sábado, 1 de marzo de 2008

Rosario tiene su Escuela de Rock

Por_Ivana Romero
Este año se renueva una experiencia que se inició en 2007, destinada a jóvenes músicos con ganas de aprender lo que las academias no enseñan.
El año pasado se presentó en Argentina The Blue Man Group, un trío de actores surgido en las calles neoyorquinas que, esta vez, hicieron un espectáculo que poco tenía que ver con el teatro a la gorra y mucho con una “factory” de esas que rodean a las estrellas de rock. El espectáculo, justamente, se llamaba “How to be a megastar” (Cómo ser una megaestrella).
Rodeados de una banda de 12 músicos, los tres tipos –mudos adentro de máscaras de látex azul— ofrecían un tutorial paso a paso que explicaba la fórmula para triunfar en la música. Lo que ellos hacían a modo de parodia, en Rosario se hace muy en serio. Surgida del Presupuesto Participativo Joven, la Escuela de Rock es un proyecto que se concretó en 2007 impulsada por la Secretaría de Cultura municipal a través del Programa Ceroveinticinco.
Entre julio y diciembre, más de 150 jóvenes entre 15 y 25 años se juntaron cada semana en el Galpón 11 (ubicado en Sargento Cabral y el río) para participar de talleres y clínicas y así surgió la Escuela. Además de hacerse de amigos, intercambiar conocimientos y armar bandas, estos chicos y chicas se formaron en áreas como Escucha, composición y armonía; Historia del rock y Producción. Este año, la Escuela reabre su inscripción no sólo para talleres sino que también ofrecerá clínicas y clases magistrales en instrumentos (bajo, batería, guitarra, teclados, voz y coros) y relacionadas con aspectos de producción, sonido en vivo, escenario, management, producción y aspectos legales.
Mendel Geller y Ariel Ginauzzi dialogaron con esta revista sobre las características que tendrá la escuela en su nueva edición. Geller es músico, productor y docente. Ahora además integra el grupo directivo de la Escuela. Gianuzzi es periodista, productor y gestor cultural. También, uno de los organizadores de esta propuesta que, como explica, tiene su antecedente en Rosario Suena, el concurso destinado a bandas conformadas por músicos menores de 21 años durante 2006.

Gianuzzi: Bajo esa experiencia hicimos la escuela de rock después de recibir, además, sugerencias a través del Presupuesto Participativo. En realidad, la demanda de los vecinos era bastante generales: pedían “proyectos culturales para jóvenes” o “talleres de instrumento”. Entonces lo que tratamos de hacer fue procesar esa información y ofrecer una propuesta que fuese una síntesis entre lo que ya se venía haciendo en cuanto a políticas públicas para jóvenes y lo que la gente pedía.
Pero antes de empezar nada, nos sentamos con diferentes personas: gente de la escuela de música municipal, rockeros, docentes particulares y dijimos: ¿A ustedes les parece viable hacer un taller que dure tres meses?” y la respuesta fue que se necesitaban varias cosas, no sólo un simple taller. “¿Y si hiciéramos algo formativo, pero en términos más integrales?”, nos preguntamos. Y decidimos hacer una Escuela de rock.
Geller: Nos sentamos a revisar por un lado qué cosas quisimos aprender como músicos y nunca nos enseñaron. Y por el otro, entender que algunos aspectos formales se debían cumplir. Cuando tenés una banda, no te ponés a pensar por dónde empezás, sino que lo hacés. Entonces nos propusimos armar un núcleo de conocimientos que les permitiera a los chicos armar la génesis de una banda. Lo que se creó a nivel curricular fueron diferentes materias: desde enseñarles a enchufar equipos y a grabar, o cómo ensamblar instrumentos. También, la posibilidad de escuchar música pero no sólo para pasar el rato sino como manera de aprender qué hicieron otros y para crear cosas propias. Después vino la parte, “Tengo una banda, pero me subo a un escenario y ¿qué es un retorno?”. O sea, obviar la cuestión del garage y entrarle directamente a la milanesa.
Gianuzzi: Lo primero que analizamos es que muchos chicos tienen educación musical formal a través de un docente, una escuela, o un conservatorio. La Escuela no se ocupa de esos aspectos, porque ya hay instituciones y gente que lo hacen. Pero de ahí a una banda de rock arriba de un escenario, hay un camino que tiene que ver con música, con autogestión, con historia, con poesía. En ese lugar había un hueco, porque nadie te enseña eso. No hay una escuela de Fórmula 1: habrá de ingeniería o mecánica, pero no te enseñan a correr. Esto es lo mismo.
¿Cómo resultó la primera experiencia, el año pasado?
Geller: Buenísima. Me sorprendió encontrar que había bandas armadas. Cuando yo era chico, si aparecía una escuela de rock no me anotaba ni loco. Con mi banda, menos. Es que esto no tiene que ver con educación formal. Para eso están las escuelas de música, pero esto es otro mambo. Me encantó encontrar, por ejemplo a una violinista que ahora tiene su banda. Ella no pretendía aprender a tocar su instrumento en esta Escuela, sino entrar en un espacio de intercambio con otros pibes.
Gianuzzi: Hubo cruces interesantísimos entre músicos a quienes les interesaban distintas cosas. Una banda de heavy metal se cruzó con una chica que hacía pop. Estuvo buena la discusión solidaridad versus fidelidad. ¿Por qué? Porque los pibes se encontraron con que estaban en una sala de ensayo tocando un tema que parecía Amaral, nada que ver con lo que venían haciendo hasta entonces. Se pelearon entre ellos, pero aún así, dos decidieron acompañar a la chica. Sabemos, por otro lado, que muchos se anotaron porque les parecía copado. Cuando aparece algo que tiene la palabra “rock” en el medio, hay ciertos grupos que nos interesa.

