lunes, 7 de julio de 2008

A propósito de los ochenta años del Che. Ternura y Revolución

Por_Carlos del Frade

Revolución, ternura y el hombre nuevo parecen ser los principales desafíos que siguen inalterables en el corazón de las miles y miles de personas que el pasado 14 de junio celebraron el cumpleaños número ochenta de Ernesto Guevara a escasos metros de la vieja estación de trenes Central Córdoba, en la ciudad de Rosario.
Los procesos abiertos en América latina, como el venezolano, el ecuatoriano, el boliviano, el paraguayo y otros en menor o mayor grado, tienen en común la distancia con las políticas impuestas por Estados Unidos. Ya no son hijos del foco, sino de profundos movimientos sociales y lentas construcciones políticas que incluye a las mayorías. No se trata de vanguardias sino de pueblos enteros que eligen protagonizar el presente. Realidades que responden a las lecturas políticas que el propio Comandante realizó en 1962, en oportunidad de polemizar contra los Tupamaros en Uruguay al reprocharles su alzamiento en armas y cuando el 25 de mayo de aquel año envió un mensaje a los argentinos con la idea de crear una gran herramienta de masas para transformar las estructuras del país. Tres años después, en 1965, el Che se despedía de sus hijos, padres y del pueblo cubano. Y en esas cartas simples y profundas, establece la necesidad de la revolución, la ternura y la dureza. El cronista de esta nota siente vergüenza cuando le toca hablar del Che. De allí que lo que sigue es simplemente un balbuceo sobre una de las tantas lecturas posibles en torno al presente de Guevara. El sujeto de la revolución, el por qué es necesario transformar el mundo está, según entiende este trabajador de prensa, en la realidad de los pibes, de los hijos del pueblo. El mismo sujeto que eligió el propio Che cuando generó aquellos textos finales.

