de la Universidad de Kansas, fue que “los trangénicos no están diseñados para aumentar la productividad”. (The independent, 20/4/08)
Monsanto, Dupont-Pioneer y Syngenta, son las tres empresas más grandes del mundo en transgénicos, y también en todo tipo de semillas comerciales. Monsanto controla casi el 90% de las semillas transgénicas, y juntas controlan el 39 por ciento del mercado mundial de todas las semillas, y el 44 por ciento de las semillas bajo propiedad intelectual.
¿Por qué entonces estas empresas –que también son dueñas de las semillas híbridas no transgénicas– insisten en vender sus semillas que producen menos y requieren más agroquímicos? En parte porque son además grandes fabricantes de agroquímicos, pero sobre todo porque todos los transgénicos son patentados y por ello, la contaminación se convierte en un gran negocio.
Las semillas híbridas también se cruzan con variedades nativas. Pero son cruzas de maíz con maíz, a diferencia de los transgénicos, donde la cruza contamina genes de bacterias, virus o cualquier otra especie con la que haya sido manipulado. Pero la diferencia fundamental para las empresas, es que con los transgénicos, la contaminación es un delito imputable a las víctimas.
Cualquier campesino o agricultor que sea contaminado o que use las semillas transgénicas que le compró a Monsanto y las vuelva a plantar (o sea, ejerza el “derecho de los agricultores”) usa su patente sin permiso y está cometiendo un delito por el que puede ser demandado.
Monsanto ya cobró más de 21,500 millones de dólares por juicios contra agricultores en Estados Unidos (Center for Food Safety). Ahora acaba de iniciar un juicio más agresivo, contra toda la cooperativa de agricultores Pilot Grove Cooperative Elevador Inc. de Missouri. Según Monsanto, no le pagan suficientes regalías. El agricultor David Brumback, que se autodefine como “fiel comprador” de los transgénicos de Monsanto hace años, expresa su rabia y afirma que “para Monsanto todos somos culpables”. (CBS 4 Denver, EUA, 10/7/08). Esto les espera a los agricultores del Norte de México, que piden maíz transgénico. Y también a los que no lo quieren y se contaminarán.
Una vez en el campo, la contaminación transgénica es inevitable, es solamente cuestión de tiempo. Las medidas que plantea el vergonzoso “régimen de protección” que esgrimen las secretarías de medio ambiente y de agricultura en México (Semarnat y Sagarpa) no sólo son limitadas e ignorantes. Directamente no tienen sentido, porque nunca se repetirán en condiciones reales en los campos de los agricultores si se aprobara el cultivo comercial.
Los llamados “experimentos” son otra falacia, como la Ley Monsanto (ley de bioseguridad), para legalizarle a las transnacionales la contaminación generalizada y la caza de agricultores, contra los intereses del campo, contra el corazón de los pueblos y a costa del patrimonio genético más importante de México.

Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC
www.etcgroup.org

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