¿Cuál es la propuesta para este año?
Gianuzzi: Hicimos evaluaciones de cada cátedra y los pedidos venían por el hecho de considerar el cursado demasiado corto. Así que vamos a ver si podemos extenderlo. También esperamos ampliar los conocimientos con clínicas como Management, Prensa y producción; o Legales. También estaría bueno incorporar ayudantes de cátedra, o sea chicos que estuvieron este año y puedan hacer aportes desde su experiencia.
Geller: Además vamos a mantener propuestas que funcionaron el año pasado. Pienso en materias como Banda 2, y Tecnología. La primera apuntó a que los chicos pudieran profesionalizar su puesta en escena. El taller de Tecnología apunta a optimizar el conocimiento de procesos que antes sólo podías hacer en el estudio Abbey Road, y que en menor escala podés resolver en la computadora de tu casa.
Gianuzzi: Empezamos con una cátedra de historia del rock. Porque está todo bien, a vos te gusta el cantante de Intoxicados, Piti Álvarez, pero más allá de eso, hay una realidad que, aunque no la transites, al menos está bueno conocerla porque va a hacer que tu música sea más rica. Por otro lado le damos mucha importancia a la cuestión de la escucha, comprender que una canción es una creación compleja, poder apreciar esa complejidad para trasladarla a tu propia producción.

También hay complejidad en la decisión de un músico o una banda de armar un compact, ubicar los temas en un orden determinado, tener un arte de tapa… ¿De qué manera se reformula la escucha en un momento donde podés bajar música de la web?
Gianuzzi: Se perdió la dimensión conceptual del disco. Yo puedo escuchar el último de Bruce Springsteen, agarrarlo entero, apreciar el retorno del tipo a la época de la E Street Band. En la web, al pibe que le gustó uno de los temas lo baja, y lo pone en su mp3 y lo mezcla con temas de otros.
Geller: Es algo natural y uno no tiene que putear contra eso. Quizás el día de mañana sea lo contrario. Igual, alentamos la escucha de un disco completo. Escuchar, por ejemplo, “El lado oscuro de la luna” de Pink Floyd, es una experiencia maravillosa. También tiene que ver con que estás cerca de todo. Cuando yo era chico, veía videoclips gracias al Colo Mascali, que tenía un programa, “Clip”, por Canal 5. Hoy en día Internet te da todo. Eso hace que por ahí no tengas curiosidad ni para escuchar algunas cosas que, creés, no son de tu palo ni para ver bandas de las menos conocidas.

¿Cómo se aprueban las materias?
Geller: El año pasado hicimos un recital. Hubo chicos que hicieron su primera experiencia de subir a un escenario y no lo podían creer.

¿Los chicos llegan con la expectativa de ser estrellas de rock?
Gianuzzi: No, más bien quieren tener una banda y saber qué cosas hacer para que funcione.
Geller: Cabe destacar algo muy lindo...
Gianuzzi: Parecés Papo “Es menester destacar, lo cual...” (risas)
Geller: Sí, es verdad. Hace un tiempo fui a “El Sótano” (un lugar donde tocan bandas, en el centro de la ciudad). Vi unos cuantos pibes que eran alumnos tocando, y otros mirando lo que hacían sus compañeros. Con los docentes nos morimos de risa porque nos damos cuenta de que vivimos otra época donde si tocaba el otro, era tu competencia. Ahora se empieza a entender que lo mejor es mirar, para aprender.

El Programa Ceroveinticinco
Ceroveinticinco es un programa municipal que estimula el acceso de los niños y jóvenes entre 0 y 25 años a los bienes culturales. Se trata de una especie de club rosarino que atraviesa toda la ciudad, y del que los chicos pueden ser socios. Se puede solicitar la credencial a través de este link: http://www.ceroveinticinco.gov.ar/inscribite.jsp. O también dirigiéndose a la Secretaría de Cultura y Educación, en calle Av. Del Valle y Callao (tel. 4804511 int. 199), de lunes a viernes en el horario de 14 a 18.
Integrantes de la Escuela de Rock
Además de Geller, el equipo directivo de la Escuela se completa con Andrés Abramowski, Daniel Pérez, Rubén Bussi y Banco Morelli. El grupo docente incluye a miembros del equipo directivo y otros músicos o profesionales vinculados al rock; entre ellos, Nahuel Marquet, Diego Casanova, Yanina Zonni, Pablo Brun, Federico Alabern, Nahuel Antuña, Vene Gigena, Oscar Giunta, Guillermo Palena, Héctor Aguilera, Negro Ojeda y Omar Pogonza.

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