La revolución y los hijos
El Che le rendía cuentas a sus hijos.
Explicaba sus hechos y los participaba de sus sueños y proyectos.
Esto queda claro en tres de sus últimos escritos.
En las cartas al pueblo cubano y Fidel, a los hijos y en el diario de Bolivia.
Lo individual subordinado a lo colectivo.
Pero siempre en relación a sus hijos, a los pibes.
La encarnación del por qué de la revolución.
Dice en la crónica del 31 de diciembre de 1966, después de un encuentro con el titular del Partido Comunista boliviano, Monje de apellido, el por qué de su elección. “A las doce hicimos un brindis en que señaló (por Monje) la importancia histórica de la fecha. Yo contesté aprovechando sus palabras y marcando este momento como el nuevo grito de Murillo de la revolución continental y que nuestras vidas no significaban nada frente al hecho de la revolución”, escribió el Che.
La vida apostada a la suerte de la revolución continental.
Pero cuando cada uno de sus pibes cumplía años, era marcado en aquel diario que narraba la desesperante última marcha de la guerrilla guevariana.
En marzo de 1965, en el año de la agricultura, en la misiva escrita a Fidel, sostiene: “...Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena, me alegro de que así sea. Que no pido nada para ellos, pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse”, remarca Guevara.
Y en la ya famosa carta a Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto, su padre escribió que “ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones. Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”, remarcó.
Aleida, muchos años después, recordó que ya convertido en el “Viejo Ramón” -la identidad con la que volvió del Congo e ingresaría a Bolivia- visitó a su madre y la familia por última vez. Que en medio de la cena, ella, Aleida, se cayó y golpeó la cabeza. El Che la abrazó y acarició de tal manera que la entonces nenita de cinco años no pudo soportar contarle un “secretito” a su madre: “Este hombre está enamorado de mi”, le dijo.
Y era cierto.
El Che estaba enamorado de sus hijos.
Y estaba enamorado de la revolución.
Quizás porque haya una sinonimia entre ambos conceptos.
Los hijos son sinónimo de revolución cuando se entiende que la realidad, consecuencia directa del sistema capitalista, es feroz con los pibes, con los hijos del pueblo, de las mayorías.
El cincuenta por ciento de las chicas y chicos argentinos son pobres. Y cada día, veinticinco nenas y nenes piantan a la pampa de arriba antes de tener un año como consecuencia de la invención de las necesidades en un país hecho de pan, trigo y carne siempre en propiedad privada.
Tomar conciencia de los propios hijos y de los otros hijos del pueblo hacen presente lo mejor del Che.
Ternura y revolución.
Por aquello de endurecerse sin perder la ternura jamás.
Como lo escribió en esa otra carta de despedida también en marzo de 1965, la dirigida a sus padres: “Nada ha cambiado en esencia, salvo que soy mucho más consciente, mi marxismo está enraizado y depurado. Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me dirán aventurero, y lo soy, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades...Los he querido mucho, sólo que no he sabido expresar mi cariño, soy extremadamente rígido en mis acciones y creo que a veces no me entendieron...”, confiesa Guevara.
Allí surge, otra vez, aquello de la rigidez junto al cariño.
La dureza y la ternura.
Los hijos y la revolución.
Necesidad colectiva y política.
Una actualidad que está más allá del foco de los años sesenta y setenta, aquella lectura que dejó 30 mil ausencias de los que, efectivamente, siguieron el ejemplo del Che en la Argentina.
Hoy la revolución debe ser una construcción popular, de mayorías, como sostuvo la Queca Kofman, Madre de Plaza de Mayo de la ciudad de Santa Fe, a espaldas de la estatua del guerrillero, horas antes de los ochenta años del comandante.
Ochenta años después es necesario preguntarse, entonces, ¿es necesaria una revolución en la Argentina, en el continente?
Y si la respuesta se busca en la realidad de los pibes, la nueva demanda sería, ¿qué revolución es la que debe construirse?
¿Cómo se hace política en la Argentina del tercer milenio sin perder la ternura jamás?
