jueves, 20 de enero de 2011

Ver, ser, agradecer. Desvaríos para el año nuevo

Por Bruno Javier Del Barro | 21 años . - .
Casi automáticamente relacionamos cosas y conjeturas, por flojos, no pensamos, dejamos que los criterios más populares se conviertan en propios, para evitar la molestia de reflexionar; otras veces creemos saber teniendo como únicos informantes a los medios de comunicación, verdaderos fabricantes de opinión pública, que se autodefinen como fuentes de sabiduría, la única forma de enterarse del mundo y claro está, son quienes deciden qué tema estará en boca de todos.
Diariamente otorgamos datos concretos como expertos, inclusive estadísticos, aconsejamos, nos solidarizamos, discutimos estupideces, con conocimientos exclusivos de una majestuosa bibliografía de televisor hogareño.
Probemos en este instante: cerremos los ojos y veamos. Ver las cosas de aquel lado, de ese otro, de aquel otro, y de este también, por qué no.
Pues ser vidente no se nace, se hace. Luego de años con una misma dirección visual, probemos observar desde otro sitio y dejémonos llevar por las repercusiones en nuestro ser y gratificación personal. Comencemos a alucinar:
-La historia se transformará en pasado. No tendremos miedo a que se repita, ni ansias de repetirla, ahora será la memoria, reminiscencias escritas, el álbum familiar más amplio.
-Intentemos, incluso desde casa, succionar racionalmente el pecho de la madre naturaleza. Como toda mujer y madre a veces necesita que la escuchen y que la atiendan, sobre todo si está vieja, además nadie quisiera verla enojada.
-Imaginemos que cuidamos la tierra y el agua. Veamos a nuestro alrededor por un momentito, notaremos que es lo único que tenemos en el mundo y también lo único que el mundo tiene.
-Que ser hombre libre o racional deje de significar ser consciente de las cosas, ser profesional en lo específico del universo. Ni sólo apliquemos nuestro intelecto para poner a todo objeto inerte y ser viviente a nuestro servicio, como se nos ocurrió interpretar a Dios.
Enfoquémonos en lo relativo de la mente: el amor, el miedo, el asombro, y saber que todo esto, y todo lo que creemos que es y que somos, lo concibió nuestra cabecita, y que jamás nada de lo que salió de nuestra imaginación, por lo tanto, puede hacernos daño.
-Nuestros compañeros seres vivientes se convertirán en iguales. Porque tener un cerebro grande, no nos hace superiores, ni dueños de nada, sino responsables de todo y de todos. Eso seremos ahora.
-Ver al sol y agradecerle por el abanico de colores que le dio al hombre. Ver a la raza humana como un solo haz de luz que atravesó el prisma del tiempo y se transformó en arco iris. Sólo que a diferencia de la luz, que la pensamos blanca, los primeros hombres de la Tierra fueron negros.
-Venerar nuestros antepasados.
-Concientizar con que estar vivo no sólo significa conservarse físicamente, sino que implica un esfuerzo mayor y una toma de consciencia para poder llegar a afirmarlo y estar convencido de ello. Es recién entonces cuando uno está viviendo.
Como hay quienes mueren antes de morir, hay quienes nacen a edad avanzada, y hay quienes viven mucho más tiempo que el de la fecha de su muerte.
-Agradecer la inmensa casualidad, en los caprichos del universo, de tener uso de razón. Ser digno de ello, sino se podría haber nacido cucaracha.
Que no dé lo mismo.
-Ver a otros como uno. Y verse uno en otros.
-Agradecer a los dioses porque nos crearon. Y que ellos nos agradezcan, también.
-Loco será quien le hable a una máquina, no a una planta.
-Agradecer que seamos diferentes a los otros animales y recordar siempre que somos, más animales que diferentes.
-Para nosotros, los padres fueron toda su vida padres, máquinas nacidas para mantenernos y molestarnos. No es tan así. Son hombres y mujeres que decidieron estructurar cada milímetro de su vida, tal vez hasta el punto de no disfrutarla, para dar lugar a la nuestra.
Por eso, ver a los padres como los hombres y mujeres que realmente son, y así los comprenderemos.
-Hacer útiles las construcciones religiosas. Convertirlas en lo que siempre debieron ser: sucursales del cariño, oasis de afecto en la impía ciudad. En donde nada material haya para dar ni recibir, y el único elemento permitido de canje sea el calor. El calor que irradia el ser humano.
Prohibida la entrada para quienes creen que con la tradición se hace la fe; con la costumbre el buen samaritano; con el miedo al infierno, el cielo.
Aquel que requiera ayuda no tangible, sabrá a donde ir y siempre será acogido, puesto que de esta única manera, este edificio será sagrado.
Y será visto por todos como tal.
A saber. Tal vez hoy en día tengamos conceptos equívocos:
Los verdaderos exitosos no tienen dinero;
Los verdaderos ganadores no tienen muchas mujeres;
Los verdaderos creyentes no van a santuarios;
Los verdaderos hombres inteligentes no poseen títulos ni les interesan;
Los verdaderos ídolos no tienen fans;
Los verdaderos vencedores JAMÁS tienen vencidos…

No hay comentarios: