lunes, 15 de diciembre de 2008

Un libro que muerde

“El rugido de un león” es el nuevo libro del periodista y escritor Daniel Briguet, columnista de El Vecino. Editado por Ciudad Gótica, lo que sigue es un collage de fragmentos extraídos de algunos relatos.

Muchachito
“Ve que vuelve a llover, a través de la ventana que da a la última calle y se dice que todo eso estaba contemplado. Incluso la parada que hicieron frente al cementerio, a unos kilómetros del pueblo, cuando le dijo al conductor si podía detenerse. La entrada por el portón de hierro negro y luego un camino sabido de memoria entre las tumbas hasta la galería de nichos más nueva, con un puñado de flores maltrechas. Algunas fotos conocidas en las lápidas, rostros que parecían sonreír desde la muerte, el sitio buscado en la tercera fila, a la que solo podía llegar estirando un brazo. Quitar las flores resecas desde quién sabía cuando, cambiar el agua de la jardinera y colocar las rosas blancas. No quedarse más de lo necesario, a diferencia de otras veces, porque no quería hacer esperar a los muchachos o tal vez porque era demasiado tarde para lágrimas.
La primera sorpresa auténtica fue enterarse de que la charla iba a ser en el salón Cosmopolita, donde funcionó el cine durante muchos años. Por la amplitud del salón pero sobre todo por las evocaciones que el viejo cine le despertaba. Continuados en episodios los jueves, funciones de dos películas los sábados a la noche y la matinée del domingo. Con los chicos o con sus viejos, que todavía salían juntos, entreviendo retazos de un mundo muy lejano de la realidad circundante. Títulos y actores conocidos, sin duda, ídolos que despuntaban como James Dean o el Brando de “Nido de ratas” pero casi todo resuelto en fragmentos, escenas fugaces e incluso detalles que aún lo acompañan. Y la fantasía incorporada de ser el muchachito, una vez en la calle, el héroe enfrentado a las ramas desnudas de los árboles y las sombras que trazaban las débiles luces en la esquina, más allá de la medianoche. (Fragmento de El rugido de un león”)

Travolta retorna
“Ahora recuerdo pero no me importa. Caminando hacia la pista, sin perder de vista al boludo que se mueve torpemente frente a los movimientos felinos de la Vicky, lo único que cuenta es el rostro desencajado de aquella piba. Que alcancé a ver unos segundos y me quedó grabado en el cerebro como una foto instantánea. La piel blanca y pecas debajo de unos ojos que parecían saltar de sus órbitas. Más allá del miedo, incluso.
Creo que por aquel rostro estoy haciendo esta boludez. La boludez de atravesar la maraña de cuerpos, ponerme detrás del tipo y decirle:
-Capitán, tengo algo para usted...
Y saber que en un minuto todos estarán corriendo, buscando la puerta de salida, en un desbande descomunal. Y no saber si el tipo que se da vuelta y muestra bajo la luz rojiza una cara de no entender, es realmente el Capitán Frío o quién mierda es. Escucho la voz en falsete de los Bee Gees cantando “Manteniéndose vivo”, y la voz de Oly desde la barra que me alienta.
-Vamos Travolta, que usted puede”. ( Fragmento de “Me llamaban Travolta”)

Tiempo veloz
“- Bien, no es amante pero es una mujer.
-¿Y con eso qué? Atiendo mujeres, chicos del Zinder y psicóticos que a veces me rompen el alma, fíjate vos.
-¿Atendés a Verónica?
Me mira a los ojos como si fuera a dispararme una bala entre ceja y ceja. Luego se cubre los pechos con la sábana de un modo espontáneo y ladea la cabeza.
-Atiendo a una mujer que se llama Verónica.
-¿Te gusta?
Toma un cigarrillo de un atado de Marlboro y lo enciende con una pitada honda. La veo más grande, como si hubiera crecido una enormidad en un par de días o una noche.
-¿Vas a tomar un servicio o qué?
-No voy a tomar nada. Vine a visitarte.
Pausa. Es la segunda puteada que ahoga, contando por lo bajo.
_hay otras chicas.
-Si te referís a Eugenia, es de cristal tallado. No quiero romperla con un movimiento brusco.
Me quedo de pie esperando que diga algo pero solo escucho el zumbido del aire acondicionado. Es curioso: nunca tuve tantas ganas de hacerle el amor como ahora. ¿No es curioso, Gatu?
-Si no vas tomar un servicio- dice finalmente, detrás de una bocanada humo- te voy a pedir que te vayas. (Fragmento de “El tiempo es veloz”)

Hallazgos y extravíos
“Y está por fin-con esta la corto- el paquete de fideos semolados Canale, que obviamente no podía guardar en un cajón del placard. Está en la heladera, desde hace un año o tal vez dos, cómo saberlo. Lo trajo Julieta un sábado a la noche, con el propósito de preparar unos tallarines a la bolognesa o algo parecido. Y seguramente trajo otras cosas, dada su prodigalidad en estas lides, que no alcancé a ver.. Yo solo vi los fideos Canale y los vi cuando ya era tarde.
A Julieta había llegado después de un prolongado y sutil asedio. Mérito para ella, que se dejo asediar sin perder el aplomo, y para mí, que suelo borrarme después del primer intento. El escenario estaba montado en el austero living de su casa- las chicas como Julieta tienen livings austeros- y la charla venía tan sostenida que me dio que pensar. Pensar, por ejemplo, qué debería hacer en los minutos siguientes. Hasta que advertí la dimensión del error. Yo no debía pensar nada porque la plática fluía en medio de una luz que menguaba con el avance del crepúsculo. La luz ambiental menguaba o disminuía, los dos seguíamos sentados en el mismo sofá de funda con dalias estampadas y ninguno atinaba a encender el velador de pie, que estaba a un metro, o la bombilla de arriba. No atinaba o no tenía otra intención que sumergirse en esa penumbra densa que apenas dejaba ver los contornos, algunos perfiles. Yo sabía que ella estaba allí y ella sabía adonde estaba yo. Yo sabía además que debajo de la polera tejida de Julieta latían unas enormes tetas. Alguna conexión debía establecer pero no tenía que preocuparme porque la luz cada vez más difusa, en franca retirada, lo hacía por mí...” .Fragmento de “Hallazgos y extravíos”)

Malibú
“Estoy a punto de encender el tele empotrado desde los sillones cuando veo la puerta del baño que se abre y aparece Sole. Envuelta en una toalla no muy grande y con los rulos alisados por el agua y la frente descubierta, lo que ya es un avance. “Hola” dice con naturalidad y me pregunto si se trata de algo espontáneo o de una maniobra celosamente urdida.
-Esperá. Le digo-. En el tiempo que estoy acá me hablaste dos veces y las dos para decirme “Hola”.¿Es todo tu repertorio?
Ella se da vuelta y sin dejar de sostenerse el toallón, me dice casi con dedicación:
-Hola,¿cómo estás?
Sonrío y me digo que es inútil lidiar con Sole. Tengo una vaguísima idea de quien es y ninguna sobre sus intenciones.
En el piletón del baño encuentro algunos pelos negros. Repaso y advierto que, al caer la tarde, el balance es más alentador. Además de las palmeras verdes, no salvajes, dispongo de algunas tensiones familiares, una muchacha inquietante y difícil de encuadrar, fragmentos de mi amistad con Ale y de aquel viaje de locos que hicimo un verano de hace tanto... (Fragmento de Un día en Malibú)

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