¿Es la ternura un valor entre los militantes que se dicen revolucionarios?
¿Es la ternura hoy un baluarte del humanismo cotidiano para construir un hombre nuevo colectivo, tal como anunciaba el Che?
Los mercenarios
Osvaldo Bayer estudió historia para contarla a través del periodismo.
Nació en Santa Fe, hace más de ochenta años, y su rebeldía, inteligencia y compromiso lo convirtieron en un referente para varias generaciones de argentinos.
Sus libros sobre “Los Vengadores de la Patagonia Trágica”, luego conocidos como los cuatro tomos de “La Patagonia Rebelde”, constituyen una de las piezas claves para entender el presente y la historia reciente aunque relate con precisión de artista hechos sucedidos en 1921.
Las contratapas quincenales en “Página/12”, producen una comunicación directa con miles de pibas y pibes que se identifican con la ética como primer punto de vista para contar la realidad que suele mostrarse desde los intereses de los privilegios en la mayoría de los grandes medios de comunicación.
Desde hace algunos años, Bayer viene escribiendo una novela en relación a los años sesenta y setenta, basado en sus propias experiencias y en los diálogos y discusiones que mantuvo con Rodolfo Walsh, Agustín Tosco y el mismísimo Ernesto “Che” Guevara.
Lo que sigue es una de las anécdotas que más comenta cada vez que recuerda aquel encuentro con el comandante.
Una imagen plagada de contrastes en donde Bayer siempre elige mortificarse por haber sido el preguntón, el que dudaba ante la vitalidad y el idealismo del Che.
"Estuve con Ernesto Che Guevara en 1960, en el primer aniversario de la Revolución. Era Secretario General del Sindicato de Prensa y nos invitó Fidel Castro. Fuimos cinco argentinos. Viajamos con la madre del Che Guevara. El Che nos invitó especialmente a los cinco en el Banco de la Industria donde era Ministro de Economía y tenía su despacho. Allí nos reunió y nos relató como había que hacer la Revolución en la Argentina.
En forma sucinta, habló dos horas y media nos dijo:
"El núcleo principal de la guerrilla debe estar en las sierra de Córdoba. Primero un grupo de doscientos jóvenes patriotas que quieren la revolución buscan un lugar en las sierras, se establecen allí, buscan el alimento y después, me acuerdo muy bien su expresión "ya empiezan a bajar".
Bajan de las sierras a las pequeñas poblaciones primero.
Entonces toman una población, le sacan las armas a la policía, hacen una proclama en la plaza y suben nuevamente.
Es el momento en que los diarios burgueses publican "Guerrilla en Córdoba".
Es el momento que la juventud revolucionaria de la Argentina los busca y se va uniendo.
Y entonces ya son doscientos, luego cuatrocientos o quinientos.
Luego toman una ciudad mediana y los revolucionarios de esa ciudad se unen, suben a la sierras, toman las armas, y ya son mil, mil doscientos, mil quinientos.
Cuando son dos mil, ya bajan definitivamente. Entonces toman una ciudad como Río Cuarto. Expropian ómnibus y camiones y viajan hacia Buenos Aires.
Es el momento que al saber la clase trabajadora argentina que bajan los guerrilleros hacia Buenos Aires, declaran la huelga general revolucionaria. Llegan a la casa de gobierno y está la revolución.
En ese momento el Che preguntó: ¿Hay alguna pregunta?
Todos se quedaron callados.
A mi se me ocurrió preguntar: “Compañero Che. Es interesante lo que usted nos ha dicho, pero me gustaría decir lo siguiente: cuando usted dice que los diarios de la burguesía publican guerrilleros en Córdoba, va a entrar la represión, de lo cual no habló. Primero mandarían a la policía de la provincia, luego mandarán a la Federal, y si fracasan mandarán a la gendarmería y si esta es superada enviarán al Ejército y a la aviación y si ambos son superados enviarán a los fanáticos que entonces eran la Infantería de Marina, a los cuales se llamaba los gorilas.
Se hizo un silencio y el Che, con una mirada muy apenada, me contestó:
"Esos son todos mercenarios"...
Claro, el Che había sentido pena ante la pregunta de un burgués como yo.
El, el Che, estaba cargado de un idealismo y una voluntad revolucionaria que muy pocas veces vi en otra persona”, nos contó varias veces el luminoso escritor y periodista, Osvaldo Bayer.

Palabras y corazón
A un año del asesinato de Ernesto Guevara en Bolivia, Juan Gelman, junto a decenas de intelectuales y organizaciones sociales y políticas argentinos emitieron un documento exigiendo “libertad a los presos políticos” y amnistía para “los más de cuatro mil luchadores populares procesados” por la entonces dictadura liderada por el general Juan Carlos Onganía. Aquel escrito llevaba como título “El Che Guevara y la liberación nacional y social del pueblo argentino”.
“Hay hombres que al mismo momento de morir, renacen invencibles para la historia. Su vivencia, al igual que las ideas, queda fuera del espacio y del tiempo. El Comandante Ernesto Che Guevara, muerto en Bolivia el 8 de octubre de 1967, asesinado por las balas del imperialismo aterrorizado, se ha convertido con su muerte en la bandera viva de todos los pueblos oprimidos de Latinoamérica y del mundo. El Che Guevara ya no solamente es argentino, cubano, ni siquiera latinoamericano, es el ciudadano de la sociedad nueva que avanza inexorablemente sobre el mundo. Así como él dijo: “Yo les confieso que nunca me sentí extranjero, ni en Cuba, ni en cualquiera de todos los países que he recorrido. He tenido una vida un poco aventurera. Me he sentido guatemalteco en Guatemala, mexicano en México, peruano en Perú, como me siento hoy cubano en Cuba y naturalmente como me siento argentino aquí y en todos los lados (...) No hay fronteras en esta lucha a muerte, no podemos permanecer indiferentes frente a lo que ocurre en cualquier parte del mundo; una victoria de cualquier país sobre el imperialismo es una victoria nuestra, así como la derrota de una nación cualquiera es una derrota para todos. El ejercicio del internacionalismo proletario es no sólo un deber de los pueblos que luchan para asegurar un futuro mejor; además, es una necesidad revolucionaria”. En el Che Guevara existe el hombre heroico y el ideólogo revolucionario. Lo primero es consecuencia de lo segundo. Pero lo segundo es lo más trascendental de su mensaje”, decía aquel manifiesto.
Junto a Gelman firmaron aquella posición pública figuras de distintas identidades políticas: desde el confesor de Evita, el padre Hernán Benítez, hasta Marta Lynch, pasando por el Partido Comunista, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y la Agrupación Revolucionaria Peronista.
Un año después, Juan Gelman escribió el poema “Pensamientos”, dedicado al eterno comandante.
“...soy de un país donde se llora por el Che o en todo caso
se canta por el Che y
algunos están contentos con su muerte
"vieron" dicen "estaba equivocado la cosa no es así"
dicen y cómo carajo será la cosa no lo dicen o
prefieren recitar viejos versículos o indicar señalar aconsejar mientras
los demás callan
miran al aire con los ojos perdidos
el comandante Guevara entró a la muerte
y allá andará según se dice
soy de un país donde costó creer que se moría y muchos
un servidor entre otros
se consolaba así:
pero si él dice no hay que
pelear hasta morir hay que
pelear hasta vencer entonces no está muerto"
otros lloraban demasiado como quien
ha perdido a su padre y yo creo
que él no es nuestro padre y
con todo respeto creo que
está mal llorarlo así
soy de un país donde los enemigos no
pudieron depositar un solo insulto una sola
suciedad una sola pequeña porquería
sobre él y hasta algunos
lamentaron su muerte no
por bondad o humanidad o piedad
sino porque esos viejos perros
o muertos con permiso sintieron por fin un enemigo que
valía la pena
que un rayo de peligro
entraba en escena y entonces
iban a poder morir en serio
a manos o a balas de verdad "y no
en brazos de esta especie de disolución
en que nos vamos disolviendo" como
dijo uno de grande apellido
soy de un país donde sucedieron o suceden
todas estas cosas y aún otras
como traiciones y maldades en excesiva cantidad
y el pueblo sufre y está ciego y naides
lo defiende y sólo
el Che se puso de pie para eso
pero ahora
el comandante Guevara entró a la muerte
y allá andará según se dice
soy de un país complicadísimo
latinoeruocosmopoliurbano
criollojudipolacogalleguisitanoira
según dicen los textos y los textos que dicen
pues dicen y como dicen
así será la historia pero yo
les aseguro que no es cierto
de este país de fantasía
se fue Guevara una mañana y
otra mañana volvió y siempre
ha de volver a este país aunque no sea más que
para mirarnos un poco un gran poquito y
¿quién se habrá de aguantar?
¿quién habrá de aguantarle la mirada?
pero ahora nomás
el comandante Guevara entró a la muerte
y allá andará según se dice
pregunto yo
¿quién habrá de aguantarle la mirada?...”

Y Gelman terminaba diciendo:
“...el poeta en realidad
se abstiene de llorar se abstiene
de escribir un poema sea
para la Casa de las Américas sea
para lo que sea el poeta
apenas si lloró en realidad
sigue mirando el mundo sabe
algún día la belleza vendrá
pero no hoy que estás ausente
el poeta
apenas sabe vigilar
che guevara
ahora deseo un gran silencio
que baje sobre mi corazón y lo abrigue
padre Guevara ¿qué será de tus hijos?
¿por qué te fuiste hermoso
sobre caballos de cantar?
¿quién habrá de juntarte otra vez?”.

El 23 de abril de 2008, Juan Gelman ganó el Premio Cervantes, la más alta celebración el idioma castellano.
Al recordar a un poeta que se preguntó por qué los poetas en un mundo cruel, el escritor dijo: “¿Qué hubiera dicho hoy, en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de 5 años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza? Me pregunto cuántos habrán fallecido desde que comencé a decir estas palabras. Pero ahí está la poesía: de pie contra la muerte”.
Igual que el Che, las palabras de Juan sirven para eso, para pelear contra la muerte y el poder, desde el amor, la ternura y la rebeldía.

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